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Todo lo que crees saber sobre el origen de la civilización es falso

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En ‘El amanecer de todo’, el fallecido antropólogo David Graeber y el arqueólogo David Wengrow ofrecen una imagen absolutamente nueva y radical del pasado; hablamos con el segundo

La Prehistoria de la humanidad es un mapa en blanco casi sin referencias. Decenas de miles de años previos a la invención de la escritura con restos escasos y dispersos, donde las afirmaciones categóricas sobre los modos de vida de nuestros antepasados debieran estar fuera de lugar. Cómo es posible entonces que una serie de bestsellers sobre el origen de la civilización hayan tenido tanto éxito en los últimos años plagados de explicaciones elocuentes acerca del surgimiento de la agricultura, de la jerarquía, del estado, o de la civilización en su conjunto cuyas ondas concéntricas llegan hasta el presente. 

El antropólogo David Graeber y el arqueólogo David Wengrow defienden en ‘El amanecer de todo: una nueva historia de la humanidad’ (Ariel) que lo que estos libros nos han contado, los de Steven PinkerYuval Noah Harari o Jared Diamond es falso, no son más que nuevos mitos para los urbanitas del siglo XXI que además reciclan, sin su originalidad ni su magia, las ideas de pensadores de hace tres siglos.

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‘El amanecer de todo’ (Crítica)

Graeber y Wengrow trabajaron este libro impresionante, tal vez el más radical e impactante de los que se hayan publicado en mucho tiempo, durante una década y, justo cuando lo terminaron al fin, el primero murió sorpresivamente el 2 de septiembre de 2020, a los 59 años. «Graeber», recuerda Wengrow, «era mucho más que un antropólogo. Era un activista e intelectual público de reputación internacional que intentaba vivir de acuerdo con sus ideas de justicia social». Ahora Wengrow se ha quedado solo para defender un trabajo colectivo y, cuando nos encontramos con él en su visita a Madrid, lo hace con tanta beligerancia como buen humor. 

PREGUNTA. Si Engels escribió el ‘Anti-Dhuring’, y Deleuze y Guattari escribieron, el ‘Anti-Edipo’, ¿Graeber y usted has escrito el ‘Anti-Pinker’? Porque, veamos, defienden que los bestsellers de Diamond, Fukuyama, Harari o Pinker no es que sean erróneos, es que son tonterías…Audiolibros y podcastPrueba gratis durante 30 días miles de audiolibros y podcast originalesEmpezar a escuchar

RESPUESTA. Sí, en realidad si se fija usted en un libro como ‘Los ángeles que llevamos dentro’ de Steven Pinker, encuentra una especie de ‘neoHobbes’ estilizado. Y si observa ‘Los orígenes del orden político’, de Francis Fukuyama, comprobará que anda siempre mirando atrás siguiendo a Rousseau. Es como si el tipo de personas que escriben estos libros solo fueran capaces de urdir versiones modernas de lo que escribieron aquellas dos grandes mentes de hace tres siglos: Hobbes y Rousseau. Pero hay un problema… ¡básicamente dicen lo mismo! Jajaja. En el siglo XVIII era original, subversivo y excitante, pero si sigues diciendo lo mismo hoy lo único que demuestras es que no eres nada original. No hemos escrito un libro anti nadie, porque esas simplificaciones de las que hablamos ni siquiera lo merecen. 

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Wengrow y Graeber (Kalpesh Lathigra) 

P. Estos autores aseguran que se basan en un montón de datos nuevos. También venden, por cierto, un montón de libros con sus relatos sobre el origen de la civilización…

R. Sus historias sobre el origen de la civilización no sólo son imprecisas sino que no son ni siquiera historia, se trata de nuevos mitos. Como bien señaló Levi-Strauss, el mito no va de precisiones, es un estilo de pensamiento que se sirve de la paradoja de la experiencia humana para ofrecer una resolución que puede ser falsa pero que resulta muy atractiva. Y tiene una función porque, aunque parezca que se refiere a cosas que ocurrieron hace mucho tiempo, en realidad el mito nos habla del presente. Y lo mismo hacen todos estos autores: proporcionar una aparente solución a las paradojas básicas de la vida moderna. 

