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Fascismo cultural en EE.UU.

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Los republicanos y sus asociaciones afines ejercen lo más parecido a las quemas de obras literarias durante las ofensivas fascistas del siglo XX

Cuando la experimentada gestora Kimber Glidden llegó con su familia a Bonners Ferry, Idaho, para hacerse cargo de la biblioteca del Condado de Boundary, el diario local Herald le dedicó un artículo de bienvenida en el que ella se mostraba encantada con el ambiente que percibía y la acogida que los miembros de la junta del centro le habían dedicado. A Glidden y su esposo, procedentes de la fría Alaska, todo en Bonners Ferry les parecía cálido y hermoso aunque hubieran llegado en enero. Poco les duró la paz. Después de diez meses de escuchar gritos de “pecadora” y citas bíblicas de condenación al infierno, el pasado 10 de septiembre, la bibliotecaria tiró la toalla y renunció.

“Nada podría haberme preparado para soportar la atmósfera política de extremismo, fundamentalismo cristiano, tácticas de intimidación y comportamiento amenazante que he sufrido”, escribió Glidden, de 51 años, en su carta de renuncia. Días después concretó algo más sus quejas en nombre de todo su equipo: “La gente aparecía armada en las reuniones de la junta de la biblioteca. Nos acusaban de ser unos pedófilos y de manipular niños”.

Las historias con personajes LGTBI, la raza y la defensa de derechos son las materias más vetadas

Insultos y amenazas aparte, lo que el grupo de padres ultraconservadores que hostigaba a Gliden estaba exigiendo era la prohibición de 400 libros supuestamente indecentes, la mayoría con personajes LGTBI y escenas de actividad sexual. No les importaba que casi ninguno de los títulos estuviera en la colección de la biblioteca; se trataba de un veto “preventivo” para evitar contaminaciones de libertinaje en este santo pueblo de unas 2.500 almas. “Nuestra misión es proteger a los niños”, clamaron.

El de Kimber Glidden no es un caso excepcional: ni en Idaho, donde también fue sonada la dimisión de la responsable de la biblioteca infantil de la ciudad de Coeur d’Alene, Delaney Daly, ni en el conjunto de Estados Unidos. En un movimiento cada día más amenazante dirigido por el Partido Republicano y asociaciones afines, con aires de autoritarismo cultural que recuerdan las quemas de libros durante las ofensivas fascistas del siglo XX, decenas de grupos parlamentarios de esa formación y cientos de distritos escolares con respaldo de grupos ultras han prohibido o intentado restringir la distribución de 1.651 títulos literarios en lo que va de año; una cifra muy superior a la de los libros vetados a lo largo de todo el año pasado: 1.597.

El dato procede del informe que la Asociación Estadounidense de Bibliotecas (ALA) acaba de hacer público con motivo de la celebración, desde el domingo pasado, de la Semana de los Libros Prohibidos: un evento que en este país se organiza desde 1982 a modo de resistencia contra la censura. El número de títulos perseguidos ahora es, según la ALA, “el mayor desde que la asociación comenzó a documentarlo, hace décadas”.

En el ámbito educativo, 138 distritos escolares de 32 estados excluyeron 1.648 títulos de 1.261 autores literarios más 290 ilustradores y 18 traductores en el curso 2021-2022, según el informe de la organización de derechos especializada en libros PEN América. Y en el ámbito legislativo, solo este año se han presentado 137 proyectos de ley de censura de temas y libros en 36 parlamentos estatales, la mayoría controlados por conservadores: un incremento sustancial respecto al año pasado, cuando se lanzaron 54 proyectos de ley en 22 estados. En virtud de algunas de estas leyes, los maestros que se salten las restricciones pueden ser despedidos y hasta afrontar cargos criminales. Texas, Florida y Pensilvania, los tres con parlamentos dominados por el partido conservador que lidera Donald Trump, son los estados más activos.

Las historias vinculadas a personas LGTBI, las protagonizadas por negros, las que contienen escenas de sexo, las referidas al racismo y las alusivas a la defensa de derechos civiles son, por este orden, las más vetadas. Y este año la lista de libros más prohibidos y perseguidos aparece encabezada por la obra Gender queer: a memoir de Maia Kobabe, vetada en 41 distritos escolares y retirada de sus bibliotecas por ser “sexualmente explícita y pornográfica”. Le siguen All Boys aren’t blue ” de George M. Johnson, prohibida en 29 distritos, y Out of darkness de Ashley Hope Pérez, proscrita en 24 distritos. Entre los autores más vetados destaca la Nobel de Literatura Toni Morrison, por su primera novela, The bluest eye .

Nadie se salva aquí de la quema si toca según qué asuntos.

