Bosch buscaba una explicación de los acontecimientos políticos de 1963-65 y se marchó a Europa a estudiar
Guillermo Piña-Contreras
En los días posteriores a la muerte de Juan Bosch (noviembre de 2001), recuerdo un articulista del New York Times que consideraba a “Bosch como una víctima de la Guerra fría” y le sobraban razones para decir esa rotunda verdad. Yo diría que comunismo y anticomunismo fueron una suerte de sino en la larga y fructífera carrera política de Bosch.
Tanto la acusación de comunista como la de “trujillista” que argumentaron los militares dominicanos que derrocaron su gobierno el 25 de septiembre de 1963 tuvieron éxito.
La izquierda dominicana de esos confusos meses de la caída de la dictadura de Trujillo también veía en Bosch un anticomunista e incluso un “trujillista”. Rememoremos la confusión de los jóvenes del 14 de Junio (1J4), que se inclinaban más por el antitrujillismo de la Unión Cívica Nacional (UCN), que por la campaña de “no darle vueltas al odio” como clamaba Bosch desde su regreso y parecían aceptar la idea de que Bosch era “trujillista” porque no atacaba a los remanentes de la derrocada dictadura.
Se le reprochaba, injustamente, haber lanzado la consigna “¡Borrón y cuenta nueva!” cuyo autor era uno de los integrantes de la avanzada del PRD que llegó al país el 5 de julio de 1961, Ramón A. Castillo. A pesar de que Bosch dijera en múltiples ocasiones que no fue quien lanzara dicha consigna y que no podía desautorizarla porque el pueblo dominicano de entonces era trujillista. Sabia observación política que puso de manifiesto desde su regreso a Santo Domingo el 20 de octubre de 1961 en su discurso “Hay que matar el miedo” que anunciaba el tenor de su campaña política.
A pesar de que el moderado 1J4 y el comunista Movimiento Popular Dominicano (MPD), se levantaron en armas dos meses después del putch al gobierno de Bosch (25/09/63), no significa que habían dado su apoyo a su derrocado gobierno; se sacrificaron en aras de la democracia e incluso colaboraron militantemente con el movimiento político-militar liderado por el coronel Rafael Fernández Domínguez durante el gobierno de facto del triunvirato que culminó con la guerra civil del 24 de abril de 1965 y, días más tarde, dio pie a la intervención militar de Estados Unidos.
Hasta la firma del acta institucional en septiembre del 65, toda la izquierda dominicana parecía confluir en reconocer a Bosch como su líder. El deterioro de ese idílico momento comienza, al margen de la derrota, con la victoria del candidato de la Pax americana Joaquín Balaguer en junio de 1966 y la salida de Bosch a Europa unos meses más tarde.
Los acontecimientos del 63 y abril del 65 marcan un parteaguas ideológico en Bosch.
Buscando una explicación a esos acontecimientos, Bosch viajó a Europa para reflexionar y escribir. Concibió pues varios textos fundamentales como El pentagonismo, sustituto del imperialismo (1967), Dictadura con respaldo popular (1969), y Composición social dominicana (1970), entre otros. Obras que jugarían un papel fundamental en el análisis teórico de Bosch en su afán de liderar la izquierda dominicana, pero sólo el Partido Comunista Dominicano (PCD), se hizo eco de la Dictadura con respaldo popular. El sector más conservador del PRD, con Peña Gómez a la cabeza, la rechazó.
Mientras, el MPD y otras organizaciones maoísta comenzaron a infiltrar al PRD, dirigido entonces por Peña Gómez. A su regreso, en abril de 1970, Bosch tomó las riendas de partido se consagró a “quitar las garrapatas al buey [PRD]”, una purga que terminó de romper sus débiles relaciones con la izquierda revolucionaria dominicana. En esa purga fueron expulsados, entre otros, Winston Arnaud y Rafael Gamundi Cordero de marcada inclinación emepedeísta y maoísta, respectivamente. Bosch tomó las riendas del viejo partido saneando toda la organización. En eso estaba cuando se produjo en febrero de 1973 el desembarco de Caracoles liderado por Francis Caamaño. Acontecimiento que precipitaría la ruptura Bosch-Peña Gómez en noviembre de ese año y, poco después, la fundación del PLD.
Los expulsados, como era de esperarse, retornaron con Peña Gómez y le apoyaron en el famoso “Acuerdo de Santiago” que agrupaba diferentes sectores empresariales y ciertos políticos conservadores.
A pesar del fracaso del Acuerdo de Santiago en 1974, Peña Gómez logró llevar al poder al PRD en 1978 con Antonio Guzmán como candidato a la presidencia de la República y cortar los doce años del represivo gobierno de Balaguer. Muchos dirigentes de la izquierda revolucionaria ocuparon cargos importantes en el gobierno del PRD y, en los años posteriores muchos de esos dirigentes lograron, bajo la etiqueta del PRD, ser electos diputados y hasta senadores en diferentes comicios hasta la muerte de Peña Gómez en 1998.
Peña Gómez tenía una alta sensibilidad de izquierda y la izquierda revolucionaria tiene un olfato muy agudo para percibir a quien puede manipular. Bosch, en cambio, sólo coincidió en 1969 con el PCD y, más tarde, el Partido Socialista Popular (PSP), hizo fusión con el PLD. Los primeros rompieron con Bosch en los albores de los 70. Ni el PSP ni los del Bloque Revolucionario Camilo Torres (Camilistas), nunca pudieron, aunque lo intentaran, manipular a Bosch.
La izquierda revolucionaria se caracteriza por su capacidad para infiltrar importantes organizaciones políticas y manipular a sus dirigentes. Bosch no era manipulable.