No menu items!
-Publicidad-spot_img

El papel de Estados Unidos en la guerra civil siria

Comparte esto:

Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo 

Esta entrevista con el mundialmente conocido y destacado disidente Noam Chomsky tiene dos objetivos. El principal es comprender el papel de EE.UU. en uno de los conflictos más sangrientos del siglo XXI, la guerra civil siria.

Si bien abundan los análisis sobre esta guerra civil, hay cierta confusión sobre la naturaleza exacta de la implicación estadounidense en la misma. En primer lugar, aunque los hechos sugieren que el papel de EE.UU. en la guerra civil siria fue relativamente marginal comparada con la de otros actores, como el gobierno de Assad y quienes le respaldaban, fundamentalmente Irán y Rusia, esta idea se opone a la creencia por parte de sectores de la izquierda contraria a la guerra de que dicha implicación fue prominente. En segundo lugar, hay una enorme diferencia entre la participación de Estados Unidos en la guerra civil siria y su participación en las regiones kurdas del noreste de Siria. Mientras la primera se produjo mediante una combinación de inacción y de operaciones encubiertas patrocinadas por la CIA, sin participación directa del ejército, la segunda estuvo basada en políticas promovidas por el Pentágono y que implicaban directamente al ejército de EE.UU., principalmente para combatir al ISIS (Estado Islámico). De hecho, algunos informes sugieren que ambas operaciones, cuando coexistieron, también provocaron cierta confusión sobre el terreno. Mientras la CIA ofrecía apoyo a los grupos rebeldes que combatían a Assad, el Pentágono aceptó apoyar a ciertos grupos con la condición de que lucharan contra el ISIS, no contra Assad. En tercer lugar, aunque en esta entrevista nos centremos específicamente en la guerra civil siria, la política estadounidense cambió con el tiempo, en función de las circunstancias de la guerra. Así, aunque el papel de EE.UU. en la guerra civil siria fue relativamente marginal, como hemos señalado, el examen del mismo tiene cierto interés.

Otro objetivo secundario de la entrevista es el siguiente. Ha habido cierta controversia sobre las opiniones de Noam Chomsky sobre Siria. Dado que el lingüista y disidente no ha abundado en sus comentarios sobre Siria, la polémica es desconcertante. Parece estar basada en citas fragmentadas de sus entrevistas sacadas de contexto, más que en un análisis de sus principales argumentos. Por tanto, esta entrevista es un intento de captar las principales ideas de Chomsky sobre la implicación de EE.UU. en la guerra civil siria. Sus opiniones son necesariamente breves debido a la naturaleza relativamente marginal  de la participación estadounidense. No obstante, este entrevistador las encuentra interesantes y originales. Las personas que critican dichas opiniones pueden al menos examinar sus ideas en conjunto y decidir por sí mismos la naturaleza exacta de su discrepancia. Quienes la lean con mente abierta podrían sorprenderse al descubrir puntos en común.

Antes de dar paso a la entrevista permítanme algunos comentarios. En primer lugar, todos los analistas serios coinciden en que la gran mayoría de los crímenes de la guerra civil fue cometida por el régimen de Assad y los países que lo apoyaron, principalmente Rusia e Irán. Esta entrevista no profundiza en dicho punto. En segundo lugar, el papel de EE.UU. en Siria ha sido analizado en profundidad por el periodista Shane Bauer en su detallado trabajo para la revista Mother Jones. La presente entrevista pretende complementar las informaciones de Bauer con análisis adicionales.

Raghav Kaushik: Comencemos por analizar la respuesta inicial de Estados Unidos al alzamiento sirio.

Noam Chomsky: En las primeras fases de la oposición al régimen salvaje de Assad, Estados Unidos se mantuvo aparte. Tenía una manera muy sencilla de apoyar a la oposición que no acarreaba los evidentes riesgos de una confrontación directa (concretamente, meter en el conflicto a los rusos y aumentar las atrocidades). La manera más sencilla era animar a Israel a movilizar sus fuerzas armadas a lo largo de la frontera septentrional, algo que no provocaría objeciones por parte de la comunidad internacional y que obligaría al régimen a retirar sus fuerzas de una serie de posiciones de primera línea, aliviando así las presiones sobre la oposición. No se hizo así, aparentemente nunca llegó a considerarse.

