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Leonel, Abel, los caínes y el 2028

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Cristhian Jiménez

Sorprende la ligereza con la que se examinan posibles escenarios de segunda vuelta para las elecciones del 2024.

Desde antes de la celebración de la “consulta” peledeísta se conjeturaban fórmulas futuras a partir del ganador o ganadora del invento que resultó positivo para los intereses partidarios, pese a la discreta votación.

Hubo, incluso, apuestas internas y externas que pudieron impactar las votaciones, aunque sin alcanzar para definir el resultado final.

El debilitado jefe del PLD, Danilo Medina, auspició a Margarita Cedeño, como instrumento de su enfrentamiento personal con Leonel Fernández, pero cercanos colaboradores, “liberados” seguidores y los inconformes con sus directrices, tomaron otros caminos y atajos.

Abel Martínez ganó de manera arrolladora y en la Fuerza del Pueblo, de Fernández, parecieron celebrar con igual entusiasmo que los abelistas.

El simplón cálculo es que el actual alcalde de Santiago era seguidor de Leonel cuando éste lideraba al PLD y que, automáticamente, le apoyaría en caso de una segunda vuelta, en mayo de 24.

Abel es de Abel, he repetido en numerosas ocasiones, para significar que el calculador y audaz político marca su propio ritmo y agenda y, evidentemente, tensará todas las fuerzas partidarias para superar a su otrora líder.

El alcalde ha reanimado al peledeismo y sin importar las agendas ocultas de los caínes en el PLD, el alineamiento general es tras él. De lo que se trata ahora es de los intereses de Abel y del PLD.

En ese contexto, los escenarios de lucha política y concertación electoral se ponderarían más allá del 24, cuando el presidente Luis Abinader estará fuera de boleta por mandato constitucional y un PRM sin perfiles presidenciales dominantes.

La tarea primaria del exfiscal es reagrupar al desmoralizado ejército morado (un importante sector entusiasmado con su triunfo), elevar y ampliar su monotemático discurso y tratar de ganarle batalla opositora a Fernández, sin lucir desproporcionado y “anti-todo”.

Leonel, desde su salida del PLD, ha tratado de distanciarse de la organización que presidió, lideró y con la que gobernó 12 años, 8 ininterrumpidos, aunque ha insistido en que “el problema no es con el PLD; es con la cúpula”, para estimular votos peledeistas a su favor.

(Cuando Juan Bosch salió del PRD y fundó el PLD, en l973, su afán diferenciador llegó al extremo de plantear una suerte de gobierno de unidad nacional en 1978, tras la interrupción del conteo electoral frente al reclamo casi unánime, con acompañamiento internacional, de respeto a la voluntad popular que se expresó en contra de Balaguer y en favor de Antonio Guzmán. Igualmente tomó distancia del PRD en las crisis de 1990 y 1994).

Los morados y los verdes han concentrado sus críticas al gobierno en su supuesta impericia, con el uso machacante de la frase “no saben gobernar”.

Unirse al gobierno en momentos de crisis económica mundial de fuertes impactos locales sería un suicidio político, pero, ¿que ganaría Abel apoyando a Leonel en segunda vuelta o viceversa?

Leonel lidera un partido en construcción y sería mal negocio llevar al poder al partido donde fue vapuleado, aunque fuera otro el grupo dominante, que todavía guarda enormes rencores. ¿Se quedarían de verde los que abandonaron el PLD para acompañarle? 

Serían difícil un discurso justificador de ese paso y su candidatura para el 2028 (¿lo dudan?) llegaría con muchas cicatrices.

En el caso de los morados apoyar a Leonel, podría el PLD ser absorbido por la FP y Abel, quien es figura en consolidación en el peledeísmo, perder liderazgo y la oportunidad que le podría ofrecer el 2028.

