No hay telediario que no dedique algunos minutos fúnebres a la subida de los precios de alimentos y energía. Pero para escalada, la de los precios políticos en este último año de legislatura. De escalofrío.
Sea por tomar distancias, sea por marcar perfil diferenciado ante la proximidad de elecciones, los socios que participan en el Gobierno, léase Podemos fundamentalmente, van a la suya y aprietan tuercas. Y los que apoyan parlamentariamente desde fuera también. Esquerra Republicana, a la cabeza. Por presionar al Ejecutivo con sus cosas particulares, este partido ya estuvo a punto de generar una catástrofe perjudicando a centenares de miles de trabajadores cuando se aprobaba la Ley de Reforma Laboral. La bendita equivocación digital del diputado popular Alberto Casero salvó la situación en el último minuto. Esquerra Republicana le debe un homenaje al popular por haber evitado tanto daño a los empleados y un gravísimo descrédito al partido que votó “no”. Miedo dan los próximos meses.
Visto lo que está pasando, se entienden las prisas del Gobierno para que todo lo se pudiera aprobar, se solventara antes de fin de año. Se presagiaba un calvario que ya asoma.
El conflicto de Ucrania y el apoyo a sus combatientes no quedará fuera de la tensión. La ministra Ione Belarra, secretaria general de Podemos, disparó en su día que “el PSOE es el partido de la guerra”. Sin anestesia. Ahora quienes apoyan la mayoría, exigen que todas las decisiones de incrementar la ayuda en armamento pasen por el Congreso. Serán horas difíciles de debate. Y también de rectificaciones: aunque la Ley del “Solo sí es sí” suponga un avance evidente, su defectuoso acabado jurídico genera el bochorno de las reducciones de pena y la alarma por las excarcelaciones de condenados por abusos y violaciones que algunos medios cantan una a una, como si fueran goles. Toda goleada tiene un límite y, aunque la ministra Irene Montero parezca irreductible, la presión social y la convulsión interna en el PSOE probablemente acabará consiguiendo la rectificación. En eso están.
Entretanto, Alberto Núñez Feijóo prosigue su campaña rumbo a la Moncloa, aunque no le apoyen demasiado en casa. Su propuesta de que gobierne la lista más votada, un debate interesante, ha tenido una contestación interna que no esperaba. Isabel Díaz Ayuso marcó distancias con el líder. “La propuesta tiene aristas”, concedió Borja Semper, el nuevo portavoz, un acierto de Núñez Feijóo al recuperarlo. Con todo, las encuestas le sonríen, aunque adviertan que dependerá de Vox. Ya se han visto los dolores de cabeza generados en Castilla y León a propósito del aborto. Preguntado insistentemente por ello, Elías Bendodo, número tres del PP, replicó: “Sánchez sabe de esto”. Es decir, colegas de calvario por el azote de sus respectivos socios.
Asumido está que Ione Belarra es de disparo verbal fácil. Sin contemplaciones. Apuntó a Juan Roig, fundador de Mercadona, llamándole “capitalista despiadado”, cuando los datos salariales y los índices de satisfacción en su empresa no justifican esa caricatura. También deberemos contar con ese enrarecimiento del clima, por lo menos hasta las elecciones. Un frente de dificultad en el ámbito parlamentario, más la agresividad verbal instalada en la política. Se diría que el país está más tranquilo, afortunadamente. Temeroso y prudente en el consumo, que tiende a moderarse. Entramos en el 2023 frenando ligeramente en lo económico después de un buen 2022, pero a lo loco en el ámbito político. De ahí que, en las encuestas, la política aparezca como una destacada preocupación de la ciudadanía. No es para menos.
Por: Manuel Campo Vidal