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¿Qué pasó el viernes?

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Hay que sacar lecciones, porque hubo muertes, hay desaparecidos, se perdieron millones en daños a residencias, vehículos, negocios y propiedad pública.

Por Benjamín Morales Meléndez

Los que lo vivimos todavía no podemos creerle, parecería como un cuento de camino de esos que cualquiera se inventa para hacerse el interesante. No fue así, sin embargo, porque no fue un cuento y sí un momento horrendo que la naturaleza nos disparó, para que acabemos de entender que el planeta es el que pone las reglas.

El viernes, 4 de noviembre de 2022, será recordado por sus testigos como la noche que Santo Domingo colapsó. He vivido experiencias similares en mi país, en Cuba y en Colombia, cuando la lluvia sorprende a todos y provoca caos. Pero lo que experimenté aquí nunca lo había vivido, fuera de los huracanes, cuando coincidieron diversos factores que por sí solos son únicos. Ese día era una tarde de viernes, ya de por sí atareada en las calles en sí misma. Luego se sumó la hora pico del tráfico vespertino, desagradable por completo. Se añadió entonces un evento meteorológico único, que no pudo prevenirse por su complejidad y por la ausencia de un radar doppler de última generación en la zona. Para que se acabara de completar el escenario, el diluvio se lanzó sobre una ciudad sin infraestructura correcta de alcantarillado, con pésima planificación urbana y con conductores poco disciplinados. Fue, como dice el cliché, la tormenta perfecta.

 Hay que sacar lecciones, porque hubo muertes, hay desaparecidos, se perdieron millones en daños a residencias, vehículos, negocios y propiedad pública. Este tipo de eventos no es menor y volverá a pasar, más a menudo de lo que creemos. Entonces, tenemos que ponernos serios y priorizar la infraestructura sanitaria de la ciudad en un esfuerzo generalizado y concertado. Hay que mejorar las alcantarillas, disponer de sistemas de bombeo poderosos en calles y edificios multiuso, disparar alarmas para que la gente no salga a la calle, tener equipamiento meteorológico de última generación y adiestrar un equipo especializado anticaos, que aligere el desastre vial.

Todo eso puede hacerse, pero hace falta voluntad y entender que lo que pasó el viernes fue que vivimos una emergencia real y nos colgamos en la respuesta.

Fuente: Diario Libre.

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Hay que sacar lecciones, porque hubo muertes, hay desaparecidos, se perdieron millones en daños a residencias, vehículos, negocios y propiedad pública.

Por Benjamín Morales Meléndez

Los que lo vivimos todavía no podemos creerle, parecería como un cuento de camino de esos que cualquiera se inventa para hacerse el interesante. No fue así, sin embargo, porque no fue un cuento y sí un momento horrendo que la naturaleza nos disparó, para que acabemos de entender que el planeta es el que pone las reglas.

El viernes, 4 de noviembre de 2022, será recordado por sus testigos como la noche que Santo Domingo colapsó. He vivido experiencias similares en mi país, en Cuba y en Colombia, cuando la lluvia sorprende a todos y provoca caos. Pero lo que experimenté aquí nunca lo había vivido, fuera de los huracanes, cuando coincidieron diversos factores que por sí solos son únicos. Ese día era una tarde de viernes, ya de por sí atareada en las calles en sí misma. Luego se sumó la hora pico del tráfico vespertino, desagradable por completo. Se añadió entonces un evento meteorológico único, que no pudo prevenirse por su complejidad y por la ausencia de un radar doppler de última generación en la zona. Para que se acabara de completar el escenario, el diluvio se lanzó sobre una ciudad sin infraestructura correcta de alcantarillado, con pésima planificación urbana y con conductores poco disciplinados. Fue, como dice el cliché, la tormenta perfecta.

 Hay que sacar lecciones, porque hubo muertes, hay desaparecidos, se perdieron millones en daños a residencias, vehículos, negocios y propiedad pública. Este tipo de eventos no es menor y volverá a pasar, más a menudo de lo que creemos. Entonces, tenemos que ponernos serios y priorizar la infraestructura sanitaria de la ciudad en un esfuerzo generalizado y concertado. Hay que mejorar las alcantarillas, disponer de sistemas de bombeo poderosos en calles y edificios multiuso, disparar alarmas para que la gente no salga a la calle, tener equipamiento meteorológico de última generación y adiestrar un equipo especializado anticaos, que aligere el desastre vial.

Todo eso puede hacerse, pero hace falta voluntad y entender que lo que pasó el viernes fue que vivimos una emergencia real y nos colgamos en la respuesta.

Fuente: Diario Libre.

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