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La corrupción y el borrón

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Cada cambio de Gobierno en la República Dominicana ha estado marcado por denuncias de corrupción y finalmente un borrón.

Al dictador Trujillo lo ajusticiaron y así pagó por ser ladrón y matón. Su familia fue al exilio, mientras la mayoría de sus colaboradores permanecieron en el país bajo la tutela de Joaquín Balaguer. A veces resuena “viva el jefe” sin saberse si es una adicción, una afección o una confusión.

Balaguer no fue un tirano y tuvo mejor suerte: murió de viejo, no ajusticiado. Se dedicó a enriquecer una casta política, militar y empresarial a cambio de apoyo para volver y volver. En aquellos turbulentos 12 años (1966-1978), los contratos grado a grado proliferaron, las empresas de CORDE las despilfarraron, los jefes militares se apropiaron de terrenos públicos y las hermanas repartieron migajas en la Cruzada (la lista es más larga).

Con su cinismo magistral, Balaguer dijo que la corrupción se detenía en la puerta de su despacho.

Cuando Balaguer fue desplazado del poder por el PRD en 1978, la corrupción y los crímenes quedaron impunes. El pueblo dominicano se conformó con que Antonio Guzmán destutanara los jefes militares. Esa fue la gran hazaña de la transición democrática.

En 1986, Balaguer retornó al poder, y, por supuesta corrupción, sometieron a Salvador Jorge Blanco y algunos allegados. Ni la corrupción ni la impunidad se terminaron, pero el PRD se mantuvo subyugado y Balaguer gobernó 10 años (de fuera vinieron a sacarlo).

Pasada la era de represión, la corrupción se convirtió en el delito público más sonado.

En 1996, ascendido por Balaguer al poder, Leonel Fernández protegió a los reformistas señalados de corruptos. ¡Gran borrón!

En el 2000, Hipólito Mejía amenazó con enjuiciar a funcionarios de Fernández y unos cuantos estuvieron presos por un tiempito, pero declaró intocables los expresidentes: Leonel entonces tranquilito y Balaguer ungido Padre de la Democracia.

En el 2004, cuando en medio de la crisis económica el PLD ganó, el nuevamente presidente Fernández no asumió la bandera de la anticorrupción. El PRD se benefició del borrón.

El tren de la acumulación, cortesía del Estado dominicano, siguió a todo vapor y los vagones llenos de aspirantes a beneficiarios. El PLD dejó de ser comesolo y pasó a integrar amplios segmentos económicos y políticos, de derecha a izquierda, al reparto.

En su discurso de los 100 días a fines de 2012, Danilo Medina hizo un llamado a no tirar piedras hacia atrás ante las demandas de jóvenes en las calles pidiendo sometimientos por actos de corrupción en FUNGLODE y demás. ¡Otro borrón!

El PRM llegó al poder en el 2020 gracias a las manifestaciones contra la corrupción que comenzaron a producirse en enero 2017 por los sobornos de Odebrecht y continuaron por diversos escándalos hasta las elecciones de 2020.

Fuera del poder, los sometimientos a funcionarios de Medina no se hicieron esperar y siguen viento en popa. Pero, de aquí al juicio final hay un gran trecho.

Solo el tiempo dirá si asistimos al fin de la impunidad o a un desmonte para el reemplazo de los agraciados.

Por: Rosario Espinal

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Cada cambio de Gobierno en la República Dominicana ha estado marcado por denuncias de corrupción y finalmente un borrón.

Al dictador Trujillo lo ajusticiaron y así pagó por ser ladrón y matón. Su familia fue al exilio, mientras la mayoría de sus colaboradores permanecieron en el país bajo la tutela de Joaquín Balaguer. A veces resuena “viva el jefe” sin saberse si es una adicción, una afección o una confusión.

Balaguer no fue un tirano y tuvo mejor suerte: murió de viejo, no ajusticiado. Se dedicó a enriquecer una casta política, militar y empresarial a cambio de apoyo para volver y volver. En aquellos turbulentos 12 años (1966-1978), los contratos grado a grado proliferaron, las empresas de CORDE las despilfarraron, los jefes militares se apropiaron de terrenos públicos y las hermanas repartieron migajas en la Cruzada (la lista es más larga).

Con su cinismo magistral, Balaguer dijo que la corrupción se detenía en la puerta de su despacho.

Cuando Balaguer fue desplazado del poder por el PRD en 1978, la corrupción y los crímenes quedaron impunes. El pueblo dominicano se conformó con que Antonio Guzmán destutanara los jefes militares. Esa fue la gran hazaña de la transición democrática.

En 1986, Balaguer retornó al poder, y, por supuesta corrupción, sometieron a Salvador Jorge Blanco y algunos allegados. Ni la corrupción ni la impunidad se terminaron, pero el PRD se mantuvo subyugado y Balaguer gobernó 10 años (de fuera vinieron a sacarlo).

Pasada la era de represión, la corrupción se convirtió en el delito público más sonado.

En 1996, ascendido por Balaguer al poder, Leonel Fernández protegió a los reformistas señalados de corruptos. ¡Gran borrón!

En el 2000, Hipólito Mejía amenazó con enjuiciar a funcionarios de Fernández y unos cuantos estuvieron presos por un tiempito, pero declaró intocables los expresidentes: Leonel entonces tranquilito y Balaguer ungido Padre de la Democracia.

En el 2004, cuando en medio de la crisis económica el PLD ganó, el nuevamente presidente Fernández no asumió la bandera de la anticorrupción. El PRD se benefició del borrón.

El tren de la acumulación, cortesía del Estado dominicano, siguió a todo vapor y los vagones llenos de aspirantes a beneficiarios. El PLD dejó de ser comesolo y pasó a integrar amplios segmentos económicos y políticos, de derecha a izquierda, al reparto.

En su discurso de los 100 días a fines de 2012, Danilo Medina hizo un llamado a no tirar piedras hacia atrás ante las demandas de jóvenes en las calles pidiendo sometimientos por actos de corrupción en FUNGLODE y demás. ¡Otro borrón!

El PRM llegó al poder en el 2020 gracias a las manifestaciones contra la corrupción que comenzaron a producirse en enero 2017 por los sobornos de Odebrecht y continuaron por diversos escándalos hasta las elecciones de 2020.

Fuera del poder, los sometimientos a funcionarios de Medina no se hicieron esperar y siguen viento en popa. Pero, de aquí al juicio final hay un gran trecho.

Solo el tiempo dirá si asistimos al fin de la impunidad o a un desmonte para el reemplazo de los agraciados.

Por: Rosario Espinal

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