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Trump prepara una defensa basada en dilaciones, ataques y victimismo

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Tras el shock inicial, el líder intenta convertir su imputación en activo electoral

Donald Trump afrontó su primera demanda judicial en 1973, a los 27 años. Él y su padre estaban acusados de discriminar a los negros de Nueva York en el alquiler de apartamentos. El joven cachorro de la industria inmobiliaria se dejó aconsejar y enseñar por el exfiscal, abogado y famoso conspirador Roy Cohn, uno de los personajes más oscuros del país, conocido por su intervención crucial en la dudosa acusación que llevó a la silla eléctrica al matrimonio Rosenberg por espionaje, así como por su papel de mano derecha del senador Joseph McCarthy en la caza de brujas contra sospechosos de comunismo.

En su primera reunión con Cohn para planear su defensa, el futuro presidente le dijo, según contaría en su libro El arte de negociar (1987); “No me gustan los abogados… Siempre buscan llegar a un acuerdo en vez de pelear”. Cohn se mostró de acuerdo con él y le animó a replicar a los investigadores “que se vayan al infierno y peleen en los tribunales”. La idea era: cuando te ataquen, responde con una ofensiva mucho mayor. En aquel caso, la contraofensiva de Cohn y Trump consistió en una demanda de 100 millones de dólares contra el gobierno. El juez la desestimó, pero el empresario y su asesor retrasaron así el procedimiento dos años, durante los cuales Trump consiguió una publicidad masiva. Al final firmó un acuerdo en el que no admitía haber delinquido.

El expresidente prevé hacer una declaración el martes en Florida después de que le lean los cargos

Aquel primer caso serviría a Trump como libro de jugadas en todos los litigios en los que se vería envuelto desde entonces, que no serían pocos; según él mismo declaró en el 2012. Para entonces había prestado ya cien declaraciones y otros tantos testimonios en procedimientos de todo tipo.

Y 50 años después de aquel primer asunto, parece difícil que el líder republicano pueda sobrevivir a causas tan graves como la de su intervención en el asalto al Capitolio, los intentos de falsear las elecciones del 2020, la ocultación en su casa de cientos de documentos secretos… o el soborno de 130.000 dólares a la actriz porno Stormy Daniels para que no hable de la relación que mantuvo con ella en el 2016. Por este último hecho acaba de obtener el nada honroso título de primer presidente del país imputado penalmente. Pero Trump ya ha dejado claro que luchará hasta el final.

Atacar, retrasar, aparecer como víctima y volver el proceso a su favor, como activo electoral para las presidenciales del 2024, son los elementos principales de la estrategia que ya ha empezado a prefigurar con sus abogados, Joe Tacopina y Susan Necheles.

El expresidente y su defensa se presentarán mañana martes ante el juez Juan Merchan para que el equipo de fiscales encabezado por Alvin Bragg le lea los cargos relacionados con el soborno, que pueden ser más de 30. “ Merchan me odia”. Bragg es “un animal” que actúa como “un psicópata degenerado”, ha dicho Trump del juez y el fiscal. Y es previsible que este tipo de acometidas, así como las quejas de “persecución política”, continúen en los próximos días.

Después de esa lectura de cargos en una sede judicial de Nueva York, donde antes le habrán tomado las huellas y fichado, el exmandatario prevé volver a su casa de Florida para hacer una declaración. Será, con toda probabilidad, una sonora proclamación de inocencia con atribución de culpas a los promotores de la imputación bajo el principio de que la mejor defensa es un arrollador ataque. Será, al mismo tiempo, un acto de campaña electoral; una campaña de martirologio que arranca como un Viacrucis, en plena Semana Santa, sólo que con un Donald Trump muy poco dispuesto a ser crucificado.

Un seguidor de Trump agita una gorra de su campaña delante de su casa deMar-a-Lago, en Florida
AP Photo/Lynne Sladky

Fuente: La Vanguardia

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Tras el shock inicial, el líder intenta convertir su imputación en activo electoral

Donald Trump afrontó su primera demanda judicial en 1973, a los 27 años. Él y su padre estaban acusados de discriminar a los negros de Nueva York en el alquiler de apartamentos. El joven cachorro de la industria inmobiliaria se dejó aconsejar y enseñar por el exfiscal, abogado y famoso conspirador Roy Cohn, uno de los personajes más oscuros del país, conocido por su intervención crucial en la dudosa acusación que llevó a la silla eléctrica al matrimonio Rosenberg por espionaje, así como por su papel de mano derecha del senador Joseph McCarthy en la caza de brujas contra sospechosos de comunismo.

En su primera reunión con Cohn para planear su defensa, el futuro presidente le dijo, según contaría en su libro El arte de negociar (1987); “No me gustan los abogados… Siempre buscan llegar a un acuerdo en vez de pelear”. Cohn se mostró de acuerdo con él y le animó a replicar a los investigadores “que se vayan al infierno y peleen en los tribunales”. La idea era: cuando te ataquen, responde con una ofensiva mucho mayor. En aquel caso, la contraofensiva de Cohn y Trump consistió en una demanda de 100 millones de dólares contra el gobierno. El juez la desestimó, pero el empresario y su asesor retrasaron así el procedimiento dos años, durante los cuales Trump consiguió una publicidad masiva. Al final firmó un acuerdo en el que no admitía haber delinquido.

El expresidente prevé hacer una declaración el martes en Florida después de que le lean los cargos

Aquel primer caso serviría a Trump como libro de jugadas en todos los litigios en los que se vería envuelto desde entonces, que no serían pocos; según él mismo declaró en el 2012. Para entonces había prestado ya cien declaraciones y otros tantos testimonios en procedimientos de todo tipo.

Y 50 años después de aquel primer asunto, parece difícil que el líder republicano pueda sobrevivir a causas tan graves como la de su intervención en el asalto al Capitolio, los intentos de falsear las elecciones del 2020, la ocultación en su casa de cientos de documentos secretos… o el soborno de 130.000 dólares a la actriz porno Stormy Daniels para que no hable de la relación que mantuvo con ella en el 2016. Por este último hecho acaba de obtener el nada honroso título de primer presidente del país imputado penalmente. Pero Trump ya ha dejado claro que luchará hasta el final.

Atacar, retrasar, aparecer como víctima y volver el proceso a su favor, como activo electoral para las presidenciales del 2024, son los elementos principales de la estrategia que ya ha empezado a prefigurar con sus abogados, Joe Tacopina y Susan Necheles.

El expresidente y su defensa se presentarán mañana martes ante el juez Juan Merchan para que el equipo de fiscales encabezado por Alvin Bragg le lea los cargos relacionados con el soborno, que pueden ser más de 30. “ Merchan me odia”. Bragg es “un animal” que actúa como “un psicópata degenerado”, ha dicho Trump del juez y el fiscal. Y es previsible que este tipo de acometidas, así como las quejas de “persecución política”, continúen en los próximos días.

Después de esa lectura de cargos en una sede judicial de Nueva York, donde antes le habrán tomado las huellas y fichado, el exmandatario prevé volver a su casa de Florida para hacer una declaración. Será, con toda probabilidad, una sonora proclamación de inocencia con atribución de culpas a los promotores de la imputación bajo el principio de que la mejor defensa es un arrollador ataque. Será, al mismo tiempo, un acto de campaña electoral; una campaña de martirologio que arranca como un Viacrucis, en plena Semana Santa, sólo que con un Donald Trump muy poco dispuesto a ser crucificado.

Un seguidor de Trump agita una gorra de su campaña delante de su casa deMar-a-Lago, en Florida
AP Photo/Lynne Sladky

Fuente: La Vanguardia

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