El 6 de enero de 2021 millones de personas en el mundo comentaron y siguieron
el asalto al Capitolio en Washington, D.C a través de las redes sociales. Nunca
antes había sido tan claro notar que la violencia incitada en el mundo real estaba
relacionada con la constante difusión de noticias falsas y discurso de odio de
Donald Trump. El 6 de enero marcó un parteaguas en la historia, pues los hechos
desencadenaron nuevos debates sobre los límites de las redes sociales, la libertad
de expresión y la política.
Las democracias necesitan una prensa independiente e imparcial para dar voz a
la gran diversidad de personas que integran una sociedad. El periodismo también
es clave para investigar casos de corrupción en el poder y mantener a la sociedad
actualizada de manera confiable. Una sociedad informada es poderosa porque los
ciudadanos pueden tomar decisiones informadas y racionales que beneficiarán su
futuro. Sin acceso a una prensa libre, las personas están menos comprometidas
con la participación cívica, son menos tolerantes y más susceptibles de emitir un
voto basado en lo que escuchan de familiares y amigos.
Sin embargo, mantener informadas a las personas es una actividad peligrosa en
muchos países. En México, los periódicos locales y periodistas enfrentan muchos
más desafíos que los medios de comunicación nacionales. La crisis de violencia
e inseguridad que atraviesa el país ha provocado la disminución del periodismo
de investigación debido al aumento de asesinatos contra periodistas locales.1
Por lo tanto, muchas noticias tienden a ser descriptivas, informando sobre la vida
cotidiana en lugar de investigar o analizar a profundidad. Además de la violencia
y las amenazas, los medios de comunicación y los periodistas de todo el mundo
enfrentan desafíos adicionales debido al auge de las redes sociales. Los modelos
de negocio de Facebook, Twitter, Google y Apple exacerban el declive del modelo
de negocio tradicional de los medios de comunicación locales, nacionales e
internacionales, aumentando su vulnerabilidad. Los gigantes tecnológicos juegan
un papel fundamental en la difusión de información, pero carecen de códigos
editoriales y éticos para promover una prensa libre y una comunicación democrática.
Existe una variable más que afecta a la prensa y medios de comunicación
tradicionales: el auge del populismo que socava la democracia, sus valores e
instituciones. Cuando los líderes populistas usan las redes sociales para sus
propios fines incitando a la desinformación, discurso de odio o a la polarización,
por lo general también intentan desacreditar el periodismo profesional.
El auge del populismo, democracias que se desvanecen y una prensa amenazada
El aumento de la violencia en el mundo offline y la polarización en las redes sociales
son dos fenómenos que surgieron en paralelo al auge del populismo en países
de todo el mundo. El populismo no es nuevo y en las democracias los líderes
populistas usan las elecciones libres para ganar y permanecer en el poder, para
luego desmantelar las instituciones democráticas. Existen varias razones por las
que los movimientos populistas han resurgido. Entre las más importantes son los
problemas sociales y económicos. Por ejemplo, la crisis migratoria de 2015 en
Europa provocó el aumento de la popularidad de movimientos de extrema derecha
como Alternativa para Alemania (AFD) o el Frente Nacional bajo el liderazgo de
Jean-Marie Le Pen. Los constantes escándalos de corrupción tanto en Brasil como
en México dieron una ventaja a Andrés Manuel López Obrador en México y a Jair
Bolsonaro en Brasil. La esperanza de cambio bajo un liderazgo joven le dio poder
a Nayib Bukele en El Salvador. Finalmente, la falta de empleo o el estancamiento
de los salarios llevaron al ascenso de Donald Trump en estados mayoritariamente
rurales con altos niveles de desempleo en Estados Unidos.
Los líderes populistas, sean de derecha o de izquierda, critican constantemente
a la prensa y a los periodistas. Son intrínsecamente antisistema, anti-élites
y dependen en gran medida de crear una ilusión de democracia y gobierno del
“pueblo”, afirmando que su legitimidad se basa en la ideología democrática de la
soberanía popular y el gobierno de la mayoría. Los populistas propagan el anti
pluralismo adoptando un enfoque político de “nosotros contra ellos” y proyectan la
política como una batalla existencial de amigos contra enemigos. En este sentido,
la prensa y los periodistas que cuestionan al gobierno son acusados de corruptos
o de defender los intereses de las élites, siendo, por tanto, enemigos del régimen.
El auge del populismo coincidió con el crecimiento de las redes sociales y la
pandemia por Covid-19, donde la mayoría de la gente tuvo que adaptarse a la vida
digital en cuestión de días. El mundo en línea y especialmente las plataformas de
redes sociales proporcionan espacios abiertos que pueden promover la democracia.
No obstante, bajo la influencia de un líder populista, también pueden ser lugares
que socavan los valores e instituciones democráticos. El entorno cambiante
de tendencias democráticas hacia populistas en la política ha contribuido a la
polarización social en lugar de promover los valores democráticos. Por ejemplo,
tanto en Estados Unidos como en la India, la desconfianza hacia los extranjeros
es algo común. Mientras que, en Estados Unidos, Trump acusó a inmigrantes de
México y Siria de ser criminales, en India, Narendra Modi afirmó lo mismo con
musulmanes y cristianos. A través de las redes sociales, ambos vincularon el
término “inmigración” con “terrorismo”, creando una imagen de extranjeros que
violan y asesinan a mujeres y niños. En el caso de Trump, su equipo de medios estudió los comportamientos de los usuarios, específicamente los conservadores
religiosos y los cristianos blancos. Estos grupos tienden a compartir temas
que apelan al terror y la confusión porque obtienen información de blogs de su
comunidad, no de la prensa tradicional ni de periodistas profesionales. Al final, la
mayoría de estos grupos votaron por Trump porque creían que él los protegería de
los inmigrantes y del terrorismo construyendo un muro en la frontera con México.
