El bombardeo de subvariantes de la variante ómicron del coronavirus se ha sentido como una larga ola. Y han surgido muchas preguntas en medio del bullicio. ¿Estamos ante la aparición de variantes de coronavirus completamente nuevas que son inmunes a las vacunas y a las infecciones anteriores? Si nos seguimos reinfectando, ¿es inevitable que la mayoría de nosotros acabemos por desarrollar COVID-19 prolongado?
La respuesta es no, en resumen.
El Times Una selección semanal de historias en español que no encontrarás en ningún otro sitio, con eñes y acentos. Get it sent to your inbox.
Para mí, como virólogo, es importante que la gente entienda que la COVID-19 sigue siendo una gran preocupación. Pero esto no excusa ni autoriza un diagnóstico erróneo de la situación actual.
Empecemos por lo que es cierto. La BA.5, una de las subvariantes más recientes de la variante ómicron del coronavirus, está en todas partes. Es indudable que tiene una ventaja en términos de transmisibilidad sobre los linajes anteriores de la ómicron y es muy probable que se deba a que evade mejor nuestro repertorio actual de anticuerpos.
La BA.5 y su prima cercana, la BA.4, tienen una mutación clave que les permite eludir una importante clase de los llamados anticuerpos ampliamente neutralizantes. Estos anticuerpos en particular lograban prevenir bastante bien las infecciones de una amplia franja de variantes anteriores.
En cierto sentido, esto cambió.
En las últimas semanas he visto a muchos amigos y familiares vacunados infectarse de coronavirus por primera vez. Los más preocupantes son casos como el de un colega mío que se infectó en mayo y de nuevo en junio y en ambas ocasiones desarrolló la enfermedad.
Por fortuna, la reinfección unas semanas después de la recuperación no es la norma. Los científicos han demostrado que las personas que ya contrajeron COVID-19 tienen menos probabilidades de infectarse con la variante del momento que las personas que nunca han estado en contacto con el virus y esta tendencia es válida para la variante ómicron.
Las primeras investigaciones llevadas a cabo en Catar, que aún no han sido arbitradas, demostraron que las personas que se infectaron de la subvariante BA.1 en enero, por ejemplo, tenían una probabilidad significativamente menor de contagiarse de las subvariantes BA.4 o BA.5 meses más tarde. Aunque se agradece que se investigue más al respecto, estos resultados coinciden con la manera en la cual la inmunidad, que se desarrolla a nivel de la población, ayuda a explicar el aumento, la caída y la magnitud de las olas epidémicas.
Los anticuerpos siguen siendo una poderosa defensa contra este coronavirus. Hacen muchas cosas para protegernos, a la vez que identifican y marcan al virus para que sea destruido por otros elementos del sistema inmunitario. Aunque algunos estudios han descubierto que las subvariantes de la ómicron pueden inducir respuestas más débiles de los anticuerpos que las variantes anteriores, lo más probable es que esto se deba a que la ómicron causa una enfermedad menos grave, gracias a la inmunidad de las vacunas y las infecciones anteriores.
Nuestro sistema inmunitario funciona como un inversionista sabio pero precavido, que calibra las respuestas en función de la magnitud y el alcance de las diversas señales de peligro detectadas durante la infección. En general, cuanto mayores sean los síntomas y la enfermedad de infecciones como la COVID-19 o la influenza, más fuerte será la respuesta de los anticuerpos. Cuando los anticuerpos existentes son bastante buenos para mantener la enfermedad al mínimo (porque menos partículas de virus logran replicarse en el cuerpo), tendemos a ver cantidades mucho más bajas de anticuerpos que cuando alguien termina hospitalizado por el coronavirus. Las vacunas son una buena manera de evitar ese problema: estimulan nuestro sistema inmunitario para que produzca anticuerpos y otras defensas a la medida, incluso cuando no hay enfermedad.
Ahora mismo la composición inmunológica de la población es una mezcla. Las personas que se infectaron con variantes anteriores ahora pueden contagiarse de coronavirus de las subvariantes de la ómicron, aunque ya estén vacunadas. Puede que las personas que nunca se han enfermado se estén enfermando en este momento. Es cierto que algunas personas que se infectaron por una variante anterior de la ómicron en diciembre, enero o incluso menos tiempo se estén contagiando ahora de la subvariante BA.5 y desarrollen la enfermedad.
Por desgracia, esta situación actual, en la que algunos son susceptibles de infectarse por primera vez mientras que otros permanecen protegidos, no ayuda con los matices. Es difícil generalizar y hacer predicciones atrevidas sobre la resistencia de un individuo o una población a la infección ahora o más adelante. Pero a pesar de la habilidad de la ómicron para burlar los anticuerpos, está claro que la inmunidad previa, ya sea por vacunas o por infecciones anteriores, protege de resultados graves como la muerte y la hospitalización. Todavía no existe una variante que anule los beneficios de las vacunas.
Hace poco, un estudio temprano, que no fue arbitrado, argumentaba que las reinfecciones son tan peligrosas como las infecciones primarias, pero de ninguna manera eso significa que los científicos y los expertos médicos llegaron a un consenso al respecto (en realidad, el estudio solo demostró que reinfectarse es peor que no reinfectarse). Otros científicos están preocupados por los riesgos a largo plazo de varias reinfecciones. Sin embargo, no se discute que la inmunidad previa, en la mayoría de los casos, reduce la gravedad de las infecciones posteriores. Contraer el coronavirus más de una vez o después de la vacunación no pone necesariamente a alguien en riesgo de padecer las formas más graves y crónicamente debilitantes de COVID-19, aunque se necesita más investigación para entender qué podría predisponer a alguien a ello.
La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos debería actuar con rapidez para autorizar nuevas dosis de refuerzo contra las subvariantes de ómicron. Los datos existentes sugieren que las dosis de las vacunas actualizadas, incluso las realizadas a partir de linajes anteriores de la ómicron, serían más efectivas para prevenir infecciones que continuar con el uso de las dosis de refuerzo actuales, que se basan en la espícula original del coronavirus de 2019.
Mientras tanto, si eres elegible, lo mejor es que te pongas un refuerzo de las vacunas disponibles, que siguen siendo bastante buenas para evitar la hospitalización y la muerte (esto es de especial importancia en el caso de las personas mayores). Usar cubrebocas cuando te encuentres con otras personas en espacios cerrados, como restaurantes, cuando el número de casos es elevado sigue siendo aconsejable para quienes prefieren no poner a prueba su inmunidad actual. Por fortuna, existen cocteles de anticuerpos monoclonales que siguen siendo eficaces contra la subvariante BA.5. Uno de estos productos, Evusheld, se administra de forma profiláctica para proteger a los pacientes, mientras que otros se utilizan para tratar infecciones graves. El Paxlovid, que puede tomarse en casa, también puede ser una buena opción para las personas elegibles que den positivo.
La mayoría de los inmunólogos que conozco son optimistas, con cierta cautela, sobre nuestras perspectivas a largo plazo. No sabemos exactamente lo que este virus hará en el futuro y nunca debemos ser negligentes con quienes tienen un perfil de alto riesgo o están lidiando con una infección prolongada de COVID-19. No obstante, la mayoría de nosotros podemos tener confianza en nuestros sistemas inmunitarios, en especial cuando hacemos uso de las vacunas y los refuerzos. Puede que hasta ahora la historia tenga pocos precedentes para la actual pandemia de COVID-19. Pero esta situación no es nada nueva para nuestros sistemas inmunitarios.
Jeremy Kamil es virólogo y profesor asociado de Microbiología e Inmunología del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad Estatal de Luisiana en Shreveport.
Fuente: NYT