Apocalíptico ha sido el secretario general de las Naciones Unidas en el discurso inaugural de la conferencia mundial sobre el clima, la COP27, que se celebra en Egipto. António Guterres ha advertido que el mundo va derecho hacia un suicidio colectivo si no se reacciona de inmediato frente al cambio climático, ya que se acelera peligrosamente. Sus palabras de alarma pretenden concienciar al centenar de presidentes y jefes de gobierno presentes en la estación balnearia de Sharm el Sheij. Pero entre ellos no han estado ni Joe Biden ni Xi Jinping, los presidentes de los dos países más contaminantes del mundo, ni tampoco Vladímir Putin, presidente de Rusia, el mayor productor de combustibles fósiles. Estas tres destacadas ausencias han restado importancia política a la citada cumbre mundial contra el cambio climático, pese a la asistencia de delegaciones de esos tres países.
Tanto Estados Unidos como China deberían liderar con determinación y voluntad política, junto con Europa, la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y la descarbonización de la economía. Ese esfuerzo global debe empezar por los países más ricos y más grandes. Guterres ha sido muy claro al afirmar que la humanidad debe escoger entre cooperar o perecer, entre un pacto de solidaridad climática o un pacto de suicidio colectivo. De momento, en su opinión, vamos en la autopista hacia el infierno climático con el pie en el acelerador. Sus palabras se sustentan en los estudios más recientes sobre la evolución del calentamiento del planeta. Va tan rápido que no se logrará contener el aumento de la temperatura en 1,5 grados centígrados este siglo si no se hacen, urgentemente, esfuerzos adicionales a los acordados en la COP de París de hace siete años.
Dramática llamada de las Naciones Unidas a frenar el acelerado cambio climático
Los medios, la tecnología y el dinero para combatir el cambio climático existen. ¿Qué hay que hacer, entonces, para vencer la resistencia de los poderes políticos y económicos a adoptar las medidas que se necesitan? Solo un drástico aumento de la concienciación social sobre la gravedad del problema les puede obligar a ello. Es lo que intenta el líder de las Naciones Unidas con sus reiterados llamamientos a la colaboración internacional contra el cambio climático. Pero
Guterres está prácticamente solo y, de momento, mientras los grandes países no lo secunden, es como si predicara en el desierto. Los resultados de la COP27, que se conocerán cuando finalice, dentro de dieciocho días, marcarán el nivel de compromiso global existente.
El mayor ejemplo de la falta de fe en el logro de acuerdos serios y profundos para reducir el calentamiento del planeta reside en el hecho de que buena parte de las discusiones de la COP27 se centrarán en las ayudas que los países ricos deben conceder a los países más vulnerables a las catástrofes climáticas. Y aunque sin duda saldría más barato frenar efectivamente el cambio climático, los intereses económicos asociados a los combustibles fósiles son muy poderosos y apuestan por el beneficio a corto plazo, con independencia del daño que pueda producirse al planeta.
Sin embargo, hay razones económicas suficientes, al margen de la mera lucha contra el cambio climático, que justifican la transición verde de las economías. La propia presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, ha apelado, en el seno de la COP27, a invertir masivamente en las energías renovables para sustituir los combustibles fósiles, porque ello no solo hará las economías más verdes, sino también más autosuficientes y con suministro energético más barato para los países y sus ciudadanos. Como también afirma Lagarde, acelerar la transición verde nunca ha sido tan importante como ahora. Pero, como ha advertido Guterres, a la humanidad le toca elegir si quiere seguir hacia el suicidio colectivo o apostar por la supervivencia del planeta.
Fuente: La Vanguardia.