Los eventos del 6 de enero pusieron de manifiesto que incluso en Estados Unidos, la
democracia es frágil, los gobiernos son vulnerables al populismo y los ciudadanos
son víctimas de campañas de desinformación. El debilitamiento del periodismo
profesional y los medios tradicionales como parte de la estrategia de Trump durante
su presidencia reforzó la falta de confianza de muchos estadounidenses en los
medios de comunicación. Esto se repite en otros países con líderes populistas que
se benefician de las redes sociales e incluso muestran un estilo aparentemente
“auténtico” que atrae a muchas personas.
En México, hay un fenómeno interesante que sucede a través de las “Mañaneras”,
donde todos los días el Presidente asigna parte de su tiempo a una conferencia
de prensa para asegurar el derecho de los ciudadanos a mantenerse informados.
Sin embargo, estas reuniones funcionan más bien como espacios de propaganda
y crítica contra la prensa, los medios de comunicación, los intelectuales y los
miembros de la oposición. El presidente controla y propone la agenda del día,
mientras que actúa como la única fuente confiable y directa de información.
Las redes sociales han facilitado que los actores políticos, líderes religiosos y
defensores de los derechos humanos comuniquen sus mensajes directamente a
sus audiencias. Empero, la actividad de los líderes populistas en las redes sociales
es preocupante, ya que se presentan a sí mismos como la principal fuente de
información. Los líderes populistas afirman poseer la verdad y la información real.
El papel y labor de periodistas y medios de comunicación es por tanto innecesario.
A medida que los líderes populistas controlan la agenda del día, los medios de
comunicación han dejado de ser los guardianes de la información. Los líderes
políticos ya no necesitan periodistas para difundir su mensaje, pues producen
contenido para las redes sociales y lo distribuyen a través de audiencias específicas
gracias a los algoritmos de las redes sociales y las campañas pagadas. Por lo
tanto, no se adhieren a ningún código de ética editorial que muchos medios de
comunicación y periodistas deben seguir. De esta forma, es más fácil que puedan
difundir información falsa o discursos que contribuyen al racismo, la xenofobia y
el sexismo.
Medios sociales vs. medios de comunicación tradicionales
El mundo de los medios de comunicación ha cambiado drásticamente: a principios
de 2000, el declive de las ventas de periódicos impresos llevó a cambiar el
modelo hacia los medios digitales. Los blogs evolucionaron y luego surgieron las
plataformas de redes sociales: Facebook en 2004, YouTube en 2005 y Twitter en
2006. Estas empresas nacieron como redes para conectar a las personas, pero han
evolucionado continuamente integrando servicios de compras, marketing y venta
de datos mediante el uso de algoritmos.
A través de las redes sociales, cualquiera puede ser creador de contenido, reportero
o periodista sin formación profesional previa. Estas plataformas proporcionan una
conexión entre personas con los mismos intereses y han llevado a la creación de
nuevas profesiones y nichos de negocio. Las redes sociales y el Internet, al ser
gratuitos, ofrecen un espacio para promover canales de comunicación pública y
debate que pueden mejorar la participación cívica y las democracias. En México,
por ejemplo, las redes sociales han permitido visualizar los feminicidios y han
impulsado a la población a unirse y apoyar causas como el movimiento #Yosoy132
o #yamecansé contra los casos de corrupción. Además, Instituto Nacional de
Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI)
ha promovido el reconocimiento de internet como un espacio de privacidad de
datos y protección de los derechos humanos, que no terminan en el mundo físico y
traspasan a la esfera digital.
Las plataformas de redes sociales se han convertido en la principal fuente de
información para muchas personas, sobre todo debido a su bajo costo. En medio
de la creciente falta de confianza en los medios de comunicación y los periodistas
profesionales, es más probable que la mayoría de las personas que reciben noticias
de familiares y amigos las compartan, en lugar de apelar a artículos de los medios
tradicionales. En muchos países, como India, Estados Unidos y México, existe la
percepción de que los medios de comunicación tradicionales ocultan las noticias
reales. Contrariamente a muchas creencias, de acuerdo con la profesora Shakuntala
Banaji del Departamento de Medios y Comunicaciones de la London School of
Economics, la desinformación se propaga debido a la ideología y los prejuicios
más que al analfabetismo mediático. La alfabetización mediática juega un papel
más importante al reenviar o crear información. El problema es que los medios
de comunicación ya no marcan la agenda como solían hacerlo bajo el sustento
de códigos éticos de conducta. Las redes sociales reemplazaron este proceso
fusionando el activismo digital personalizado y permitiendo que las redes surjan o
distribuyan nuevas ideologías o teorías de conspiración. Por lo tanto, las plataformas
de redes sociales son espacios donde la sociedad en conjunto determina qué es
relevante y cambian las narrativas con frecuencia. Además, nuevos actores se
suman al cambio de narrativas para posicionar temas específicos: cuentas falsas,
los bots y los trolls.
Según el Dr. Darren Linvill, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y Salud del
Comportamiento de la Universidad de Clemson en Estados Unidos, la Agencia de
Investigación de Internet de Rusia es una empresa privada conectada a los medios
estatales rusos y actúa como una empresa de marketing que ejecuta bots, trolls,
sitios web y comentarios en publicaciones de todo el mundo.
Existen diversos estudios sobre redes sociales que analizan más de 3.000 millones
de tweets y los separan en categorías. Por ejemplo, algunos tipos de trolls pretenden
ser sitios de noticias. Estas cuentas toman noticias locales reales y las publican
ofreciendo un sesgo en sus tweets, presentando un mundo dividido y polarizado.