Según algunos informes, mientras Estados Unidos apoyaba considerablemente a Assad de esta manera, la CIA montó una pequeña operación en apoyo de la oposición. Si así fuera, la conjetura más probable es que Estados Unidos (e Israel, obviamente) querían asegurarse de que Assad quedara debilitado, aunque saliera victorioso.

En relación con la política de Estados Unidos en Siria, Gilbert Achcar afirma: “Ahora bien, ¿cuál ha sido la intervención más importante de la Administración Obama en Siria? Para responder a esta pregunta comparemos su actitud hacia la oposición con el modo en que se relacionó con los muyahidines que combatían la ocupación soviética en Afganistán. Washington, junto al reino alauita y el ejército pakistaní, apoyaba a los muyahidines. Es sabido que les armó con misiles antiaéreos Stinger. Pero EE.UU. no solo no entregó esa clase de armamento a los rebeldes sirios –ni  siquiera en 2012, cuando todavía prevalecía lo que podría describirse como oposición democrática–, sino que llegó a prohibir a sus aliados regionales que lo hicieran. Turquía fabrica misiles Stinger bajo licencia estadounidense, pero no se le autorizó a entregar ni uno a la oposición siria, como tampoco se les autorizó a las monarquías árabes. Esa fue la intervención decisiva de Estados Unidos en el conflicto sirio. Y eso es lo que permitió seguir en el poder al régimen de Bashar al-Assad. Pudo mantener el monopolio del dominio aéreo, llegando incluso a arrojar bombas de racimo desde helicópteros, una clase de bombardeo de lo más indiscriminado y devastador”. ¿Está de acuerdo con la valoración de Achcar? 

Creo que Achcar tiene razón en este punto. Sería interesante estudiar por qué EE.UU. tomo esa decisión. Pero creo que las reservas de la Administración Obama sobre la entrega de misiles Stinger a la oposición forman parte de una preocupación más general. Esos misiles son fácilmente transportables, y si caen en las manos equivocadas podrían suponer una gran amenaza para la aviación comercial. Por el contrario, dirigir a las tropas de Assad hacia la frontera meridional no suponía ninguna amenaza. El hecho de que no lo hicieran es la mayor prueba de que Estados Unidos e Israel no se oponían a la permanencia de Assad en el poder. 

Hablemos ahora de la política estadounidense posterior a los atentados del 11-S, específicamente del programa de armamento de la CIA a los rebeldes. Todos los informes, por ejemplo el de Shane Bauer, evidencian que (1) se trataba de un gran programa de 1.000 millones de dólares, una de las mayores operaciones encubiertas de la CIA, (2) muy letal, pues suministraba a la oposición misiles antitanque TOW (lanzados por tubo, con seguimiento óptico y guiados por radio), y (3) anti-Assad en sus objetivos.

Está bastante claro que, unos años más tarde, Obama se unió a sus principales aliados europeos y decidió que Assad podría ser destituido. Está claro que para entonces la CIA estaba enviando armas antitanque avanzadas que bloqueaban las acciones ofensivas del ejército de Assad, desestimando las advertencias de los corresponsales en el terreno (y de cualquiera que se molestara en pensar) de que esto podría provocar una intervención directa de Rusia, destruyendo las armas y escalando duramente las atrocidades. Como sucedió. Llegados a este punto, Obama se echó atrás, con la intención de no provocar una probable guerra nuclear.

Curiosamente, el artículo de Bauer indica que lo que acaba de describir no era solo la posición de los periodistas sobre el terreno, sino que también lo entendía así la propia Casa Blanca. Bauer entrevistó a Philip Gordon, coordinador de la Casa Blanca para Oriente Medio entre 2013 y 2015. Esto es lo que Gordon afirmó en relación con la intervención rusa: “Era la continuación lógica de lo que ya habíamos visto, es decir, que cuanto más intervengamos, más intervendrán ellos”.

Un comentario muy interesante de Gordon.

En su opinión, ¿cuál fue la motivación del programa de la CIA? Como usted afirmó en el pasado y confirman sus declaraciones anteriores, “puede que a Estados Unidos no le guste el régimen [de Assad], pero no obstante es un régimen acostumbrado a acomodar sus demandas y cualquier alternativa desconocida podría resultar peor en ese sentido”.

