A los más de 1,700 kilómetros que distancian a Nicaragua de República Dominicana no se pueden ver en detalle los intríngulis del proceso político-social que discurre en su territorio, aunque los hechos nos pintan una realidad que evidentemente no está bien.
Los problemas de Nicaragua deben resolverlos los nicaragüenses, pero en el actual mundo interconectado resulta difícil permanecer impasible cuando aparecen visos de absolutismo y ataques a derechos humanos fundamentales como a las libertades políticas y públicas.
El reciente apresamiento dentro de una iglesia del obispo Rolando Álvarez, de Matagalpa, acusado de conspirador por su discurso a favor de los más débiles, es evidencia de que el poder está llegando a los extremos.
La persecución a la Iglesia seguirá con sus fieles, profundizando la línea represiva propia de un Estado policial que limita la libertad de expresión y de prensa, que persigue a la sociedad civil y todo tipo de forma organizativa.
La acusación de conspirar para menoscabar la integridad nacional parece estar prostituida en Nicaragua, y sirve para reprimir cualquier atisbo opositor al régimen de Daniel Ortega, que como sandinista protagonizó luchas memorables contra la tiranía de los Somoza, pero en sus largos años de gobierno parece haber olvidado que si el poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente.
Ortega merece críticas y rechazo, sin hacer causa común con los que con un discurso en apariencias a favor del pueblo, quieren pescar en río revuelto movidos por intereses geopolíticos, económicos y hasta personales.
Un ejemplo es que EE.UU. nomina a un nuevo embajador, Hugo Rodríguez, al cual Nicaragua le retiró la aprobación por incurrir en el irrespeto de denunciar que hay una dictadura y que iría allí para ayudar a la población a recuperar su libertad, torpe manera de revelar su verdadero objetivo.
República Dominicana tiene un vínculo histórico con Nicaragua, cimentado en la lucha de Gregorio Urbano Gilbert, patriota quisqueyano que alguna vez se unió a las tropas del general Sandino y combatió contra la dictadura de Somoza padre.
Y aunque nos hermanan acuerdos comerciales y un largo intercambio con esa nación centroamericana, nuestra vocación democrática nos obliga a cuestionar cualquier tipo de violación a derechos fundamentales.
Fuente: El Caribe