Hacen pensar a los usuarios que el mundo está aún más dividido de lo que realmente
está. Los trolls de izquierda y derecha pretenden ser personas reales, por ejemplo,
ciudadanos promedio que piden apoyo a ciertos líderes o movimientos. Algunos trolls
incluso publican blogs, eventos, boletines y páginas de donaciones. Con el tiempo,
se ha vuelto más difícil identificar a estos actores. Los trolls son muy profesionales,
no les importa lo que la gente piense de Rusia y, en cambio, pretenden cambiar
la percepción que tiene la gente de sus vecinos más cercanos. Estas agencias
estudian culturas y sociedades para saber cómo y qué piensan los individuos con
el fin de mejorar sus servicios. Así, en la actualidad, estas cuentas pretenden estar
muy comprometidas con una causa política y crecen exponencialmente porque su
contenido apela a una identidad grupal.
Más allá de la falta de confianza, un desafío adicional para los medios de
comunicación se deriva del hecho de que las plataformas de redes sociales
contienen algoritmos, que están hechos para reemplazar el contenido aleatorio,
personalizando el contenido con base en los intereses de los usuarios. Muchos
académicos coinciden en que lo que estamos viviendo ahora es una falta de
opiniones transversales. A diferencia de lo que se buscaba en un principio con las
redes sociales, ahora no hay ninguna conexión, sino más bien una separación de
redes. Cuando el algoritmo comprende cómo interactúa el usuario en línea, crece
para adaptarse a sus intereses, creando la llamada “burbuja de alienación”. En esta
lógica, cuando uno ingresa a una comunidad, hay un sentido de reconocimiento
e integración del sentimiento de pertenencia a algo mayor. Por lo tanto, es difícil
interactuar con otros usuarios que puedan tener opiniones opuestas.
En este campo de constante disminución de medios de comunicación tradicionales,
el populismo coincide con la evolución de los algoritmos de las redes sociales, lo
que conduce a una mayor polarización social cuando los líderes populistas usan las
redes sociales para promover la desinformación y el discurso del odio. Los discursos
en las redes sociales pueden entonces materializarse dando paso a situaciones
como las que estamos experimentando actualmente en el mundo real: violencia,
extremismo, racismo y sexismo.
Un futuro para la democracia y los derechos humanos
No hay vuelta atrás: las redes sociales son parte de nuestras vidas y nuestra política.
En medio de la pandemia, muchas personas en todo el mundo se vieron obligadas
a formar parte del mundo digital porque era la única forma de trabajar, estudiar y
socializar. En muchos países en desarrollo, la clase media está creciendo, al igual
que el consumo en línea, los viajes y el e-commerce. Los algoritmos ayudan a las
pequeñas empresas a crecer en sus ventas en línea y actualmente, las empresas
de tecnología están mejorando sus procesos y algoritmos para adaptarse a estas
tendencias. Sin embargo, hay poca investigación y comprensión de las redes
sociales y los derechos digitales. Las soluciones simplistas que se centran en
erradicar bots, trolls y algoritmos están condenadas al fracaso, porque los costos
de ser capturados como troll son bajos y no hay tipificación de delitos cibernéticos.
Los líderes políticos seguirán incidiendo en la difusión de noticias falsas y discursos
de odio porque no hay costos más altos que una cuenta suspendida.
La censura no es el camino correcto ya que estas plataformas son de propiedad
privada y fueron creadas como espacios libres de expresión fuera del control del
Estado. Muchos reclaman regulaciones ya que, por ejemplo, Facebook también es
una empresa que difunde noticias e información y por tanto debería regularse como
un medio de comunicación tradicional con códigos de ética editorial. Por lo tanto,
las corporaciones de medios deberían ser más responsables de cómo los actores
políticos usan las plataformas. En este sentido, las plataformas deberían hacer que
el gasto en publicidad política sea transparente, seguir la ética periodística, asumir la
responsabilidad editorial del contenido permitido y promover canales más abiertos
para la investigación y transparencia en los recursos.
Las redes sociales son uno de los desafíos de política más importantes del siglo,
y los debates a su alrededor no pueden basarse en regulaciones. Ello no permitiría
que los espacios se mantuvieran libres. El espacio digital es complejo debido a la
cantidad de comunidades diferentes que interactúan en él, por lo que los debates
sobre las redes sociales que introducen la responsabilidad de los estados en la
regulación, son problemáticos e indeseables ya que la mayoría de las iniciativas
de ley probablemente terminarían en censura. Según Vladimir Cortés, miembro del
programa de Derechos Digitales de Artículo 19, en México, tales reformas a las
leyes terminan promoviendo más la censura en lugar de fomentar la libertad de
expresión. El Estado no debe regular, más bien es necesario crear más instituciones
y organizaciones, como Artículo 19, para actuar como contrapeso del estado y
de las plataformas de redes sociales. Contar con expertos que puedan analizar manipulaciones, los procesos de decisión de eliminación unilateral de contenido o
suspensión de cuentas para promover la libertad de expresión y un debate abierto,
podría ser un punto de partida para políticas multisectoriales.
Las empresas de tecnología se están enfocando en moderar contenido y suspender
cuentas, sin embargo, la decisión de bloqueo tiene un sesgo y no permite que estos
espacios permanezcan libres. La disposición de suspender cuentas tampoco
puede estar en manos de ningún gobierno. Los gigantes tecnológicos tienen la
responsabilidad de proporcionar información sobre las decisiones y procesos de
eliminación de contenido y suspensión de cuentas. Asimismo, los usuarios deben
tener derecho a apelar dichas disposiciones. Cuanto más transparentes sean las
reglas y los procedimientos de toma de decisiones, más plataformas podrán seguir
funcionando como espacios libres.