P. Pero si el registro arqueológico permite dos afirmaciones tan antagónicas, ¿cómo nos tomamos en serio la arqueología? Podemos pensar que vale para justificar cualquier cosa…

R. Soy profesor de arqueología desde hace veinticinco años. La arqueología desarrolló su propio cuerpo de teoría y método así como nuevas técnicas científicas que hoy están muy avanzadas. No hay motivo para que un lingüista, un psicólogo, un geógrafo o un economista sepan nada de esto. Como me ocurre a mí con sus respectivos campos. Pero entonces, ¿no es extraño que la mayoría de estos libros famosos sobre la prehistoria humana y el origen de la civilización no estén escritos por arqueólogos? ¿Ni por antropólogos? Esto no significa que los datos de la arqueología se expliquen por sí solos. No lo hacen. Antes de que tengamos documentos escritos, sólo contamos con evidencias, con objetos y paisajes, pero sin testimonios de ningún tipo. Aquí caben muchas interpretaciones, sin embargo, deben ser interpretaciones constreñidas por las evidencias. Y para la mayoría de mis colegas no lo están, se trata de mitos ya viejos. Sí le confieso que probablemente nosotros los investigadores hemos fracasado al transmitir nuestros hallazgos. Y eso no es culpa de Harari ni de Pinker. 

¿No es extraño que la mayoría de estos libros famosos sobre la prehistoria y el origen de la civilización no estén escritos por arqueólogos?

P. En realidad, lo que ustedes hacen es cambiar las preguntas. Consideran que cuestiones ancestrales como el origen del estado o de la desigualdad, no están bien formuladas y se plantean otras nuevas.

R. Totalmente. Y ese es el objetivo de este libro. No es un proyecto finalizado, David Graeber y yo siempre lo vimos como el primero de una serie de libros futuros que queríamos escribir juntos después de limpiar las telarañas de las ideas viejas y encontrar, precisamente, mejores preguntas. Y con mejores preguntas nos referimos a aquellas que sí podemos empezar a reponer con los nuevos conocimientos que hoy en día sí tenemos. Preguntas que no nos atrapen en formas antiguas de pensar. Igual que John Berger se planteó en su día nuevas formas de mirar el arte, por ejemplo. No sólo hacen faltas más datos sino también nuevas perspectivas que iluminen lo que vamos encontrando. 

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David Wengrow (Antonio Olmos) 

P. La primera afirmación contundente de ‘El amanecer de todo’ asegura que los ideales de la Ilustración europea nacen del encuentro con los nativos americanos. ¡Cómo es posible si no habían leído a Tucídides! ¿Una afirmación tan sorprendente es una provocación? ¿No idealiza también al buen salvaje?

R. Nosotros recogemos las reacciones de algunos de los primeros europeos que viajaron a las primeras colonias americanas, muchos de ellos como misioneros pero también como intelectuales. Aprendían las lenguas nativas para persuadir a los indígenas de la superioridad de la cristiandad y de la civilización europea. Y les sorprendió los argumentos muy complejos que les respondían personas que no solo no habían leído a Tucídides o a Platón, ¡sino que no leían absolutamente nada! Cómo es posible que aquellos salvajes, iroqueses, algonquinos, etc. mantuvieran pensamientos tan sofisticados y también tan humorísticos. Y esto no lo observaron uno o dos europeos sino cientos que luego escribieron sobre ello. La increíble cultura de la argumentación que les sorprendió allí estaba vinculado con el hecho de que no creían en la autoridad coercitiva. Los nativos podían tener jefes pero, como observó un jesuita, el poder de esos jefes residía en su elocuencia, no en sus órdenes. Y piense que los jesuitas no tienen ningún motivo para idealizar a aquellos paganos malvados, al contrario. No idealizaron nada. 

Cómo es posible que aquellos salvajes, iroqueses, algonquinos, etc. mantuvieran pensamientos tan sofisticados y también tan humorísticos

P. Tenemos muy pocos datos sobre los millones de años en los que vivimos en la Prehistoria. Los historiadores se han inventado lo que ocurrió pintando a los hombres de las cavernas como seres simples sin imaginación. Pero ahora defienden ustedes que ni las jerarquías ni las desigualdades que supuestamente trajo la agricultura eran inevitables. Tampoco en sociedades grandes y complejas. Esto va contra todo lo que creíamos saber. ¿Cómo nadie nos lo contó antes?

R. No decimos exactamente que las jerarquías no son inevitables. Probablemente sí lo sean. Queríamos llamar la atención acerca de todas las maneras increíbles y diversas en que las sociedades humanas se han querido organizar. Pero he de decirle que su pregunta es exactamente la misma que me hizo David Graeber hace años. A él le preocupaba mucho la cuestión de la escala. Pensaba que los activistas como él cuando participó en ‘Occupy Wall Street’ tal vez no pudieran llevar su movimiento de la igualdad al conjunto de la sociedad. Y me preguntó si existía alguna evidencia en el registro arqueológico de ciudades más o menos igualitarias. Yo les respondí que sí y le hablé de los restos ciudades ucranianas descubiertas recientemente de hace seis mil años de antigüedad, de la misma época que las primeras metrópolis de Mesopotamia pero aún más grandes, que muestran eso en su configuración urbana, que carecen de templos o palacios. No es un caso aislado. Y él, un hombre culto, me dijo lo mismo que usted: ¡cómo es posible que no lo supiera! 

