La Copa del Mundo de este año será la última para algunos nombres conocidos, lo que significa que el fútbol llegará al torneo con una élite y saldrá con otra muy distinta.
Por Rory Smith 3 de abril de 2022
En los días inocentes y embriagadores de 2016 —antes de que ocurriera la mayoría de las cosas espantosas que han sucedido desde entonces— a Nick Serpell le asignaron una tarea un tanto mórbida, según los estándares de esa época.El Times Una selección semanal de historias en español que no encontrarás en ningún otro sitio, con eñes y acentos. Get it sent to your inbox.
A pesar de lo ingenuo que parece en retrospectiva, en las redes sociales, el lugar donde se arraigan todas las teorías, se había arraigado una teoría: la teoría de que el año estaba maldito. Daba la impresión de que todo había comenzado con la muerte de David Bowie y no se detuvo ahí. Murió Alan Rickman. Murió Zaha Hadid. Murió Harper Lee y le siguieron Leonard Cohen, Johan Cruyff, Muhammad Ali y Prince.
El trabajo de Serpell era descubrir si esto era inusual o si solo se trataba del efecto de la naturaleza pública del dolor en la era de las redes sociales. Al ser el editor de obituarios de la BBC, Serpell buscó entre varios de los obituarios que habían preparado y publicado en los primeros tres meses de ese año —del tipo que tienen listos y a la mano todas las organizaciones noticiosas, entre ellas The New York Times, para un montón de figuras famosas— y luego comparó el total con algunos de los inviernos anteriores.
Serpell encontró que había un salto considerable: por ejemplo, de enero a marzo de 2012, tan solo habían muerto cinco personas consideradas dignas de un obituario escrito con anticipación. Habían sido ocho en 2013, 11 en 2014 y 12 el año siguiente. No obstante, para 2016, esa cifra se había disparado: tan solo en los primeros meses, Serpell encontró que la BBC había publicado 24 de estos obituarios.
Sin embargo, Serpell todavía no estaba convencido de que fuera una maldición; la explicación le parecía mucho más prosaica. Descubrió que el aumento evidente se debía al hecho de que en ese momento había pasado más de medio siglo desde que el mundo vio el primer gran florecimiento de una cultura popular compartida con el comienzo de la televisión, el crecimiento de la música popular y el alcance global de Hollywood.
A pesar de lo alarmante que resultaba la juventud de algunas de las personas que habían muerto a inicios de 2016, muchas más tenían entre 70 y 80 años, y eran producto de ese florecimiento de popularidad masiva. No era que una mayor proporción de gente destacada estuviera muriendo, sino que, más o menos 50 años después de que la tecnología logró que fuera más alcanzable cierta forma de celebridad a nivel mundial, había un conjunto mucho más grande de gente destacada que podía fallecer.
Este año, ese fenómeno se repite en un contexto muy distinto… y por suerte mucho menos triste. El Mundial de 2022 será un punto de inflexión profundo para el fútbol; de una manera distintiva, casi tangible, marcará el fin de una era y el comienzo de otra, se desarrollará un cambio generacional en vivo por televisión.
Desde hace tiempo, se ha dado casi por hecho que el Mundial será la conclusión de las carreras internacionales de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo. Sin embargo, la luz de sus estrellas es tan brillante que ha servido para oscurecer todas las otras despedidas que ocurrirán en los campos construidos bajo el sistema kafala de Catar.
Fuente: NYT