Es un hecho que las democracias necesitan una prensa libre y medios independientes
para sobrevivir. La libertad de expresión no está por encima de ningún otro derecho
humano, pero es crucial para las democracias. Por lo tanto, debemos promover
el papel crucial de los periodistas y comprender que la alfabetización digital no
es suficiente. Sin educación en derechos humanos, no hay forma de romper con
los prejuicios. Las redes sociales deben trabajar junto con las organizaciones
de derechos humanos y los periodistas para educarse en derechos humanos e
informarse de los mecanismos para protegerlos y promoverlos. También deben
identificar el discurso de odio, la desinformación y aplicar una conducta ética:
cuanta más educación en derechos humanos, más pluralismo en el mundo digital.
Los usuarios, las empresas de tecnología y las organizaciones deben comprender
que la alfabetización mediática va más allá de ser escépticos a todas las fuentes de
información. Las personas necesitan aprender a evaluar la información que reciben,
el proceso de investigación que se sigue y las fuentes de dónde proviene. Más
importante aún, las personas deben reconocer el papel crucial de los periodistas
para las democracias. En este sentido, los periodistas y creadores de contenido
también deben reconocer los prejuicios y los peligros de la aplicación de la ley hacia
las minorías y reconocer que es lo que incita al discurso de odio y cómo funciona
el lenguaje en sus diversas narrativas. Para que las democracias prosperen, los
periodistas deben mantenerse comprometidos con el periodismo de investigación
y la información precisa e independiente, lo que significa una crítica abierta del
racismo, la xenofobia, el discurso de odio, la corrupción y el sexismo. Los gigantes
tecnológicos más ahora que nunca, deberían jugar un papel en la promoción de la
protección de los periodistas.
Como hemos visto recientemente con el Movimiento Black Lives Matter, las redes
sociales pueden cambiar las perspectivas y dar voz a los movimientos de la sociedad
civil. Al apoyar los valores liberales, las redes sociales pueden ayudar a promover la
democracia y las sociedades abiertas. Los usuarios, por su parte, no pueden confiar
en que las empresas de redes sociales cambien de un día para otro. Más bien,
pueden comenzar a practicar la tolerancia al exponerse y comprender la mentalidad
de otras personas con puntos de vista opuestos. No significa que todos debamos
estar de acuerdo, pero sí podemos ser conscientes y comportarnos en el mundo
digital como en el mundo real.
Los disturbios en el Capitolio en Washington D.C expusieron la interconexión entre
el mundo digital y el mundo real; demostraron que el poder de arbitrar la esfera
pública depende de las manos de unos pocos gigantes tecnológicos; expusieron
el daño que las narrativas populistas pueden infligir a la democracia. Vivimos en
tiempos históricos y decisivos que están configurando continuamente el futuro
digital. Aún existe mucho por entender, pero los tomadores de decisión, periodistas,
miembros de la sociedad civil, gerentes de compañías de redes sociales y usuarios
pueden empezar por promover los valores liberales y la democracia en línea. Hemos
compilado una serie de recomendaciones para comenzar a defender los derechos
digitales, la libertad de prensa y de expresión.
Recomendaciones
Para legisladores y tomadores de decisión
1. Las políticas no pueden depender de la erradicación de algoritmos
o de la regulación del contenido y suspensión de cuentas.
2. La censura solo obstaculizará la libertad de expresión
3. El Estado no debe tener ninguna responsabilidad en la regulación
de contenido o suspensión de cuentas.
4. Crear organismos e instituciones autónomas que actúen como
árbitros en la esfera digital
5. Promover el papel del periodismo de investigación y los medios
de comunicación como pilar de la democracia
Para las Plataformas de Redes Sociales
1. Proporcionar información transparente sobre los procesos de
decisión detrás de la eliminación de contenido y la suspensión de cuentas.
2. Permitir una investigación abierta de la academia y las organizaciones
de la sociedad civil sobre cómo funcionan las plataformas.
3. Trabajar junto con las organizaciones de derechos humanos y
los periodistas para educarse en derechos humanos con el fin de
crear mecanismos para protegerlos y promoverlos en línea.
4. Promover el papel fundamental de los periodistas para las democracias
e instar a la protección de su labor.
Para Periodistas y Organizaciones de la Sociedad Civil
1. Comprender que la alfabetización digital no es suficiente; sin
conocimientos sobre derechos humanos, no hay forma de romper
los ciclos de prejuicios.
2. Trabajar junto con las empresas de tecnología para educarlas sobre
los derechos humanos y los mecanismos para protegerlos y promoverlos.
3. Crear alianzas con empresas de tecnología para crear mecanismos
de identificación y tipificación del discurso de odio y desinformación
con códigos de ética.
4. Reconocer los prejuicios y los peligros de la aplicación de la ley
para las minorías; identificar qué incita al discurso del odio y cómo
funciona el lenguaje en sus narrativas.
5. Forjar un compromiso con la información precisa e independiente
lo que significa una crítica abierta del racismo, la xenofobia, la corrupción
y el sexismo.
Para usuarios de redes sociales
1. Promover los derechos de apelación ante decisiones de remoción
de contenido o suspensión de cuentas.
2. Aprender procesos de verificación de datos y alfabetización mediática
para confiar en la información recibida, su proceso de investigación
y fuentes.
3. Reconocer el papel de los periodistas y académicos, así como el rigor
de su investigación.