Bauer ofrece una explicación de por qué Obama lanzó el programa de la CIA en el verano de 2013. “La decisión de armar directamente a los rebeldes en el verano de 2013 puede estar relacionada tanto con el aumento de una guerra subsidiaria contra Irán como con el uso de armas químicas por parte de Assad. Durante más de un año, el Ejército Sirio Libre había controlado Al Qusayr, una ciudad de importancia estratégica cerca de la frontera libanesa y de la carretera entre Damasco y el puerto de Tartus. En mayo de 2013, Al Qusayr fue objeto de un asalto dirigido no por el ejército sirio, sino por Hezbolá, la milicia libanesa con décadas de experiencia en la guerra de guerrillas. En menos de tres semanas, Al Qusayr cayó en manos del régimen. Fue la primera gran ofensiva de Hezbolá en Siria, y muchos sirios se sintieron traicionados al ver que una organización que habían venerado por su oposición a Israel actuaba ahora como ocupante. Miles de combatientes de Hezbolá habrían entrado en el país para ayudar al régimen a retomar Alepo y otros bastiones de la oposición. En Washington, la participación de Hezbolá fue vista como una prueba de que Irán ponía el dedo en la llaga… En junio de 2013, un mes después de que comenzara el ataque de Hezbolá, la Casa Blanca hizo públicas las conclusiones de los servicios de inteligencia sobre las armas químicas y Obama decidió armar a los rebeldes.»

Los hechos son correctos. La especulación es coherente, aunque no conozco ninguna prueba de ello. Pero una explicación más sencilla podría ser que Estados Unidos e Israel querían mantener a Assad débil, aunque permaneciera en el poder. Pero no veo mucho sentido en debatir una decisión política sobre la que no tenemos pruebas.

Muchos activistas sostienen que la oposición se vio obligada a tomar las armas debido a la brutalidad de Assad y tuvo que conseguir armas donde fuera para defenderse.

Se puede discutir si la CIA debería haber enviado armas o no. No me pronuncié entonces a ese respecto, por lo que no tengo una opinión relevante en ese debate.

El tema del papel estadounidense en Siria dividió a la izquierda estadounidense, más o menos entre los que se centraron exclusivamente en el programa de la CIA y su impacto, y los que se centraron exclusivamente en la naturaleza pro-Assad de la política estadounidense en los primeros días del levantamiento. ¿Tiene alguna opinión sobre estos desacuerdos?

Sinceramente, no veo el desacuerdo. Que yo sepa, pocos no se me ocurre ningunohan discutido el componente pro-Assad de la política estadounidense-israelí, es decir, la negativa a llevar sus fuerzas al sur para aliviar a la oposición. Después de eso, la política estadounidense vaciló según las circunstancias.

El único desacuerdo que veo es si tenemos que imponer rígidamente una posición pro/anti-Assad a Obama o si podemos considerar cómo se ajustó la política a las circunstancias y, fundamentalmente, sobre si debemos preocuparnos por el destino de los sirios, como lo hicieron [Patrick] Cockburn y Glass cuando advirtieron sobre las consecuencias de enviar armas pesadas a la oposición –con razón, como después se vio.

Otro punto de controversia –que tiene que ver con sus puntos de vista, pero no con el núcleo de sus argumentos, que se recogen más arriba, sino con la forma en que los presenta– parece ser su énfasis en la legalidad de lo que hicieron Irán y Rusia. Lo que usted dice es correcto –las intervenciones iraní y rusa no fueron actos de agresión– pero no parece significativo. Muchos activistas, entre los que me incluyo, se preguntan por qué lo menciona. El núcleo de su argumento no se ve afectado por la legalidad de lo que hicieron Irán y Rusia. En todo caso, como indican muchas de las reacciones, está claro que distrae a la gente de las cuestiones fundamentales.

Que yo recuerde, una vez respondí a la afirmación de que la intervención ruso-iraní era ilegal señalando que no lo era. Esa frase reafirma mi convencimiento de la legalidad de lo que hicieron. Por lo demás, siempre he condenado su decisivo papel en las horrendas atrocidades que se cometieron.

En respuesta a los berrinches que provocó esta afirmación, la he reiterado ocasionalmente.

