No menu items!
-Publicidad-spot_img

Un minuto de silencio

Comparte esto:

El 11 de septiembre debe ser declarado día de Duelo Nacional, con un minuto de silencio que atraviese todas las fronteras y todas las oficinas, edificios públicos y embajadas de Chile con sus banderas de luto, a media asta, con crespones negros,

Monumento en homenaje a los desaparecidos y políticos asesinados bajo la dictadura de Augusto Pinochet en Santiago de Chile.FRÉDÉRIC SOLTAN (GETTY IMAGES)

¿DÓNDE ESTÁS?

¿DÓNDE ESTÁN?

¿DÓNDE?

¿DÓNDE? ¿DÓNDE?

He imaginado aviones trazando esas preguntas con letras de humo negro en el cielo. He imaginado cientos de interrogaciones similares tendiéndose una y otra vez sobre Chile en expresión de luto y de dolor infinito. De dolor por cada una de las víctimas y los familiares de las víctimas, por los que aún buscan a sus desaparecidos, por cada una de las miles y miles de mujeres heroicas; esposas, madres, hijas, abuelas, que golpearon incontables puertas para que se les diera una respuesta que nunca les fue dada. La imagen de esos aviones y sus estelas de humo negro rayando el cielo no duró más que unos segundos, pero fue tan nítida y real que llegué a creer que al levantar la vista la vería.

Como digo, fue solo una fantasmagoría casi instantánea, pero la volví a la recordar al oír a un reconocido actor chileno, Rodrigo Bastidas, quien al preguntársele en una entrevista sobre esa frase de la democracia y la memoria y el futuro, que es la que se está tratando de instalar como epicentro de los 50 años que se cumplen del golpe militar en Chile, respondió que no, que nadie puede irle a decir a una persona que lo único que espera antes de morir es poder besar los huesos de su hijo, que de lo que se trata ahora es que la democracia es igual a la memoria más el futuro, que después habrá tiempo para conceptualizar, teorizar, dirimir o lo que se quiera sobre esas palabras o cualquier otra, pero no el 11 de septiembre, no ese día, porque ese día es de ellos.

Porque una conmemoración jamás se podrá adecuar a nada, a ninguna circunstancia ni coyuntura, porque ella es la cara eterna de ese día que sobrevive y sobrevivirá a todos los escamoteos, incluso a los escamoteos del negacionismo y del olvido. Es por eso también que el discurso de Salvador Allende emitido por radio Magallanes minutos antes de su muerte toca lo sublime y millones y millones de seres humanos lloran cada vez que lo escuchan. Y lloran y lloramos porque por esas palabras, por ese “mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”, el triunfo del fascismo no fue absoluto ni nunca lo será.

Ese es el futuro y esa es la memoria. Por eso la respuesta el 11 de septiembre es de ellos, resulta tan sobrecogedora, porque finalmente no se trata de un simple slogan, sino de algo mucho más incolmable y profundo: se trata de la soledad de un ser humano con su dolor. La sola imagen de una mujer dejando unas flores en el Patio 19 rompe todas las categorías y conceptos y se une a millones de víctimas de todas las dictaduras, tiranías, guerras y genocidios de la historia, y lo que menos se puede pedir en un país como el nuestro cuyo palacio de Gobierno fue bombardeado, y que contribuyó por 17 años con una parte no menor al horror del mundo, es que no intente responder a ese horror con una frase que muchos piensan que debió ser otra.

Es así. No hay casi una ciudad en el mundo que no tenga una calle o una plaza que se llame Salvador Allende y sin embargo acá, a medida que se acerca el 11 de septiembre es como si se le intentara cancelar. De hecho, al igual que al poeta asesinado, Pablo Neruda, en los discursos oficiales se le nombra cada vez menos, como si pudiera ser posible conmemorar, en nuestro aquí y ahora, los 50 años del golpe de Estado en Chile sin Salvador Allende, quien defendió con su vida precisamente la democracia, como si se pudiese conmemorar ese día sin la grandeza descomunal y trágica de su sacrificio.

Vuelvo entonces a esos dónde, dónde, dónde, porque esa única pregunta y su respuesta muda derrumba todas los clichés y esloganes diciéndonos que mientras haya un ser humano, uno solo, buscando a sus desaparecidos, jamás habrá paz sobre esta tierra.

Por consideración y respeto a todas ellas y ellos y a nosotros, a nuestro aquí y ahora y a nuestra memoria, el 11 de septiembre debe ser declarado día de Duelo Nacional, con un minuto de silencio que atraviese todas las fronteras y todas las oficinas, edificios públicos y embajadas de Chile con sus banderas de luto, a media asta, con crespones negros.

Son muchos los que no comprenderían que no fuera así.