4. Practicar la tolerancia al estar en las redes sociales o en Internet: seguir
cuentas con opiniones opuestas y procurar mantener una mente abierta
5. Comportarse en las redes sociales como en el mundo real
El 6 de enero de 2021 millones de personas en el mundo comentaron y siguieron
el asalto al Capitolio en Washington, D.C a través de las redes sociales. Nunca
antes había sido tan claro notar que la violencia incitada en el mundo real estaba
relacionada con la constante difusión de noticias falsas y discurso de odio de
Donald Trump. El 6 de enero marcó un parteaguas en la historia, pues los hechos
desencadenaron nuevos debates sobre los límites de las redes sociales, la libertad
de expresión y la política.
Las democracias necesitan una prensa independiente e imparcial para dar voz a
la gran diversidad de personas que integran una sociedad. El periodismo también
es clave para investigar casos de corrupción en el poder y mantener a la sociedad
actualizada de manera confiable. Una sociedad informada es poderosa porque los
ciudadanos pueden tomar decisiones informadas y racionales que beneficiarán su
futuro. Sin acceso a una prensa libre, las personas están menos comprometidas
con la participación cívica, son menos tolerantes y más susceptibles de emitir un
voto basado en lo que escuchan de familiares y amigos.
Sin embargo, mantener informadas a las personas es una actividad peligrosa en
muchos países. En México, los periódicos locales y periodistas enfrentan muchos
más desafíos que los medios de comunicación nacionales. La crisis de violencia
e inseguridad que atraviesa el país ha provocado la disminución del periodismo
de investigación debido al aumento de asesinatos contra periodistas locales.1
Por lo tanto, muchas noticias tienden a ser descriptivas, informando sobre la vida
cotidiana en lugar de investigar o analizar a profundidad. Además de la violencia
y las amenazas, los medios de comunicación y los periodistas de todo el mundo
enfrentan desafíos adicionales debido al auge de las redes sociales. Los modelos
de negocio de Facebook, Twitter, Google y Apple exacerban el declive del modelo
de negocio tradicional de los medios de comunicación locales, nacionales e
internacionales, aumentando su vulnerabilidad. Los gigantes tecnológicos juegan
un papel fundamental en la difusión de información, pero carecen de códigos
editoriales y éticos para promover una prensa libre y una comunicación democrática.
Existe una variable más que afecta a la prensa y medios de comunicación
tradicionales: el auge del populismo que socava la democracia, sus valores e
instituciones. Cuando los líderes populistas usan las redes sociales para sus
propios fines incitando a la desinformación, discurso de odio o a la polarización,
por lo general también intentan desacreditar el periodismo profesional.
El auge del populismo, democracias que se desvanecen y una prensa amenazada
El aumento de la violencia en el mundo offline y la polarización en las redes sociales
son dos fenómenos que surgieron en paralelo al auge del populismo en países
de todo el mundo. El populismo no es nuevo y en las democracias los líderes
populistas usan las elecciones libres para ganar y permanecer en el poder, para
luego desmantelar las instituciones democráticas. Existen varias razones por las
que los movimientos populistas han resurgido. Entre las más importantes son los
problemas sociales y económicos. Por ejemplo, la crisis migratoria de 2015 en
Europa provocó el aumento de la popularidad de movimientos de extrema derecha
como Alternativa para Alemania (AFD) o el Frente Nacional bajo el liderazgo de
Jean-Marie Le Pen. Los constantes escándalos de corrupción tanto en Brasil como
en México dieron una ventaja a Andrés Manuel López Obrador en México y a Jair
Bolsonaro en Brasil. La esperanza de cambio bajo un liderazgo joven le dio poder
a Nayib Bukele en El Salvador. Finalmente, la falta de empleo o el estancamiento
de los salarios llevaron al ascenso de Donald Trump en estados mayoritariamente
rurales con altos niveles de desempleo en Estados Unidos.
Los líderes populistas, sean de derecha o de izquierda, critican constantemente
a la prensa y a los periodistas. Son intrínsecamente antisistema, anti-élites
y dependen en gran medida de crear una ilusión de democracia y gobierno del
“pueblo”, afirmando que su legitimidad se basa en la ideología democrática de la
soberanía popular y el gobierno de la mayoría. Los populistas propagan el anti
pluralismo adoptando un enfoque político de “nosotros contra ellos” y proyectan la
política como una batalla existencial de amigos contra enemigos. En este sentido,
la prensa y los periodistas que cuestionan al gobierno son acusados de corruptos
o de defender los intereses de las élites, siendo, por tanto, enemigos del régimen.
El auge del populismo coincidió con el crecimiento de las redes sociales y la
pandemia por Covid-19, donde la mayoría de la gente tuvo que adaptarse a la vida
digital en cuestión de días. El mundo en línea y especialmente las plataformas de
redes sociales proporcionan espacios abiertos que pueden promover la democracia.
No obstante, bajo la influencia de un líder populista, también pueden ser lugares
que socavan los valores e instituciones democráticos. El entorno cambiante
de tendencias democráticas hacia populistas en la política ha contribuido a la
polarización social en lugar de promover los valores democráticos. Por ejemplo,
tanto en Estados Unidos como en la India, la desconfianza hacia los extranjeros
es algo común. Mientras que, en Estados Unidos, Trump acusó a inmigrantes de
México y Siria de ser criminales, en India, Narendra Modi afirmó lo mismo con
musulmanes y cristianos. A través de las redes sociales, ambos vincularon el
término “inmigración” con “terrorismo”, creando una imagen de extranjeros que
violan y asesinan a mujeres y niños. En el caso de Trump, su equipo de medios estudió los comportamientos de los usuarios, específicamente los conservadores
religiosos y los cristianos blancos. Estos grupos tienden a compartir temas
que apelan al terror y la confusión porque obtienen información de blogs de su
comunidad, no de la prensa tradicional ni de periodistas profesionales. Al final, la
mayoría de estos grupos votaron por Trump porque creían que él los protegería de
los inmigrantes y del terrorismo construyendo un muro en la frontera con México.
