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Prepararse para un huracán económico

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OBSERVATORIO GLOBAL

Leonel Fernández

En principio se pronosticó que unas lluvias que se estaban precipitando en el Golfo de México podrían convertirse en la tormenta tropical Alex, la primera con nombre en la nueva temporada de ciclones que se inicia en la región del Caribe.

No ocurrió así. La tormenta perdió fuerza, no tuvo derecho al nombre y finalmente se desvaneció.

Sin embargo, ha sido al revés en el caso de dos declaraciones ofrecidas por Jamie Dimon, director ejecutivo de JPMorgan Chase, el banco de inversiones más grande de los Estados Unidos.

A principios del pasado mes de mayo, hablando en una reunión de analistas financieros en Nueva York, Dimon, apelando a una metáfora meteorológica afirmó que “había grandes nubes de tormenta en el horizonte para la economía, pero con la esperanza de que puedan disiparse.”

Más adelante, sostuvo: “Si fuera un huracán, les diría eso. En las condiciones actuales tampoco son como el tsunami que enfrentaron los bancos en 2007 y 2008, cuando el mercado hipotecario se estaba derrumbando y varias grandes instituciones financieras colapsaron.”

En efecto, Dimon no estaba pronosticando un tsunami, pero en declaraciones posteriores, ofrecidas a principios de este mes de junio, hizo referencia a un huracán que, indudablemente, es más perjudicial que una simple tormenta tropical.

Asumiendo de nuevo su condición de filósofo natural, parecido al personaje central de la formidable novela, Desde el Jardín, del escritor polaco Jerzy Kosinski, volvió a explicar los complejos fenómenos de las finanzas globales, con una simple alegoría meteorológica:

Dijo así: “Prepárense para un huracán económico. En este momento está un poco soleado, las cosas van bien. Todos piensan que la Fed (el banco central de los Estados Unidos), puede manejar esto. Pero ese huracán está justo ahí, en el camino, viniendo hacia nosotros.”

A eso, añadió: “Simplemente no sabemos si es uno menor o una super tormenta Sandy. Es mejor que se preparen. Se está preparando para un ambiente no benigno y malos resultados.”

Vientos de huracán

Jamie Dimon no es el único que está proyectando negros nubarrones en el horizonte económico de los Estados Unidos y, por consiguiente, de la economía global.

A decir verdad, el primero en hacerlo fue el Deutsche Bank, otro de los gigantes de las finanzas globales. En un informe a sus clientes, en el mes de abril, advertía que Estados Unidos sería afectado por una gran recesión económica.

Igual lo ha hecho Lloyd Blankfein, director ejecutivo de Goldman Sachs, otro también de los principales bancos de inversiones más importantes del mundo, quien en mayo alegó que “existe un muy alto riesgo de que la economía entre en recesión.”

En la actualidad, la economía norteamericana transita por caminos divergentes. Por un lado, hay sectores que navegan con vientos a favor. Es el caso, por ejemplo, del mercado laboral, en el que la tasa de desempleo se encuentra en uno de sus niveles históricos más bajos.

También es el caso del consumo y la inversión comercial. Las ventas de automóviles están en alza, las reservas de vacaciones se disparan y la compra de prendas de vestir y de electrodomésticos no cesa de incrementarse.

Al mismo tiempo, empero, el valor de las acciones de las empresas tecnológicas, Nasdaq, se desploman. El índice industrial Dow Jones se derrumba y empresas como Amazon y Netflix, por primera vez en 16 años disminuyen ganancias.

La inflación, reflejada en los altos precios de los alimentos y los combustibles, es la más alta en los últimos 40 años, todo lo cual conduce a una situación de incertidumbre, tanto en la economía de los Estados Unidos, como a nivel global.

Desafíos y advertencia

Los vientos huracanados que impulsan a considerar una profunda recesión económica en los Estados Unidos se concentran en que para reducir la inflación, el gobierno norteamericano y la Reserva Federal tienen que revertir la política de emisión monetaria aplicada para reactivar el crecimiento económico hundido durante la pandemia del Covid-19.

