Pablo McKinney
Somos el ejemplo de América en estabilidad política y macroeconómica, en turismo y recepción de inversión; somos el país de las reinas del deporte, de las mulatas de ensueño y de las playas del Edén. Sin embargo, como sociedad humana estamos “piantaos, piantaos, piantaos”, locos, locos como Lucas, quiero decir.
Al fin se ha sabido, el tango Cambalache no fue escrito en una calesita de Buenos Aires, sino en una pensión de la avenida Duarte, enloquecido de amor su autor, E. Santos Discépolo, por las bondades y virtudes amatorias de una mulata en flor de tormento y miel, que son las más poderosas, según me cuentan.
A pesar de nuestras “estabilidades” y nuestro bienestar económico (tan mal repartido) estamos locos, Lucas, locos, locos. Por eso, en las elecciones, por voluntad propia elegimos a lo peor de cada casa, aun conociendo procedencia, historial e historias de cada quien, que para algo el chisme es el sustento de la vida en sociedad, que el sábado me recordó en McKinney, el Dr. Guerrero Heredia.
Tan alocada está nuestra sociedad “piantada”, que sin importar las advertencias de las autoridades o de tantos trabajos periodísticos publicados sobre el tema, en Sabana Grande de Boyá, Monte Plata, un joven emprendedor en chándal, como si un Ponzicaribeño fuera, ha desafiado la lógica financiera y las más elementales reglas de las matemáticas para crear un “exitosísimo” negocio piramidal que como tantos otros, más temprano que tarde explotará
No ha sido cosa del imperialismo yanqui, ni asunto de ningún Dios despistado, ni de algún pastor vagabundo que ha tomado algún versículo bíblico para engatusar a ciudadanos ingenuos, no, no. De esto no tiene la culpa ni el gobierno ni la oposición¡que es mucho decir! sino la ambición rompiendo el saco mezclada con un poquito de ignorancia.
Y ahí está, triunfal y aplaudido don Mantequilla, alias Wilkins, al frente de su empresa, que tiene un lema/slogan que supera al preferido de mi infancia: “Café Santo Domingo, sabor que empieza en el aroma”. El de “Mantequilla” es mucho mejor: “Primero Dios y después Mantequilla”. ¡No te jode!
Hasta el superintendente de bancos, Alejandro Fernández W. explicó en Twitter lo que ocurre y lo que inexorablemente ocurrirá, pero ni caso. El número de clientes sube, las filas aumentan, y uno se apoya en el refranero popular para lanzar su advertencia: “Cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía”.