Los eventos del 6 de enero pusieron de manifiesto que incluso en Estados Unidos, la
democracia es frágil, los gobiernos son vulnerables al populismo y los ciudadanos
son víctimas de campañas de desinformación. El debilitamiento del periodismo
profesional y los medios tradicionales como parte de la estrategia de Trump durante
su presidencia reforzó la falta de confianza de muchos estadounidenses en los
medios de comunicación. Esto se repite en otros países con líderes populistas que
se benefician de las redes sociales e incluso muestran un estilo aparentemente
“auténtico” que atrae a muchas personas.
En México, hay un fenómeno interesante que sucede a través de las “Mañaneras”,
donde todos los días el Presidente asigna parte de su tiempo a una conferencia
de prensa para asegurar el derecho de los ciudadanos a mantenerse informados.
Sin embargo, estas reuniones funcionan más bien como espacios de propaganda
y crítica contra la prensa, los medios de comunicación, los intelectuales y los
miembros de la oposición. El presidente controla y propone la agenda del día,
mientras que actúa como la única fuente confiable y directa de información.
Las redes sociales han facilitado que los actores políticos, líderes religiosos y
defensores de los derechos humanos comuniquen sus mensajes directamente a
sus audiencias. Empero, la actividad de los líderes populistas en las redes sociales
es preocupante, ya que se presentan a sí mismos como la principal fuente de
información. Los líderes populistas afirman poseer la verdad y la información real.
El papel y labor de periodistas y medios de comunicación es por tanto innecesario.
A medida que los líderes populistas controlan la agenda del día, los medios de
comunicación han dejado de ser los guardianes de la información. Los líderes
políticos ya no necesitan periodistas para difundir su mensaje, pues producen
contenido para las redes sociales y lo distribuyen a través de audiencias específicas
gracias a los algoritmos de las redes sociales y las campañas pagadas. Por lo
tanto, no se adhieren a ningún código de ética editorial que muchos medios de
comunicación y periodistas deben seguir. De esta forma, es más fácil que puedan
difundir información falsa o discursos que contribuyen al racismo, la xenofobia y
el sexismo.
Medios sociales vs. medios de comunicación tradicionales
El mundo de los medios de comunicación ha cambiado drásticamente: a principios
de 2000, el declive de las ventas de periódicos impresos llevó a cambiar el
modelo hacia los medios digitales. Los blogs evolucionaron y luego surgieron las
plataformas de redes sociales: Facebook en 2004, YouTube en 2005 y Twitter en
2006. Estas empresas nacieron como redes para conectar a las personas, pero han
evolucionado continuamente integrando servicios de compras, marketing y venta
de datos mediante el uso de algoritmos.
A través de las redes sociales, cualquiera puede ser creador de contenido, reportero
o periodista sin formación profesional previa. Estas plataformas proporcionan una
conexión entre personas con los mismos intereses y han llevado a la creación de
nuevas profesiones y nichos de negocio. Las redes sociales y el Internet, al ser
gratuitos, ofrecen un espacio para promover canales de comunicación pública y
debate que pueden mejorar la participación cívica y las democracias. En México,
por ejemplo, las redes sociales han permitido visualizar los feminicidios y han
impulsado a la población a unirse y apoyar causas como el movimiento #Yosoy132
o #yamecansé contra los casos de corrupción. Además, Instituto Nacional de
Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI)
ha promovido el reconocimiento de internet como un espacio de privacidad de
datos y protección de los derechos humanos, que no terminan en el mundo físico y
traspasan a la esfera digital.
Las plataformas de redes sociales se han convertido en la principal fuente de
información para muchas personas, sobre todo debido a su bajo costo. En medio
de la creciente falta de confianza en los medios de comunicación y los periodistas
profesionales, es más probable que la mayoría de las personas que reciben noticias
de familiares y amigos las compartan, en lugar de apelar a artículos de los medios
tradicionales. En muchos países, como India, Estados Unidos y México, existe la
percepción de que los medios de comunicación tradicionales ocultan las noticias
reales. Contrariamente a muchas creencias, de acuerdo con la profesora Shakuntala
Banaji del Departamento de Medios y Comunicaciones de la London School of
Economics, la desinformación se propaga debido a la ideología y los prejuicios
más que al analfabetismo mediático. La alfabetización mediática juega un papel
más importante al reenviar o crear información. El problema es que los medios
de comunicación ya no marcan la agenda como solían hacerlo bajo el sustento
de códigos éticos de conducta. Las redes sociales reemplazaron este proceso
fusionando el activismo digital personalizado y permitiendo que las redes surjan o
distribuyan nuevas ideologías o teorías de conspiración. Por lo tanto, las plataformas
de redes sociales son espacios donde la sociedad en conjunto determina qué es
relevante y cambian las narrativas con frecuencia. Además, nuevos actores se
suman al cambio de narrativas para posicionar temas específicos: cuentas falsas,
los bots y los trolls.
Según el Dr. Darren Linvill, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y Salud del
Comportamiento de la Universidad de Clemson en Estados Unidos, la Agencia de
Investigación de Internet de Rusia es una empresa privada conectada a los medios
estatales rusos y actúa como una empresa de marketing que ejecuta bots, trolls,
sitios web y comentarios en publicaciones de todo el mundo.
Existen diversos estudios sobre redes sociales que analizan más de 3.000 millones
de tweets y los separan en categorías. Por ejemplo, algunos tipos de trolls pretenden
ser sitios de noticias. Estas cuentas toman noticias locales reales y las publican
ofreciendo un sesgo en sus tweets, presentando un mundo dividido y polarizado.