Para lograr la reactivación de su economía, los Estados Unidos, por la vía fiscal y monetaria, colocaron cerca de 9 trillones de dólares en los mercados.

Eso, que en principio era lo que la lógica y el sentido común señalaban como lo apropiado, parece, sin embargo, que se excedió en su magnitud o dimensión, convirtiéndose ahora en la causa fundamental, de origen monetario, del alza de precios que desde hace más de un año el país viene padeciendo.

Para hacer desaparecer el efecto indeseado de la inflación, la Reserva Federal, además de subir las tasas de interés, se propone aplicar también un llamado programa de ajuste cuantitativo o QT.

Eso último consiste en que el más alto organismo monetario norteamericano tiene como finalidad dar marcha atrás a su programa de compra de bonos del Tesoro por cerca de 100 mil millones de dólares cada mes.

Eso, naturalmente, escapa hasta la imaginación. En la historia económica de los Estados Unidos nunca ha ocurrido nada parecido. Cerca de 9 trillones de dólares tendrán que ser retirados del mercado en el transcurso de este año, lo cual reducirá, de manera dramática, la circulación de dinero.

Como consecuencia, la economía, real y efectivamente, entrarà en recesión. Las bolsas de valores se hundirán. El consumo se desplomarà.  Los viajes al exterior disminuirán. Las remesas bajaràn.

Todo eso podría agravarse aún más, provocando un fenómeno de estanflación, debido a la guerra de Rusia en Ucrania, que impulsa el alza de los precios de los combustibles y de los alimentos; y al confinamiento en China por el rebrote del Covid, lo cual interrumpe la cadena global de suministros.

Para un país como la República Dominicana, cuyo proceso de reactivación económica post-covid ha dependido, fundamentalmente, de tres factores externos, remesas, turismo y zonas francas, es tiempo de colocar a nuestros servicios meteorológicos y al 911 en estado de alerta para que, de esa manera, nuestra economía no vaya a zozobrar por el huracán que se avecina.     

Nuestro mayor deseo es que como la tormenta tropical Alex, se debilite y desvanezca.

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Leonel Fernández

En principio se pronosticó que unas lluvias que se estaban precipitando en el Golfo de México podrían convertirse en la tormenta tropical Alex, la primera con nombre en la nueva temporada de ciclones que se inicia en la región del Caribe.

No ocurrió así. La tormenta perdió fuerza, no tuvo derecho al nombre y finalmente se desvaneció.

Sin embargo, ha sido al revés en el caso de dos declaraciones ofrecidas por Jamie Dimon, director ejecutivo de JPMorgan Chase, el banco de inversiones más grande de los Estados Unidos.

A principios del pasado mes de mayo, hablando en una reunión de analistas financieros en Nueva York, Dimon, apelando a una metáfora meteorológica afirmó que “había grandes nubes de tormenta en el horizonte para la economía, pero con la esperanza de que puedan disiparse.”

Más adelante, sostuvo: “Si fuera un huracán, les diría eso. En las condiciones actuales tampoco son como el tsunami que enfrentaron los bancos en 2007 y 2008, cuando el mercado hipotecario se estaba derrumbando y varias grandes instituciones financieras colapsaron.”

En efecto, Dimon no estaba pronosticando un tsunami, pero en declaraciones posteriores, ofrecidas a principios de este mes de junio, hizo referencia a un huracán que, indudablemente, es más perjudicial que una simple tormenta tropical.

Asumiendo de nuevo su condición de filósofo natural, parecido al personaje central de la formidable novela, Desde el Jardín, del escritor polaco Jerzy Kosinski, volvió a explicar los complejos fenómenos de las finanzas globales, con una simple alegoría meteorológica:

Dijo así: “Prepárense para un huracán económico. En este momento está un poco soleado, las cosas van bien. Todos piensan que la Fed (el banco central de los Estados Unidos), puede manejar esto. Pero ese huracán está justo ahí, en el camino, viniendo hacia nosotros.”

A eso, añadió: “Simplemente no sabemos si es uno menor o una super tormenta Sandy. Es mejor que se preparen. Se está preparando para un ambiente no benigno y malos resultados.”

