La herramienta que el Sistema Único de Beneficiarios (SIUBEN) ha utilizado durante al menos los últimos quince años para asignar el gasto público social focalizado es el Índice de Calidad de Vida (ICV), construido con el apoyo del BID y del Banco Mundial.
Quisiera esta vez compartir algunas ideas acerca de la pobreza y más concretamente sobre las aproximaciones o fórmulas existentes en el país para medirla con el propósito de aplicar soluciones de política pública. Arranco:
1 La medición tradicional de la pobreza sigue siendo la monetaria: es pobre aquel hogar/individuo que no percibe los ingresos suficientes para adquirir una canasta de bienes y servicios que cubra sus necesidades básicas.
2 No obstante, una tendencia más reciente considera que la pobreza es un fenómeno multidimensional y que, por tanto, tomar solamente en cuenta la variable ingreso no permite medirla adecuadamente ni diseñar las mejores políticas para combatirla. Para ello, deberían tomarse en cuenta más variables, como la calidad de la vivienda, el acceso a la educación y a los servicios de salud. La postura más radical en este sentido es dejar a un lado la pobreza monetaria y solo reparar en alguna medición multidimensional de ella.
3 La herramienta que el Sistema Único de Beneficiarios (SIUBEN) ha utilizado durante al menos los últimos quince años para asignar el gasto público social focalizado es el Índice de Calidad de Vida (ICV), el cual no es estrictamente un indicador de pobreza multidimensional pero toma su idea central.
Para su construcción se utilizan diferentes variables indicativas del estándar de vida de un hogar, a saber: vivienda (materiales y espacio-hacinamiento); acceso a servicios básicos (agua, luz, saneamiento, recogida de basura, GLP); equipamiento del hogar; educación de los integrantes del hogar; capacidad de sustento del hogar (empleo; cantidad de menores de 5 años; sexo del jefe(a) del hogar).
4 El problema del ICV que utiliza el SIUBEN es que está divorciado de la pobreza monetaria. Según algunos análisis del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPyD), el error de exclusión es de casi 40%, es decir, un 40% de quienes son pobres según su nivel de ingresos no son pobres según el ICV y, por tanto, no son elegibles para recibir transferencias. Por otra parte, el error de inclusión es de casi 50%, es decir, la mitad de quienes son pobres según el ICV y, por tanto, son elegibles para recibir transferencias, no son pobres según su nivel de ingresos. En algunos programas de transferencias concretos, más de la mitad de los hogares del 20% de menores ingresos no recibió el beneficio porque no resultó elegible y, a su vez, un 10% de quienes sí lo recibieron pertenecían al 20% de más altos ingresos.
Resulta muy difícil explicar que alguien reciba una transferencia pese a estar en el 20% de más altos ingresos porque el enfoque del ICV es multidimensional. El caso más notorio es el de los familiares y allegados a un Senador que recibieron el Bono de Apoyo Familiar, pero no es el más preocupante. El caso invisible pero aún más preocupante es el de quienes perteneciendo al 20% de menores ingresos no califican para recibir transferencias cuando se utiliza el ICV.
La multidimensional puede ser una conceptualización diferente de la pobreza, pero no cabe semejante divorcio con la pobreza monetaria. La asociación nivel de ingresos-calidad de vida es tan potente que provoca que ante estos resultados contraintuitivos la población piense de inmediato en corrupción, cuando no necesariamente es así.
¿Y por qué se da esto? Debemos suponer que en el momento de construcción del ICV, su ajuste con el nivel de ingresos era satisfactorio. No obstante, este ajuste se deteriora con el tiempo porque no se actualiza el valor de las variables del ICV para cada hogar y no se monitorea si la ponderación de las diferentes variables en el indicador sigue siendo la misma que en el momento en que se construyó.
5 El MEPyD debería adoptar un enfoque pragmático y construir un indicador proxy del nivel de ingreso per capita de los hogares para focalizar el gasto público social. Al fin de cuentas, el Banco Central sigue calculando la pobreza con el enfoque monetario. Me consta que el MEPyD está pensando en la construcción de este indicador. Además, ha estado trabajando en la actualización del ICV y de un indicador alternativo, el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM).
Este indicador debe mantenerse actualizado, de lo contrario, irá perdiendo fiabilidad. En este sentido, el MEPyD apuesta a la interoperabilidad con la base de datos de la Tesorería de la Seguridad Social (TSS), un registro virtual y consultas en línea de los potenciales beneficiarios. Lo que está claro es que, si el método actual de focalización no se corrige, seguramente seguirá ocasionando problemas.
Por: Magín J. Díaz