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Chile, violencia mapuche y el fin de la ingenuidad del Gobierno de Boric

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El escenario de violencia en el sur de Chile sigue desafiando la voluntad de diálogo del Gobierno de Gabriel Boric. ¿Qué camino debe seguir el Ejecutivo chileno para lograr la paz ante las demandas de sectores mapuches?

En Chile, la tensión en el sur del país no da respiro al Gobierno de Gabriel Boric. Los hechos de violencia por parte de indígenas radicalizados tuvieron por consecuencia que el miércoles (29.06.2022), el Parlamento chileno votara a favor de la cuarta extensión del estado de excepción en la región de La Araucanía, y en las provincias de Arauco y del Biobio.

El pueblo originario mapuche reclama al Estado chileno tierras que consideran ancestrales y que han sido entregadas a empresas de explotación forestal y agrícola. A pesar de que el Gobierno de Boric anunció en mayo un amplio plan de reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas, la violencia no cesa.

A nivel político, «esto es obviamente una señal de que la estrategia de ‘pura zanahoria y cero garrote’ no funciona”, dijo a DW Cristóbal Bellolio, académico de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez, de Santiago de Chile. «Este nuevo elenco de izquierda joven que lidera el presidente Boric siempre fue muy crítico de las estrategias represivas de los gobiernos anteriores, tanto de la concertación como de la derecha, y apostó a un enfoque de diálogo en la zona sur”. Sin embargo, «ahora se ve obligado a recurrir a esas mismas herramientas”, añadió Bellolio, si bien no planea una mayor militarización, a pesar de los pedidos de parlamentarios de la derecha y la ultraderecha.

Chile Mapuche Konflikt
Manifestantes de pueblos originarios chocan con la Policía chilena en Valparaíso en 2021.

Estado de excepción, señal contra la inseguridad en Chile

Para Bellolio, la señal política de esta extensión del estado de emergencia «es un mensaje a la opinión pública de que el Gobierno ya no es ingenuo, y que entiende que, a veces, por más que duela, hay que imponer el Estado de derecho por la fuerza”. La gente «necesita vivir con una sensación de orden público y seguridad”, subraya. Sobre todo en este momento, ya que Chile se enfrenta a un aumento de la criminalidad en la frontera norte y a la aparición de un «sicariato” relacionado con el narcotráfico, que comete homicidios perpetrados con una violencia inusual en el país sudamericano.

POLÍTICA | 28.06.2022

El «Chernobyl chileno» y el dilema entre salud y economía 

Según el historiador y politólogo Máximo Quitral, de la Universidad Tecnológica Metropolitana de Chile, la forma en que las autoridades reaccionan ante el llamado «conflicto mapuche” no es un problema solo de un gobierno, sino ya un problema de Estado. «La agenda política es represora y no busca acercar posiciones para entender cuál es la propuesta y la visión de los grupos más radicalizados de la zona, que no confían en el Estado”, explica. Para que exista un diálogo, dice, es necesario que el Estado entienda que la presencia de las grandes compañías de explotación forestal, que solo se centran en «maximizar las ganancias y acumular riqueza”, aunque eso debilite el ecosistema, va en contra de la cosmovisión mapuche. Y asegura que «los mapuches han hecho un petitorio al respecto, y no solo a este gobierno, que, lamentablemente, ha sido desconocido por las autoridades”.

Ese análisis se contrapone al de Cristóbal Bellolio: «Es importante que se entienda que nunca antes el Estado chileno ha hecho un esfuerzo como el que está haciendo ahora con la Convención Constitucional para construir un nuevo trato con los pueblos indígenas”. Si la violencia no para, «habrá que actuar con todo el rigor de la ley”, subraya.

Chile Mapuche Konflikt
Miembros de la Convención Constituyente en Chile protestan en 2021 contra la militarización de la Araucanía. 

Escuchar a los más radicalizados

Con respecto al avance de la Convención Constituyente en este sentido, Quitral señala que hay un grupo de representantes de las comunidades mapuches que no reconoció a los actores indígenas presentes en la Convención, ni a la Carta Constitucional como un mecanismo de solución de conflictos. Ese es un antecedente importante, que da cuenta de la distancia entre el Estado y las polarizaciones movilizadas, puntualiza.

¿Habrá una voluntad de diálogo de parte de los mapuches más radicalizados para que no sea necesario militarizar la región? «Creo que no habrá ninguna posibilidad, ya anunciaron que no reconocen a ningún interlocutor válido, ni siquiera en este gobierno de izquierda”, explica Cristóbal Bellolio, a pesar de que hay 17 representantes de los llamados «escaños reservados” de la Convención y han formado parte del núcleo más influyente. «Los pueblos originarios han sido muy eficientes en la Convención. En la práctica, la plurinacionalidad se está encarnando en una serie de derechos y autonomías que antes eran impensables”, sostiene.