Vientos de huracán

Jamie Dimon no es el único que está proyectando negros nubarrones en el horizonte económico de los Estados Unidos y, por consiguiente, de la economía global.

A decir verdad, el primero en hacerlo fue el Deutsche Bank, otro de los gigantes de las finanzas globales. En un informe a sus clientes, en el mes de abril, advertía que Estados Unidos sería afectado por una gran recesión económica.

Igual lo ha hecho Lloyd Blankfein, director ejecutivo de Goldman Sachs, otro también de los principales bancos de inversiones más importantes del mundo, quien en mayo alegó que “existe un muy alto riesgo de que la economía entre en recesión.”

En la actualidad, la economía norteamericana transita por caminos divergentes. Por un lado, hay sectores que navegan con vientos a favor. Es el caso, por ejemplo, del mercado laboral, en el que la tasa de desempleo se encuentra en uno de sus niveles históricos más bajos.

También es el caso del consumo y la inversión comercial. Las ventas de automóviles están en alza, las reservas de vacaciones se disparan y la compra de prendas de vestir y de electrodomésticos no cesa de incrementarse.

Al mismo tiempo, empero, el valor de las acciones de las empresas tecnológicas, Nasdaq, se desploman. El índice industrial Dow Jones se derrumba y empresas como Amazon y Netflix, por primera vez en 16 años disminuyen ganancias.

La inflación, reflejada en los altos precios de los alimentos y los combustibles, es la más alta en los últimos 40 años, todo lo cual conduce a una situación de incertidumbre, tanto en la economía de los Estados Unidos, como a nivel global.

Desafíos y advertencia

Los vientos huracanados que impulsan a considerar una profunda recesión económica en los Estados Unidos se concentran en que para reducir la inflación, el gobierno norteamericano y la Reserva Federal tienen que revertir la política de emisión monetaria aplicada para reactivar el crecimiento económico hundido durante la pandemia del Covid-19.

Para lograr la reactivación de su economía, los Estados Unidos, por la vía fiscal y monetaria, colocaron cerca de 9 trillones de dólares en los mercados.

Eso, que en principio era lo que la lógica y el sentido común señalaban como lo apropiado, parece, sin embargo, que se excedió en su magnitud o dimensión, convirtiéndose ahora en la causa fundamental, de origen monetario, del alza de precios que desde hace más de un año el país viene padeciendo.

Para hacer desaparecer el efecto indeseado de la inflación, la Reserva Federal, además de subir las tasas de interés, se propone aplicar también un llamado programa de ajuste cuantitativo o QT.

Eso último consiste en que el más alto organismo monetario norteamericano tiene como finalidad dar marcha atrás a su programa de compra de bonos del Tesoro por cerca de 100 mil millones de dólares cada mes.

Eso, naturalmente, escapa hasta la imaginación. En la historia económica de los Estados Unidos nunca ha ocurrido nada parecido. Cerca de 9 trillones de dólares tendrán que ser retirados del mercado en el transcurso de este año, lo cual reducirá, de manera dramática, la circulación de dinero.

Como consecuencia, la economía, real y efectivamente, entrarà en recesión. Las bolsas de valores se hundirán. El consumo se desplomarà.  Los viajes al exterior disminuirán. Las remesas bajaràn.

Todo eso podría agravarse aún más, provocando un fenómeno de estanflación, debido a la guerra de Rusia en Ucrania, que impulsa el alza de los precios de los combustibles y de los alimentos; y al confinamiento en China por el rebrote del Covid, lo cual interrumpe la cadena global de suministros.

Para un país como la República Dominicana, cuyo proceso de reactivación económica post-covid ha dependido, fundamentalmente, de tres factores externos, remesas, turismo y zonas francas, es tiempo de colocar a nuestros servicios meteorológicos y al 911 en estado de alerta para que, de esa manera, nuestra economía no vaya a zozobrar por el huracán que se avecina.     

Nuestro mayor deseo es que como la tormenta tropical Alex, se debilite y desvanezca.

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