Hacen pensar a los usuarios que el mundo está aún más dividido de lo que realmente
está. Los trolls de izquierda y derecha pretenden ser personas reales, por ejemplo,
ciudadanos promedio que piden apoyo a ciertos líderes o movimientos. Algunos trolls
incluso publican blogs, eventos, boletines y páginas de donaciones. Con el tiempo,
se ha vuelto más difícil identificar a estos actores. Los trolls son muy profesionales,
no les importa lo que la gente piense de Rusia y, en cambio, pretenden cambiar
la percepción que tiene la gente de sus vecinos más cercanos. Estas agencias
estudian culturas y sociedades para saber cómo y qué piensan los individuos con
el fin de mejorar sus servicios. Así, en la actualidad, estas cuentas pretenden estar
muy comprometidas con una causa política y crecen exponencialmente porque su
contenido apela a una identidad grupal.
Más allá de la falta de confianza, un desafío adicional para los medios de
comunicación se deriva del hecho de que las plataformas de redes sociales
contienen algoritmos, que están hechos para reemplazar el contenido aleatorio,
personalizando el contenido con base en los intereses de los usuarios. Muchos
académicos coinciden en que lo que estamos viviendo ahora es una falta de
opiniones transversales. A diferencia de lo que se buscaba en un principio con las
redes sociales, ahora no hay ninguna conexión, sino más bien una separación de
redes. Cuando el algoritmo comprende cómo interactúa el usuario en línea, crece
para adaptarse a sus intereses, creando la llamada “burbuja de alienación”. En esta
lógica, cuando uno ingresa a una comunidad, hay un sentido de reconocimiento
e integración del sentimiento de pertenencia a algo mayor. Por lo tanto, es difícil
interactuar con otros usuarios que puedan tener opiniones opuestas.
En este campo de constante disminución de medios de comunicación tradicionales,
el populismo coincide con la evolución de los algoritmos de las redes sociales, lo
que conduce a una mayor polarización social cuando los líderes populistas usan las
redes sociales para promover la desinformación y el discurso del odio. Los discursos
en las redes sociales pueden entonces materializarse dando paso a situaciones
como las que estamos experimentando actualmente en el mundo real: violencia,
extremismo, racismo y sexismo.
Un futuro para la democracia y los derechos humanos
No hay vuelta atrás: las redes sociales son parte de nuestras vidas y nuestra política.
En medio de la pandemia, muchas personas en todo el mundo se vieron obligadas
a formar parte del mundo digital porque era la única forma de trabajar, estudiar y
socializar. En muchos países en desarrollo, la clase media está creciendo, al igual
que el consumo en línea, los viajes y el e-commerce. Los algoritmos ayudan a las
pequeñas empresas a crecer en sus ventas en línea y actualmente, las empresas
de tecnología están mejorando sus procesos y algoritmos para adaptarse a estas
tendencias. Sin embargo, hay poca investigación y comprensión de las redes
sociales y los derechos digitales. Las soluciones simplistas que se centran en
erradicar bots, trolls y algoritmos están condenadas al fracaso, porque los costos
de ser capturados como troll son bajos y no hay tipificación de delitos cibernéticos.
Los líderes políticos seguirán incidiendo en la difusión de noticias falsas y discursos
de odio porque no hay costos más altos que una cuenta suspendida.
La censura no es el camino correcto ya que estas plataformas son de propiedad
privada y fueron creadas como espacios libres de expresión fuera del control del
Estado. Muchos reclaman regulaciones ya que, por ejemplo, Facebook también es
una empresa que difunde noticias e información y por tanto debería regularse como
un medio de comunicación tradicional con códigos de ética editorial. Por lo tanto,
las corporaciones de medios deberían ser más responsables de cómo los actores
políticos usan las plataformas. En este sentido, las plataformas deberían hacer que
el gasto en publicidad política sea transparente, seguir la ética periodística, asumir la
responsabilidad editorial del contenido permitido y promover canales más abiertos
para la investigación y transparencia en los recursos.
Las redes sociales son uno de los desafíos de política más importantes del siglo,
y los debates a su alrededor no pueden basarse en regulaciones. Ello no permitiría
que los espacios se mantuvieran libres. El espacio digital es complejo debido a la
cantidad de comunidades diferentes que interactúan en él, por lo que los debates
sobre las redes sociales que introducen la responsabilidad de los estados en la
regulación, son problemáticos e indeseables ya que la mayoría de las iniciativas
de ley probablemente terminarían en censura. Según Vladimir Cortés, miembro del
programa de Derechos Digitales de Artículo 19, en México, tales reformas a las
leyes terminan promoviendo más la censura en lugar de fomentar la libertad de
expresión. El Estado no debe regular, más bien es necesario crear más instituciones
y organizaciones, como Artículo 19, para actuar como contrapeso del estado y
de las plataformas de redes sociales. Contar con expertos que puedan analizar manipulaciones, los procesos de decisión de eliminación unilateral de contenido o
suspensión de cuentas para promover la libertad de expresión y un debate abierto,
podría ser un punto de partida para políticas multisectoriales.
Las empresas de tecnología se están enfocando en moderar contenido y suspender
cuentas, sin embargo, la decisión de bloqueo tiene un sesgo y no permite que estos
espacios permanezcan libres. La disposición de suspender cuentas tampoco
puede estar en manos de ningún gobierno. Los gigantes tecnológicos tienen la
responsabilidad de proporcionar información sobre las decisiones y procesos de
eliminación de contenido y suspensión de cuentas. Asimismo, los usuarios deben
tener derecho a apelar dichas disposiciones. Cuanto más transparentes sean las
reglas y los procedimientos de toma de decisiones, más plataformas podrán seguir
funcionando como espacios libres.