Comparte esto:

Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo 

Esta entrevista con el mundialmente conocido y destacado disidente Noam Chomsky tiene dos objetivos. El principal es comprender el papel de EE.UU. en uno de los conflictos más sangrientos del siglo XXI, la guerra civil siria.

Si bien abundan los análisis sobre esta guerra civil, hay cierta confusión sobre la naturaleza exacta de la implicación estadounidense en la misma. En primer lugar, aunque los hechos sugieren que el papel de EE.UU. en la guerra civil siria fue relativamente marginal comparada con la de otros actores, como el gobierno de Assad y quienes le respaldaban, fundamentalmente Irán y Rusia, esta idea se opone a la creencia por parte de sectores de la izquierda contraria a la guerra de que dicha implicación fue prominente. En segundo lugar, hay una enorme diferencia entre la participación de Estados Unidos en la guerra civil siria y su participación en las regiones kurdas del noreste de Siria. Mientras la primera se produjo mediante una combinación de inacción y de operaciones encubiertas patrocinadas por la CIA, sin participación directa del ejército, la segunda estuvo basada en políticas promovidas por el Pentágono y que implicaban directamente al ejército de EE.UU., principalmente para combatir al ISIS (Estado Islámico). De hecho, algunos informes sugieren que ambas operaciones, cuando coexistieron, también provocaron cierta confusión sobre el terreno. Mientras la CIA ofrecía apoyo a los grupos rebeldes que combatían a Assad, el Pentágono aceptó apoyar a ciertos grupos con la condición de que lucharan contra el ISIS, no contra Assad. En tercer lugar, aunque en esta entrevista nos centremos específicamente en la guerra civil siria, la política estadounidense cambió con el tiempo, en función de las circunstancias de la guerra. Así, aunque el papel de EE.UU. en la guerra civil siria fue relativamente marginal, como hemos señalado, el examen del mismo tiene cierto interés.

Otro objetivo secundario de la entrevista es el siguiente. Ha habido cierta controversia sobre las opiniones de Noam Chomsky sobre Siria. Dado que el lingüista y disidente no ha abundado en sus comentarios sobre Siria, la polémica es desconcertante. Parece estar basada en citas fragmentadas de sus entrevistas sacadas de contexto, más que en un análisis de sus principales argumentos. Por tanto, esta entrevista es un intento de captar las principales ideas de Chomsky sobre la implicación de EE.UU. en la guerra civil siria. Sus opiniones son necesariamente breves debido a la naturaleza relativamente marginal  de la participación estadounidense. No obstante, este entrevistador las encuentra interesantes y originales. Las personas que critican dichas opiniones pueden al menos examinar sus ideas en conjunto y decidir por sí mismos la naturaleza exacta de su discrepancia. Quienes la lean con mente abierta podrían sorprenderse al descubrir puntos en común.

Antes de dar paso a la entrevista permítanme algunos comentarios. En primer lugar, todos los analistas serios coinciden en que la gran mayoría de los crímenes de la guerra civil fue cometida por el régimen de Assad y los países que lo apoyaron, principalmente Rusia e Irán. Esta entrevista no profundiza en dicho punto. En segundo lugar, el papel de EE.UU. en Siria ha sido analizado en profundidad por el periodista Shane Bauer en su detallado trabajo para la revista Mother Jones. La presente entrevista pretende complementar las informaciones de Bauer con análisis adicionales.

Raghav Kaushik: Comencemos por analizar la respuesta inicial de Estados Unidos al alzamiento sirio.

Noam Chomsky: En las primeras fases de la oposición al régimen salvaje de Assad, Estados Unidos se mantuvo aparte. Tenía una manera muy sencilla de apoyar a la oposición que no acarreaba los evidentes riesgos de una confrontación directa (concretamente, meter en el conflicto a los rusos y aumentar las atrocidades). La manera más sencilla era animar a Israel a movilizar sus fuerzas armadas a lo largo de la frontera septentrional, algo que no provocaría objeciones por parte de la comunidad internacional y que obligaría al régimen a retirar sus fuerzas de una serie de posiciones de primera línea, aliviando así las presiones sobre la oposición. No se hizo así, aparentemente nunca llegó a considerarse.