Llamamos la atención acerca de todas las maneras increíbles y diversas en que las sociedades humanas se han querido organizar

P. Acabemos volviendo al principio. Pinker y compañía defienden con muchos datos -como la esperanza de vida- que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Ustedes responden que los datos no son tan importantes, que lo que hay que hacer es poner a una misma persona en dos sociedades diferentes y preguntarle dónde quiere quedarse. Y defienden que elegiría ser feliz en otro tipo de sociedad aunque muere de apendicitis a los veinte años…

R. En nuestro libro explicamos que esa es una dicotomía falsa. Las elecciones que hacemos no tienen que ver con aceptar o rechazar la civilización, eso es exactamente lo que la historia tradicional nos pide que pensemos. Que si quieres más libertad e igualdad, o eres un soñador o tienes que destruirlo todo para volver a algún tipo de estado de naturaleza. Y ese es exactamente el tipo de daño conceptual que quisimos desmontar. Nunca ha existido un estado natural, se trata de una ilusión. Esta es la pregunta errónea. ¡Sin ofender! Jajaja. 

P. Jajaja. Sabe que a los periodistas nos encanta que nuestros entrevistados nos digan que hemos hecho una buena pregunta y nunca dejamos de reflejarlo en el artículo. Sin embargo, no sé si voy a incluir que dice usted que le he hecho una mala pregunta…

R. Si pudiera irse a vivir a otra sociedad y sufrir un ataque de apendicitis, ¿acaso piensa que observarían cómo muere sin hacer nada? ¡No! ¡Le ayudarían! Ha planteado una observación interesante y divertida y, por desgracia, ¡tal vez sí es una buena pregunta! Sabe, en realidad, donde menos ayuda puedas encontrar en una situación así hoy no es en el Amazonas, es en San Francisco donde miles de ciudadanos viven en un infierno y a nadie le importa. A lo mejor lo que esa pregunta nos dice es que cuando imaginos al salvaje… sólo hablamos de nosotros mismos.

Fuente: El Confidencial

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En ‘El amanecer de todo’, el fallecido antropólogo David Graeber y el arqueólogo David Wengrow ofrecen una imagen absolutamente nueva y radical del pasado; hablamos con el segundo

La Prehistoria de la humanidad es un mapa en blanco casi sin referencias. Decenas de miles de años previos a la invención de la escritura con restos escasos y dispersos, donde las afirmaciones categóricas sobre los modos de vida de nuestros antepasados debieran estar fuera de lugar. Cómo es posible entonces que una serie de bestsellers sobre el origen de la civilización hayan tenido tanto éxito en los últimos años plagados de explicaciones elocuentes acerca del surgimiento de la agricultura, de la jerarquía, del estado, o de la civilización en su conjunto cuyas ondas concéntricas llegan hasta el presente. 

El antropólogo David Graeber y el arqueólogo David Wengrow defienden en ‘El amanecer de todo: una nueva historia de la humanidad’ (Ariel) que lo que estos libros nos han contado, los de Steven PinkerYuval Noah Harari o Jared Diamond es falso, no son más que nuevos mitos para los urbanitas del siglo XXI que además reciclan, sin su originalidad ni su magia, las ideas de pensadores de hace tres siglos.

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‘El amanecer de todo’ (Crítica)

Graeber y Wengrow trabajaron este libro impresionante, tal vez el más radical e impactante de los que se hayan publicado en mucho tiempo, durante una década y, justo cuando lo terminaron al fin, el primero murió sorpresivamente el 2 de septiembre de 2020, a los 59 años. «Graeber», recuerda Wengrow, «era mucho más que un antropólogo. Era un activista e intelectual público de reputación internacional que intentaba vivir de acuerdo con sus ideas de justicia social». Ahora Wengrow se ha quedado solo para defender un trabajo colectivo y, cuando nos encontramos con él en su visita a Madrid, lo hace con tanta beligerancia como buen humor. 