Por: Raúl Zurita

Comparte esto:

El 11 de septiembre debe ser declarado día de Duelo Nacional, con un minuto de silencio que atraviese todas las fronteras y todas las oficinas, edificios públicos y embajadas de Chile con sus banderas de luto, a media asta, con crespones negros,

Monumento en homenaje a los desaparecidos y políticos asesinados bajo la dictadura de Augusto Pinochet en Santiago de Chile.FRÉDÉRIC SOLTAN (GETTY IMAGES)

¿DÓNDE ESTÁS?

¿DÓNDE ESTÁN?

¿DÓNDE?

¿DÓNDE? ¿DÓNDE?

He imaginado aviones trazando esas preguntas con letras de humo negro en el cielo. He imaginado cientos de interrogaciones similares tendiéndose una y otra vez sobre Chile en expresión de luto y de dolor infinito. De dolor por cada una de las víctimas y los familiares de las víctimas, por los que aún buscan a sus desaparecidos, por cada una de las miles y miles de mujeres heroicas; esposas, madres, hijas, abuelas, que golpearon incontables puertas para que se les diera una respuesta que nunca les fue dada. La imagen de esos aviones y sus estelas de humo negro rayando el cielo no duró más que unos segundos, pero fue tan nítida y real que llegué a creer que al levantar la vista la vería.

Como digo, fue solo una fantasmagoría casi instantánea, pero la volví a la recordar al oír a un reconocido actor chileno, Rodrigo Bastidas, quien al preguntársele en una entrevista sobre esa frase de la democracia y la memoria y el futuro, que es la que se está tratando de instalar como epicentro de los 50 años que se cumplen del golpe militar en Chile, respondió que no, que nadie puede irle a decir a una persona que lo único que espera antes de morir es poder besar los huesos de su hijo, que de lo que se trata ahora es que la democracia es igual a la memoria más el futuro, que después habrá tiempo para conceptualizar, teorizar, dirimir o lo que se quiera sobre esas palabras o cualquier otra, pero no el 11 de septiembre, no ese día, porque ese día es de ellos.

Porque una conmemoración jamás se podrá adecuar a nada, a ninguna circunstancia ni coyuntura, porque ella es la cara eterna de ese día que sobrevive y sobrevivirá a todos los escamoteos, incluso a los escamoteos del negacionismo y del olvido. Es por eso también que el discurso de Salvador Allende emitido por radio Magallanes minutos antes de su muerte toca lo sublime y millones y millones de seres humanos lloran cada vez que lo escuchan. Y lloran y lloramos porque por esas palabras, por ese “mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”, el triunfo del fascismo no fue absoluto ni nunca lo será.

Ese es el futuro y esa es la memoria. Por eso la respuesta el 11 de septiembre es de ellos, resulta tan sobrecogedora, porque finalmente no se trata de un simple slogan, sino de algo mucho más incolmable y profundo: se trata de la soledad de un ser humano con su dolor. La sola imagen de una mujer dejando unas flores en el Patio 19 rompe todas las categorías y conceptos y se une a millones de víctimas de todas las dictaduras, tiranías, guerras y genocidios de la historia, y lo que menos se puede pedir en un país como el nuestro cuyo palacio de Gobierno fue bombardeado, y que contribuyó por 17 años con una parte no menor al horror del mundo, es que no intente responder a ese horror con una frase que muchos piensan que debió ser otra.

Es así. No hay casi una ciudad en el mundo que no tenga una calle o una plaza que se llame Salvador Allende y sin embargo acá, a medida que se acerca el 11 de septiembre es como si se le intentara cancelar. De hecho, al igual que al poeta asesinado, Pablo Neruda, en los discursos oficiales se le nombra cada vez menos, como si pudiera ser posible conmemorar, en nuestro aquí y ahora, los 50 años del golpe de Estado en Chile sin Salvador Allende, quien defendió con su vida precisamente la democracia, como si se pudiese conmemorar ese día sin la grandeza descomunal y trágica de su sacrificio.

Vuelvo entonces a esos dónde, dónde, dónde, porque esa única pregunta y su respuesta muda derrumba todas los clichés y esloganes diciéndonos que mientras haya un ser humano, uno solo, buscando a sus desaparecidos, jamás habrá paz sobre esta tierra.

Por consideración y respeto a todas ellas y ellos y a nosotros, a nuestro aquí y ahora y a nuestra memoria, el 11 de septiembre debe ser declarado día de Duelo Nacional, con un minuto de silencio que atraviese todas las fronteras y todas las oficinas, edificios públicos y embajadas de Chile con sus banderas de luto, a media asta, con crespones negros.

Son muchos los que no comprenderían que no fuera así.

Por: Raúl Zurita

-Publicidad-spot_img

Lo más leído