Según algunos informes, mientras Estados Unidos apoyaba considerablemente a Assad de esta manera, la CIA montó una pequeña operación en apoyo de la oposición. Si así fuera, la conjetura más probable es que Estados Unidos (e Israel, obviamente) querían asegurarse de que Assad quedara debilitado, aunque saliera victorioso.

En relación con la política de Estados Unidos en Siria, Gilbert Achcar afirma: “Ahora bien, ¿cuál ha sido la intervención más importante de la Administración Obama en Siria? Para responder a esta pregunta comparemos su actitud hacia la oposición con el modo en que se relacionó con los muyahidines que combatían la ocupación soviética en Afganistán. Washington, junto al reino alauita y el ejército pakistaní, apoyaba a los muyahidines. Es sabido que les armó con misiles antiaéreos Stinger. Pero EE.UU. no solo no entregó esa clase de armamento a los rebeldes sirios –ni  siquiera en 2012, cuando todavía prevalecía lo que podría describirse como oposición democrática–, sino que llegó a prohibir a sus aliados regionales que lo hicieran. Turquía fabrica misiles Stinger bajo licencia estadounidense, pero no se le autorizó a entregar ni uno a la oposición siria, como tampoco se les autorizó a las monarquías árabes. Esa fue la intervención decisiva de Estados Unidos en el conflicto sirio. Y eso es lo que permitió seguir en el poder al régimen de Bashar al-Assad. Pudo mantener el monopolio del dominio aéreo, llegando incluso a arrojar bombas de racimo desde helicópteros, una clase de bombardeo de lo más indiscriminado y devastador”. ¿Está de acuerdo con la valoración de Achcar? 

Creo que Achcar tiene razón en este punto. Sería interesante estudiar por qué EE.UU. tomo esa decisión. Pero creo que las reservas de la Administración Obama sobre la entrega de misiles Stinger a la oposición forman parte de una preocupación más general. Esos misiles son fácilmente transportables, y si caen en las manos equivocadas podrían suponer una gran amenaza para la aviación comercial. Por el contrario, dirigir a las tropas de Assad hacia la frontera meridional no suponía ninguna amenaza. El hecho de que no lo hicieran es la mayor prueba de que Estados Unidos e Israel no se oponían a la permanencia de Assad en el poder. 

Hablemos ahora de la política estadounidense posterior a los atentados del 11-S, específicamente del programa de armamento de la CIA a los rebeldes. Todos los informes, por ejemplo el de Shane Bauer, evidencian que (1) se trataba de un gran programa de 1.000 millones de dólares, una de las mayores operaciones encubiertas de la CIA, (2) muy letal, pues suministraba a la oposición misiles antitanque TOW (lanzados por tubo, con seguimiento óptico y guiados por radio), y (3) anti-Assad en sus objetivos.

Está bastante claro que, unos años más tarde, Obama se unió a sus principales aliados europeos y decidió que Assad podría ser destituido. Está claro que para entonces la CIA estaba enviando armas antitanque avanzadas que bloqueaban las acciones ofensivas del ejército de Assad, desestimando las advertencias de los corresponsales en el terreno (y de cualquiera que se molestara en pensar) de que esto podría provocar una intervención directa de Rusia, destruyendo las armas y escalando duramente las atrocidades. Como sucedió. Llegados a este punto, Obama se echó atrás, con la intención de no provocar una probable guerra nuclear.

Curiosamente, el artículo de Bauer indica que lo que acaba de describir no era solo la posición de los periodistas sobre el terreno, sino que también lo entendía así la propia Casa Blanca. Bauer entrevistó a Philip Gordon, coordinador de la Casa Blanca para Oriente Medio entre 2013 y 2015. Esto es lo que Gordon afirmó en relación con la intervención rusa: “Era la continuación lógica de lo que ya habíamos visto, es decir, que cuanto más intervengamos, más intervendrán ellos”.

Un comentario muy interesante de Gordon.

En su opinión, ¿cuál fue la motivación del programa de la CIA? Como usted afirmó en el pasado y confirman sus declaraciones anteriores, “puede que a Estados Unidos no le guste el régimen [de Assad], pero no obstante es un régimen acostumbrado a acomodar sus demandas y cualquier alternativa desconocida podría resultar peor en ese sentido”.