¿Podrían juntarlos forzosamente los expedientes de corrupción? No lo creo.
Hay situaciones irrepetibles…

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Cristhian Jiménez

Sorprende la ligereza con la que se examinan posibles escenarios de segunda vuelta para las elecciones del 2024.

Desde antes de la celebración de la “consulta” peledeísta se conjeturaban fórmulas futuras a partir del ganador o ganadora del invento que resultó positivo para los intereses partidarios, pese a la discreta votación.

Hubo, incluso, apuestas internas y externas que pudieron impactar las votaciones, aunque sin alcanzar para definir el resultado final.

El debilitado jefe del PLD, Danilo Medina, auspició a Margarita Cedeño, como instrumento de su enfrentamiento personal con Leonel Fernández, pero cercanos colaboradores, “liberados” seguidores y los inconformes con sus directrices, tomaron otros caminos y atajos.

Abel Martínez ganó de manera arrolladora y en la Fuerza del Pueblo, de Fernández, parecieron celebrar con igual entusiasmo que los abelistas.

El simplón cálculo es que el actual alcalde de Santiago era seguidor de Leonel cuando éste lideraba al PLD y que, automáticamente, le apoyaría en caso de una segunda vuelta, en mayo de 24.

Abel es de Abel, he repetido en numerosas ocasiones, para significar que el calculador y audaz político marca su propio ritmo y agenda y, evidentemente, tensará todas las fuerzas partidarias para superar a su otrora líder.

El alcalde ha reanimado al peledeismo y sin importar las agendas ocultas de los caínes en el PLD, el alineamiento general es tras él. De lo que se trata ahora es de los intereses de Abel y del PLD.

En ese contexto, los escenarios de lucha política y concertación electoral se ponderarían más allá del 24, cuando el presidente Luis Abinader estará fuera de boleta por mandato constitucional y un PRM sin perfiles presidenciales dominantes.

La tarea primaria del exfiscal es reagrupar al desmoralizado ejército morado (un importante sector entusiasmado con su triunfo), elevar y ampliar su monotemático discurso y tratar de ganarle batalla opositora a Fernández, sin lucir desproporcionado y “anti-todo”.

Leonel, desde su salida del PLD, ha tratado de distanciarse de la organización que presidió, lideró y con la que gobernó 12 años, 8 ininterrumpidos, aunque ha insistido en que “el problema no es con el PLD; es con la cúpula”, para estimular votos peledeistas a su favor.

(Cuando Juan Bosch salió del PRD y fundó el PLD, en l973, su afán diferenciador llegó al extremo de plantear una suerte de gobierno de unidad nacional en 1978, tras la interrupción del conteo electoral frente al reclamo casi unánime, con acompañamiento internacional, de respeto a la voluntad popular que se expresó en contra de Balaguer y en favor de Antonio Guzmán. Igualmente tomó distancia del PRD en las crisis de 1990 y 1994).

Los morados y los verdes han concentrado sus críticas al gobierno en su supuesta impericia, con el uso machacante de la frase “no saben gobernar”.

Unirse al gobierno en momentos de crisis económica mundial de fuertes impactos locales sería un suicidio político, pero, ¿que ganaría Abel apoyando a Leonel en segunda vuelta o viceversa?

Leonel lidera un partido en construcción y sería mal negocio llevar al poder al partido donde fue vapuleado, aunque fuera otro el grupo dominante, que todavía guarda enormes rencores. ¿Se quedarían de verde los que abandonaron el PLD para acompañarle? 

Serían difícil un discurso justificador de ese paso y su candidatura para el 2028 (¿lo dudan?) llegaría con muchas cicatrices.

En el caso de los morados apoyar a Leonel, podría el PLD ser absorbido por la FP y Abel, quien es figura en consolidación en el peledeísmo, perder liderazgo y la oportunidad que le podría ofrecer el 2028.

¿Podrían juntarlos forzosamente los expedientes de corrupción? No lo creo.
Hay situaciones irrepetibles…

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