Cuando el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dé su discurso del Estado de la Unión el martes, tendrá mucho de qué ufanarse.
Durante su presidencia se han creado una cantidad récord de trabajos y tiene la tasa de desempleo más baja en más de 50 años. Mientras que los planes de infraestructura de Donald Trump eran motivo de burla, Biden aprobó la mayor inyección de fondos federales en infraestructura en más de una década. Su Ley de Reducción de la Inflación hizo una inversión histórica en energía limpia; el director de la Agencia Internacional de la Energía la describió como la acción climática más importante desde el Acuerdo de París de 2015. (Y, por cierto, la inflación finalmente está bajando). Biden cohesionó a las naciones del mundo occidental para que apoyaran a Ucrania contra la invasión imperialista de Rusia y le puso fin a la larga e infructuosa guerra de Estados Unidos en Afganistán, aunque con una salida atroz e ignominiosa. Su gobierno impuso un tope a los precios de la insulina para las personas mayores, codificó a nivel federal el reconocimiento del matrimonio igualitario y derribó ese globo espía que nos asustó a todos. También, está en camino de nombrar más jueces federales que Trump.
Biden también puede adjudicarse el éxito de que la influencia de Trump esté disminuyendo. Muchos especialistas resoplaron cuando Biden intentó presentar las elecciones de medio término como un referéndum de la amenaza a la democracia estadounidense que representa el movimiento MAGA. Los votantes, no. La derrota en 2022 de candidatos trumpistas como Kari Lake en Arizona y Herschel Walker en Georgia, incluso más que el fracaso electoral de Trump en 2020, convenció a muchos republicanos de que deben dejar atrás a quien fue alguna vez su héroe.
En otras palabras, Biden ha sido un gran presidente. Ha cumplido una cantidad inusual de promesas de campaña. El presidente debería ser celebrado el martes. Pero no debería buscar la reelección.
Se ha reporteado mucho que Biden planea usar el Estado de la Unión para plantear su reelección. Hay una división en el Partido Demócrata sobre si esa decisión es prudente para una persona de 80 años. Los funcionarios demócratas están en gran parte de acuerdo que sí, al menos de manera pública, pero la mayoría de los votantes demócratas no lo están. “Los demócratas dicen que ha hecho un buen trabajo, pero que es demasiado grande”, dijo Sarah Longwell, una estratega republicana anti-Trump que con regularidad organiza grupos de enfoque de votantes. “Al final de su segundo mandato estaría más cerca de los 90 años que de los 80”. Es posible que una encuesta del Washington Post/ABC News refleje esa dinámica: aunque el 78 por ciento de los encuestados demócratas e independientes de tendencia demócrata aprobaron el trabajo que Biden ha hecho como presidente, el 58 por ciento de ellos quiere un candidato diferente para el próximo año.
Los argumentos para seguir con Biden no son menores. Además de su historial exitoso, tiene el beneficio de ya estar en el cargo. Organizar unas elecciones primarias es costoso, agotador y doloroso. Si Biden fuera tan solo unos años más joven, al Partido Demócrata no le convendría pasar por eso.
Pero es difícil ignorar el costo de la edad de Biden, sin importar lo mucho que los demócratas electos lo intenten. De alguna manera, cuanto más simpatices con Biden, más difícil puede ser verlo trastabillar, una propensión que no solo puede explicarse por su tartamudeo. Longwell dijo que los demócratas en su grupo de enfoque mencionaron que contenían la respiración cada vez que el presidente habla. Y aunque Biden pudo hacer campaña de manera virtual en 2020, en 2024 es casi seguro que habrá otra vez un calendario de campaña agotador en el mundo real, que tendría que cumplir mientras también gobierna el país. Es una tarea hercúlea para un hombre de 60 años, y casi imposible para un octogenario.
Si Biden se llegara a enfrentar a Trump, quien cumplirá 78 años el próximo año, la edad podría no importar. Es preocupante que, según la encuesta del Washington Post/ABC, Trump esté ligeramente por delante de Biden en una hipotética revancha, pero los aspectos negativos de Trump tienden acentuarse cuanto su presencia en el ojo público aumenta, y una campaña presidencial generará muchas oportunidades para recordarle a los estadounidenses de su singular malignidad. Pero como hay muchas encuestas que muestran que la popularidad de Trump está disminuyendo, y con la acaudalada red de Koch alineándose en su contra, hay muchas posibilidades de que el contendiente de Biden sea alguien mucho más joven, como Ron DeSantis, quien en 2024 tendrá 46 años. A menos que se produzca un cambio radical en el estado de ánimo del país, los candidatos se disputarán el liderazgo de un Estados Unidos profundamente descontento y desesperado por un cambio. Para los demócratas, el contraste visual, por sí mismo, podría ser devastador.
A muchos demócratas les preocupa que si Biden se hace a un lado, la candidatura será para la vicepresidenta, Kamala Harris, quien tiene números deficientes en las encuestas. Pero los demócratas tienen varias alternativas, que incluyen a políticos que han ganado en estados pendulares importantes, como la gobernadora de Míchigan, Gretchen Whitmer, y el senador por Georgia Raphael Warnock. Biden dijo que quería ser un puente para la próxima generación de demócratas. Hay muchas opciones prometedoras que están calificadas para cruzarlo. Una elección primaria le dará al Partido Demócrata la oportunidad de encontrar al candidato adecuado para este momento.
La última vez que escribí sobre Biden y su edad avanzada, el presidente no estaba en su mejor momento: la inflación estaba descontrolada y su agenda de Build Back Better permanecía estancada. Si en ese momento Biden hubiera anunciado que no buscaría la reelección, probablemente habría parecido la admisión de un fracaso. Ahora, su legado político parece más seguro. Lo consolidaría si tiene la sabiduría, pocas veces vista, de saber cuándo ha llegado el momento de anunciar una despedida, no un relanzamiento.
Por: Michelle Goldberg