Es un hecho que las democracias necesitan una prensa libre y medios independientes
para sobrevivir. La libertad de expresión no está por encima de ningún otro derecho
humano, pero es crucial para las democracias. Por lo tanto, debemos promover
el papel crucial de los periodistas y comprender que la alfabetización digital no
es suficiente. Sin educación en derechos humanos, no hay forma de romper con
los prejuicios. Las redes sociales deben trabajar junto con las organizaciones
de derechos humanos y los periodistas para educarse en derechos humanos e
informarse de los mecanismos para protegerlos y promoverlos. También deben
identificar el discurso de odio, la desinformación y aplicar una conducta ética:
cuanta más educación en derechos humanos, más pluralismo en el mundo digital.
Los usuarios, las empresas de tecnología y las organizaciones deben comprender
que la alfabetización mediática va más allá de ser escépticos a todas las fuentes de
información. Las personas necesitan aprender a evaluar la información que reciben,
el proceso de investigación que se sigue y las fuentes de dónde proviene. Más
importante aún, las personas deben reconocer el papel crucial de los periodistas
para las democracias. En este sentido, los periodistas y creadores de contenido
también deben reconocer los prejuicios y los peligros de la aplicación de la ley hacia
las minorías y reconocer que es lo que incita al discurso de odio y cómo funciona
el lenguaje en sus diversas narrativas. Para que las democracias prosperen, los
periodistas deben mantenerse comprometidos con el periodismo de investigación
y la información precisa e independiente, lo que significa una crítica abierta del
racismo, la xenofobia, el discurso de odio, la corrupción y el sexismo. Los gigantes
tecnológicos más ahora que nunca, deberían jugar un papel en la promoción de la
protección de los periodistas.
Como hemos visto recientemente con el Movimiento Black Lives Matter, las redes
sociales pueden cambiar las perspectivas y dar voz a los movimientos de la sociedad
civil. Al apoyar los valores liberales, las redes sociales pueden ayudar a promover la
democracia y las sociedades abiertas. Los usuarios, por su parte, no pueden confiar
en que las empresas de redes sociales cambien de un día para otro. Más bien,
pueden comenzar a practicar la tolerancia al exponerse y comprender la mentalidad
de otras personas con puntos de vista opuestos. No significa que todos debamos
estar de acuerdo, pero sí podemos ser conscientes y comportarnos en el mundo
digital como en el mundo real.
Los disturbios en el Capitolio en Washington D.C expusieron la interconexión entre
el mundo digital y el mundo real; demostraron que el poder de arbitrar la esfera
pública depende de las manos de unos pocos gigantes tecnológicos; expusieron
el daño que las narrativas populistas pueden infligir a la democracia. Vivimos en
tiempos históricos y decisivos que están configurando continuamente el futuro
digital. Aún existe mucho por entender, pero los tomadores de decisión, periodistas,
miembros de la sociedad civil, gerentes de compañías de redes sociales y usuarios
pueden empezar por promover los valores liberales y la democracia en línea. Hemos
compilado una serie de recomendaciones para comenzar a defender los derechos
digitales, la libertad de prensa y de expresión.
Recomendaciones
Para legisladores y tomadores de decisión
1. Las políticas no pueden depender de la erradicación de algoritmos
o de la regulación del contenido y suspensión de cuentas.
2. La censura solo obstaculizará la libertad de expresión
3. El Estado no debe tener ninguna responsabilidad en la regulación
de contenido o suspensión de cuentas.
4. Crear organismos e instituciones autónomas que actúen como
árbitros en la esfera digital
5. Promover el papel del periodismo de investigación y los medios
de comunicación como pilar de la democracia
Para las Plataformas de Redes Sociales
1. Proporcionar información transparente sobre los procesos de
decisión detrás de la eliminación de contenido y la suspensión de cuentas.
2. Permitir una investigación abierta de la academia y las organizaciones
de la sociedad civil sobre cómo funcionan las plataformas.
3. Trabajar junto con las organizaciones de derechos humanos y
los periodistas para educarse en derechos humanos con el fin de
crear mecanismos para protegerlos y promoverlos en línea.
4. Promover el papel fundamental de los periodistas para las democracias
e instar a la protección de su labor.
Para Periodistas y Organizaciones de la Sociedad Civil
1. Comprender que la alfabetización digital no es suficiente; sin
conocimientos sobre derechos humanos, no hay forma de romper
los ciclos de prejuicios.
2. Trabajar junto con las empresas de tecnología para educarlas sobre
los derechos humanos y los mecanismos para protegerlos y promoverlos.
3. Crear alianzas con empresas de tecnología para crear mecanismos
de identificación y tipificación del discurso de odio y desinformación
con códigos de ética.
4. Reconocer los prejuicios y los peligros de la aplicación de la ley
para las minorías; identificar qué incita al discurso del odio y cómo
funciona el lenguaje en sus narrativas.
5. Forjar un compromiso con la información precisa e independiente
lo que significa una crítica abierta del racismo, la xenofobia, la corrupción
y el sexismo.
Para usuarios de redes sociales
1. Promover los derechos de apelación ante decisiones de remoción
de contenido o suspensión de cuentas.
2. Aprender procesos de verificación de datos y alfabetización mediática
para confiar en la información recibida, su proceso de investigación
y fuentes.
3. Reconocer el papel de los periodistas y académicos, así como el rigor
de su investigación.
4. Practicar la tolerancia al estar en las redes sociales o en Internet: seguir
cuentas con opiniones opuestas y procurar mantener una mente abierta
5. Comportarse en las redes sociales como en el mundo real
Fuente: Freiheit