PREGUNTA. Si Engels escribió el ‘Anti-Dhuring’, y Deleuze y Guattari escribieron, el ‘Anti-Edipo’, ¿Graeber y usted has escrito el ‘Anti-Pinker’? Porque, veamos, defienden que los bestsellers de Diamond, Fukuyama, Harari o Pinker no es que sean erróneos, es que son tonterías…Audiolibros y podcastPrueba gratis durante 30 días miles de audiolibros y podcast originalesEmpezar a escuchar

RESPUESTA. Sí, en realidad si se fija usted en un libro como ‘Los ángeles que llevamos dentro’ de Steven Pinker, encuentra una especie de ‘neoHobbes’ estilizado. Y si observa ‘Los orígenes del orden político’, de Francis Fukuyama, comprobará que anda siempre mirando atrás siguiendo a Rousseau. Es como si el tipo de personas que escriben estos libros solo fueran capaces de urdir versiones modernas de lo que escribieron aquellas dos grandes mentes de hace tres siglos: Hobbes y Rousseau. Pero hay un problema… ¡básicamente dicen lo mismo! Jajaja. En el siglo XVIII era original, subversivo y excitante, pero si sigues diciendo lo mismo hoy lo único que demuestras es que no eres nada original. No hemos escrito un libro anti nadie, porque esas simplificaciones de las que hablamos ni siquiera lo merecen. 

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Wengrow y Graeber (Kalpesh Lathigra) 

P. Estos autores aseguran que se basan en un montón de datos nuevos. También venden, por cierto, un montón de libros con sus relatos sobre el origen de la civilización…

R. Sus historias sobre el origen de la civilización no sólo son imprecisas sino que no son ni siquiera historia, se trata de nuevos mitos. Como bien señaló Levi-Strauss, el mito no va de precisiones, es un estilo de pensamiento que se sirve de la paradoja de la experiencia humana para ofrecer una resolución que puede ser falsa pero que resulta muy atractiva. Y tiene una función porque, aunque parezca que se refiere a cosas que ocurrieron hace mucho tiempo, en realidad el mito nos habla del presente. Y lo mismo hacen todos estos autores: proporcionar una aparente solución a las paradojas básicas de la vida moderna. 

P. Pero si el registro arqueológico permite dos afirmaciones tan antagónicas, ¿cómo nos tomamos en serio la arqueología? Podemos pensar que vale para justificar cualquier cosa…

R. Soy profesor de arqueología desde hace veinticinco años. La arqueología desarrolló su propio cuerpo de teoría y método así como nuevas técnicas científicas que hoy están muy avanzadas. No hay motivo para que un lingüista, un psicólogo, un geógrafo o un economista sepan nada de esto. Como me ocurre a mí con sus respectivos campos. Pero entonces, ¿no es extraño que la mayoría de estos libros famosos sobre la prehistoria humana y el origen de la civilización no estén escritos por arqueólogos? ¿Ni por antropólogos? Esto no significa que los datos de la arqueología se expliquen por sí solos. No lo hacen. Antes de que tengamos documentos escritos, sólo contamos con evidencias, con objetos y paisajes, pero sin testimonios de ningún tipo. Aquí caben muchas interpretaciones, sin embargo, deben ser interpretaciones constreñidas por las evidencias. Y para la mayoría de mis colegas no lo están, se trata de mitos ya viejos. Sí le confieso que probablemente nosotros los investigadores hemos fracasado al transmitir nuestros hallazgos. Y eso no es culpa de Harari ni de Pinker. 

¿No es extraño que la mayoría de estos libros famosos sobre la prehistoria y el origen de la civilización no estén escritos por arqueólogos?

P. En realidad, lo que ustedes hacen es cambiar las preguntas. Consideran que cuestiones ancestrales como el origen del estado o de la desigualdad, no están bien formuladas y se plantean otras nuevas.

R. Totalmente. Y ese es el objetivo de este libro. No es un proyecto finalizado, David Graeber y yo siempre lo vimos como el primero de una serie de libros futuros que queríamos escribir juntos después de limpiar las telarañas de las ideas viejas y encontrar, precisamente, mejores preguntas. Y con mejores preguntas nos referimos a aquellas que sí podemos empezar a reponer con los nuevos conocimientos que hoy en día sí tenemos. Preguntas que no nos atrapen en formas antiguas de pensar. Igual que John Berger se planteó en su día nuevas formas de mirar el arte, por ejemplo. No sólo hacen faltas más datos sino también nuevas perspectivas que iluminen lo que vamos encontrando. 

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David Wengrow (Antonio Olmos) 

P. La primera afirmación contundente de ‘El amanecer de todo’ asegura que los ideales de la Ilustración europea nacen del encuentro con los nativos americanos. ¡Cómo es posible si no habían leído a Tucídides! ¿Una afirmación tan sorprendente es una provocación? ¿No idealiza también al buen salvaje?