Para lograr un diálogo que garantice la paz social en este complejo escenario, según Máximo Quitral, se requiere «de voluntad política y de credibilidad para generar confianza ante las comunidades indígenas”. «Hay que buscar acercamiento, pero la clave es cuán dispuesto está el Estado a hacer frente a las forestales que están operando en territorio mapuche”, ese es el meollo político. Pero ante todo, una mayor militarización del sur de Chile sería contraproducente, y haría que la escalada de violencia fuera mayor, coinciden ambos expertos.

Fuente: DW

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En Chile, la tensión en el sur del país no da respiro al Gobierno de Gabriel Boric. Los hechos de violencia por parte de indígenas radicalizados tuvieron por consecuencia que el miércoles (29.06.2022), el Parlamento chileno votara a favor de la cuarta extensión del estado de excepción en la región de La Araucanía, y en las provincias de Arauco y del Biobio.

El pueblo originario mapuche reclama al Estado chileno tierras que consideran ancestrales y que han sido entregadas a empresas de explotación forestal y agrícola. A pesar de que el Gobierno de Boric anunció en mayo un amplio plan de reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas, la violencia no cesa.

A nivel político, «esto es obviamente una señal de que la estrategia de ‘pura zanahoria y cero garrote’ no funciona”, dijo a DW Cristóbal Bellolio, académico de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez, de Santiago de Chile. «Este nuevo elenco de izquierda joven que lidera el presidente Boric siempre fue muy crítico de las estrategias represivas de los gobiernos anteriores, tanto de la concertación como de la derecha, y apostó a un enfoque de diálogo en la zona sur”. Sin embargo, «ahora se ve obligado a recurrir a esas mismas herramientas”, añadió Bellolio, si bien no planea una mayor militarización, a pesar de los pedidos de parlamentarios de la derecha y la ultraderecha.

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Para Bellolio, la señal política de esta extensión del estado de emergencia «es un mensaje a la opinión pública de que el Gobierno ya no es ingenuo, y que entiende que, a veces, por más que duela, hay que imponer el Estado de derecho por la fuerza”. La gente «necesita vivir con una sensación de orden público y seguridad”, subraya. Sobre todo en este momento, ya que Chile se enfrenta a un aumento de la criminalidad en la frontera norte y a la aparición de un «sicariato” relacionado con el narcotráfico, que comete homicidios perpetrados con una violencia inusual en el país sudamericano.

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Según el historiador y politólogo Máximo Quitral, de la Universidad Tecnológica Metropolitana de Chile, la forma en que las autoridades reaccionan ante el llamado «conflicto mapuche” no es un problema solo de un gobierno, sino ya un problema de Estado. «La agenda política es represora y no busca acercar posiciones para entender cuál es la propuesta y la visión de los grupos más radicalizados de la zona, que no confían en el Estado”, explica. Para que exista un diálogo, dice, es necesario que el Estado entienda que la presencia de las grandes compañías de explotación forestal, que solo se centran en «maximizar las ganancias y acumular riqueza”, aunque eso debilite el ecosistema, va en contra de la cosmovisión mapuche. Y asegura que «los mapuches han hecho un petitorio al respecto, y no solo a este gobierno, que, lamentablemente, ha sido desconocido por las autoridades”.

Ese análisis se contrapone al de Cristóbal Bellolio: «Es importante que se entienda que nunca antes el Estado chileno ha hecho un esfuerzo como el que está haciendo ahora con la Convención Constitucional para construir un nuevo trato con los pueblos indígenas”. Si la violencia no para, «habrá que actuar con todo el rigor de la ley”, subraya.

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Miembros de la Convención Constituyente en Chile protestan en 2021 contra la militarización de la Araucanía. 

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Con respecto al avance de la Convención Constituyente en este sentido, Quitral señala que hay un grupo de representantes de las comunidades mapuches que no reconoció a los actores indígenas presentes en la Convención, ni a la Carta Constitucional como un mecanismo de solución de conflictos. Ese es un antecedente importante, que da cuenta de la distancia entre el Estado y las polarizaciones movilizadas, puntualiza.

¿Habrá una voluntad de diálogo de parte de los mapuches más radicalizados para que no sea necesario militarizar la región? «Creo que no habrá ninguna posibilidad, ya anunciaron que no reconocen a ningún interlocutor válido, ni siquiera en este gobierno de izquierda”, explica Cristóbal Bellolio, a pesar de que hay 17 representantes de los llamados «escaños reservados” de la Convención y han formado parte del núcleo más influyente. «Los pueblos originarios han sido muy eficientes en la Convención. En la práctica, la plurinacionalidad se está encarnando en una serie de derechos y autonomías que antes eran impensables”, sostiene.

Para lograr un diálogo que garantice la paz social en este complejo escenario, según Máximo Quitral, se requiere «de voluntad política y de credibilidad para generar confianza ante las comunidades indígenas”. «Hay que buscar acercamiento, pero la clave es cuán dispuesto está el Estado a hacer frente a las forestales que están operando en territorio mapuche”, ese es el meollo político. Pero ante todo, una mayor militarización del sur de Chile sería contraproducente, y haría que la escalada de violencia fuera mayor, coinciden ambos expertos.

Fuente: DW

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