Bauer ofrece una explicación de por qué Obama lanzó el programa de la CIA en el verano de 2013. “La decisión de armar directamente a los rebeldes en el verano de 2013 puede estar relacionada tanto con el aumento de una guerra subsidiaria contra Irán como con el uso de armas químicas por parte de Assad. Durante más de un año, el Ejército Sirio Libre había controlado Al Qusayr, una ciudad de importancia estratégica cerca de la frontera libanesa y de la carretera entre Damasco y el puerto de Tartus. En mayo de 2013, Al Qusayr fue objeto de un asalto dirigido no por el ejército sirio, sino por Hezbolá, la milicia libanesa con décadas de experiencia en la guerra de guerrillas. En menos de tres semanas, Al Qusayr cayó en manos del régimen. Fue la primera gran ofensiva de Hezbolá en Siria, y muchos sirios se sintieron traicionados al ver que una organización que habían venerado por su oposición a Israel actuaba ahora como ocupante. Miles de combatientes de Hezbolá habrían entrado en el país para ayudar al régimen a retomar Alepo y otros bastiones de la oposición. En Washington, la participación de Hezbolá fue vista como una prueba de que Irán ponía el dedo en la llaga… En junio de 2013, un mes después de que comenzara el ataque de Hezbolá, la Casa Blanca hizo públicas las conclusiones de los servicios de inteligencia sobre las armas químicas y Obama decidió armar a los rebeldes.»

Los hechos son correctos. La especulación es coherente, aunque no conozco ninguna prueba de ello. Pero una explicación más sencilla podría ser que Estados Unidos e Israel querían mantener a Assad débil, aunque permaneciera en el poder. Pero no veo mucho sentido en debatir una decisión política sobre la que no tenemos pruebas.

Muchos activistas sostienen que la oposición se vio obligada a tomar las armas debido a la brutalidad de Assad y tuvo que conseguir armas donde fuera para defenderse.

Se puede discutir si la CIA debería haber enviado armas o no. No me pronuncié entonces a ese respecto, por lo que no tengo una opinión relevante en ese debate.

El tema del papel estadounidense en Siria dividió a la izquierda estadounidense, más o menos entre los que se centraron exclusivamente en el programa de la CIA y su impacto, y los que se centraron exclusivamente en la naturaleza pro-Assad de la política estadounidense en los primeros días del levantamiento. ¿Tiene alguna opinión sobre estos desacuerdos?

Sinceramente, no veo el desacuerdo. Que yo sepa, pocos no se me ocurre ningunohan discutido el componente pro-Assad de la política estadounidense-israelí, es decir, la negativa a llevar sus fuerzas al sur para aliviar a la oposición. Después de eso, la política estadounidense vaciló según las circunstancias.

El único desacuerdo que veo es si tenemos que imponer rígidamente una posición pro/anti-Assad a Obama o si podemos considerar cómo se ajustó la política a las circunstancias y, fundamentalmente, sobre si debemos preocuparnos por el destino de los sirios, como lo hicieron [Patrick] Cockburn y Glass cuando advirtieron sobre las consecuencias de enviar armas pesadas a la oposición –con razón, como después se vio.

Otro punto de controversia –que tiene que ver con sus puntos de vista, pero no con el núcleo de sus argumentos, que se recogen más arriba, sino con la forma en que los presenta– parece ser su énfasis en la legalidad de lo que hicieron Irán y Rusia. Lo que usted dice es correcto –las intervenciones iraní y rusa no fueron actos de agresión– pero no parece significativo. Muchos activistas, entre los que me incluyo, se preguntan por qué lo menciona. El núcleo de su argumento no se ve afectado por la legalidad de lo que hicieron Irán y Rusia. En todo caso, como indican muchas de las reacciones, está claro que distrae a la gente de las cuestiones fundamentales.

Que yo recuerde, una vez respondí a la afirmación de que la intervención ruso-iraní era ilegal señalando que no lo era. Esa frase reafirma mi convencimiento de la legalidad de lo que hicieron. Por lo demás, siempre he condenado su decisivo papel en las horrendas atrocidades que se cometieron.

En respuesta a los berrinches que provocó esta afirmación, la he reiterado ocasionalmente.

-Publicidad-spot_img

Lo más leído