Fuente: La Vanguardia

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Los republicanos y sus asociaciones afines ejercen lo más parecido a las quemas de obras literarias durante las ofensivas fascistas del siglo XX

Cuando la experimentada gestora Kimber Glidden llegó con su familia a Bonners Ferry, Idaho, para hacerse cargo de la biblioteca del Condado de Boundary, el diario local Herald le dedicó un artículo de bienvenida en el que ella se mostraba encantada con el ambiente que percibía y la acogida que los miembros de la junta del centro le habían dedicado. A Glidden y su esposo, procedentes de la fría Alaska, todo en Bonners Ferry les parecía cálido y hermoso aunque hubieran llegado en enero. Poco les duró la paz. Después de diez meses de escuchar gritos de “pecadora” y citas bíblicas de condenación al infierno, el pasado 10 de septiembre, la bibliotecaria tiró la toalla y renunció.

“Nada podría haberme preparado para soportar la atmósfera política de extremismo, fundamentalismo cristiano, tácticas de intimidación y comportamiento amenazante que he sufrido”, escribió Glidden, de 51 años, en su carta de renuncia. Días después concretó algo más sus quejas en nombre de todo su equipo: “La gente aparecía armada en las reuniones de la junta de la biblioteca. Nos acusaban de ser unos pedófilos y de manipular niños”.

Las historias con personajes LGTBI, la raza y la defensa de derechos son las materias más vetadas

Insultos y amenazas aparte, lo que el grupo de padres ultraconservadores que hostigaba a Gliden estaba exigiendo era la prohibición de 400 libros supuestamente indecentes, la mayoría con personajes LGTBI y escenas de actividad sexual. No les importaba que casi ninguno de los títulos estuviera en la colección de la biblioteca; se trataba de un veto “preventivo” para evitar contaminaciones de libertinaje en este santo pueblo de unas 2.500 almas. “Nuestra misión es proteger a los niños”, clamaron.

El de Kimber Glidden no es un caso excepcional: ni en Idaho, donde también fue sonada la dimisión de la responsable de la biblioteca infantil de la ciudad de Coeur d’Alene, Delaney Daly, ni en el conjunto de Estados Unidos. En un movimiento cada día más amenazante dirigido por el Partido Republicano y asociaciones afines, con aires de autoritarismo cultural que recuerdan las quemas de libros durante las ofensivas fascistas del siglo XX, decenas de grupos parlamentarios de esa formación y cientos de distritos escolares con respaldo de grupos ultras han prohibido o intentado restringir la distribución de 1.651 títulos literarios en lo que va de año; una cifra muy superior a la de los libros vetados a lo largo de todo el año pasado: 1.597.

El dato procede del informe que la Asociación Estadounidense de Bibliotecas (ALA) acaba de hacer público con motivo de la celebración, desde el domingo pasado, de la Semana de los Libros Prohibidos: un evento que en este país se organiza desde 1982 a modo de resistencia contra la censura. El número de títulos perseguidos ahora es, según la ALA, “el mayor desde que la asociación comenzó a documentarlo, hace décadas”.

En el ámbito educativo, 138 distritos escolares de 32 estados excluyeron 1.648 títulos de 1.261 autores literarios más 290 ilustradores y 18 traductores en el curso 2021-2022, según el informe de la organización de derechos especializada en libros PEN América. Y en el ámbito legislativo, solo este año se han presentado 137 proyectos de ley de censura de temas y libros en 36 parlamentos estatales, la mayoría controlados por conservadores: un incremento sustancial respecto al año pasado, cuando se lanzaron 54 proyectos de ley en 22 estados. En virtud de algunas de estas leyes, los maestros que se salten las restricciones pueden ser despedidos y hasta afrontar cargos criminales. Texas, Florida y Pensilvania, los tres con parlamentos dominados por el partido conservador que lidera Donald Trump, son los estados más activos.

Las historias vinculadas a personas LGTBI, las protagonizadas por negros, las que contienen escenas de sexo, las referidas al racismo y las alusivas a la defensa de derechos civiles son, por este orden, las más vetadas. Y este año la lista de libros más prohibidos y perseguidos aparece encabezada por la obra Gender queer: a memoir de Maia Kobabe, vetada en 41 distritos escolares y retirada de sus bibliotecas por ser “sexualmente explícita y pornográfica”. Le siguen All Boys aren’t blue ” de George M. Johnson, prohibida en 29 distritos, y Out of darkness de Ashley Hope Pérez, proscrita en 24 distritos. Entre los autores más vetados destaca la Nobel de Literatura Toni Morrison, por su primera novela, The bluest eye .

Nadie se salva aquí de la quema si toca según qué asuntos.

Fuente: La Vanguardia

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