R. Nosotros recogemos las reacciones de algunos de los primeros europeos que viajaron a las primeras colonias americanas, muchos de ellos como misioneros pero también como intelectuales. Aprendían las lenguas nativas para persuadir a los indígenas de la superioridad de la cristiandad y de la civilización europea. Y les sorprendió los argumentos muy complejos que les respondían personas que no solo no habían leído a Tucídides o a Platón, ¡sino que no leían absolutamente nada! Cómo es posible que aquellos salvajes, iroqueses, algonquinos, etc. mantuvieran pensamientos tan sofisticados y también tan humorísticos. Y esto no lo observaron uno o dos europeos sino cientos que luego escribieron sobre ello. La increíble cultura de la argumentación que les sorprendió allí estaba vinculado con el hecho de que no creían en la autoridad coercitiva. Los nativos podían tener jefes pero, como observó un jesuita, el poder de esos jefes residía en su elocuencia, no en sus órdenes. Y piense que los jesuitas no tienen ningún motivo para idealizar a aquellos paganos malvados, al contrario. No idealizaron nada. 

Cómo es posible que aquellos salvajes, iroqueses, algonquinos, etc. mantuvieran pensamientos tan sofisticados y también tan humorísticos

P. Tenemos muy pocos datos sobre los millones de años en los que vivimos en la Prehistoria. Los historiadores se han inventado lo que ocurrió pintando a los hombres de las cavernas como seres simples sin imaginación. Pero ahora defienden ustedes que ni las jerarquías ni las desigualdades que supuestamente trajo la agricultura eran inevitables. Tampoco en sociedades grandes y complejas. Esto va contra todo lo que creíamos saber. ¿Cómo nadie nos lo contó antes?

R. No decimos exactamente que las jerarquías no son inevitables. Probablemente sí lo sean. Queríamos llamar la atención acerca de todas las maneras increíbles y diversas en que las sociedades humanas se han querido organizar. Pero he de decirle que su pregunta es exactamente la misma que me hizo David Graeber hace años. A él le preocupaba mucho la cuestión de la escala. Pensaba que los activistas como él cuando participó en ‘Occupy Wall Street’ tal vez no pudieran llevar su movimiento de la igualdad al conjunto de la sociedad. Y me preguntó si existía alguna evidencia en el registro arqueológico de ciudades más o menos igualitarias. Yo les respondí que sí y le hablé de los restos ciudades ucranianas descubiertas recientemente de hace seis mil años de antigüedad, de la misma época que las primeras metrópolis de Mesopotamia pero aún más grandes, que muestran eso en su configuración urbana, que carecen de templos o palacios. No es un caso aislado. Y él, un hombre culto, me dijo lo mismo que usted: ¡cómo es posible que no lo supiera! 

Llamamos la atención acerca de todas las maneras increíbles y diversas en que las sociedades humanas se han querido organizar

P. Acabemos volviendo al principio. Pinker y compañía defienden con muchos datos -como la esperanza de vida- que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Ustedes responden que los datos no son tan importantes, que lo que hay que hacer es poner a una misma persona en dos sociedades diferentes y preguntarle dónde quiere quedarse. Y defienden que elegiría ser feliz en otro tipo de sociedad aunque muere de apendicitis a los veinte años…

R. En nuestro libro explicamos que esa es una dicotomía falsa. Las elecciones que hacemos no tienen que ver con aceptar o rechazar la civilización, eso es exactamente lo que la historia tradicional nos pide que pensemos. Que si quieres más libertad e igualdad, o eres un soñador o tienes que destruirlo todo para volver a algún tipo de estado de naturaleza. Y ese es exactamente el tipo de daño conceptual que quisimos desmontar. Nunca ha existido un estado natural, se trata de una ilusión. Esta es la pregunta errónea. ¡Sin ofender! Jajaja. 

P. Jajaja. Sabe que a los periodistas nos encanta que nuestros entrevistados nos digan que hemos hecho una buena pregunta y nunca dejamos de reflejarlo en el artículo. Sin embargo, no sé si voy a incluir que dice usted que le he hecho una mala pregunta…

R. Si pudiera irse a vivir a otra sociedad y sufrir un ataque de apendicitis, ¿acaso piensa que observarían cómo muere sin hacer nada? ¡No! ¡Le ayudarían! Ha planteado una observación interesante y divertida y, por desgracia, ¡tal vez sí es una buena pregunta! Sabe, en realidad, donde menos ayuda puedas encontrar en una situación así hoy no es en el Amazonas, es en San Francisco donde miles de ciudadanos viven en un infierno y a nadie le importa. A lo mejor lo que esa pregunta nos dice es que cuando imaginos al salvaje… sólo hablamos de nosotros mismos.

Fuente: El Confidencial

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