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Brendan Fraser disfruta su regreso al estrellato, pero no lo da por sentado

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“Soy consciente de dónde estuve, adónde fui y dónde estoy ahora”, dice el actor, nominado al Oscar por su notable regreso en ‘La ballena’.

Brendan Fraser fue elegido para el papel de La ballena después de que el director Darren Aronofsky se encontrara con un viejo tráiler de una película en la que aparecía el actorCredit…Chantal Anderson para The New York Times

Érase una vez, cuando un gigantesco hombre Marlboro se encaramaba frente al Chateau Marmont y una comida de tres platos para dos personas aún costaba menos de 100 dólares en Spago, Brendan Fraser llegó a Hollywood dispuesto a conquistarlo y descubrió, con cierta sorpresa, que el lugar no oponía resistencia. El estrellato cinematográfico le llegó con demasiada facilidad al joven y fornido canadiense, y ahora lo sabe, porque desde entonces ha pasado por momentos de la vida que le resultaron mucho más duros.

“He estado conduciendo por esta ciudad en la que solía vivir, y la he observado”, me dijo Fraser, que ahora tiene 54 años, hace poco en Los Ángeles, “y es como ver fantasmas de mí mismo, los recuerdos que vuelven”.

Recuerda la emoción de la década de 1990, cuando triunfó con papeles protagonistas en películas como El hombre de California y School Ties, se columpiaba entre los árboles como el simpático George de la selva y protagonizaba audaces hazañas en La momia. Pero se le percibía menos como un actor serio y más como un guapo bobalicón. Y mientras las comedias de Fraser en la gran pantalla empezaban a dar menos dividendos en la década de 2000, el actor tuvo que enfrentar a una serie de dificultades fuera de la pantalla, como un costoso divorcio, lesiones provocadas por años de agotador trabajo como doble de acción y una agresión sexual que, según él, fue cometida por el antiguo jefe de los Globos de Oro, Philip Berk, y que lo hizo retirarse de la vida pública. (Berk ha negado la acusación).

En 2020, el director Darren Aronofsky se topó con el tráiler de una vieja película en la que aparecía Fraser y pensó que el actor estaba listo para ser reivindicado: le ofreció el papel de Charlie, el protagonista de La ballena —basada en la obra de Samuel D. Hunter— un profesor obeso que se ha retirado del mundo, pero intenta arreglar las cosas con su hija distanciada (Sadie Sink). Para interpretar ese rol, Fraser consultó a la Coalición de Acción contra la Obesidad y se puso un traje protésico tan pesado que había que llenarlo de tubos de agua fría para regular su temperatura corporal.“En cierto modo, fue una fusión de hombre y máquina”, afirmó.

La interpretación de Fraser en La ballena le ha valido una nominación a los premios Oscar y un premio del Sindicato de Actores como mejor actor, y a finales de este año se le podrá ver en Killers of the Flower Moon, de Martin Scorsese, demostrando que su regreso al prestigio no es algo aislado. “Si los directores son pintores y los actores son los distintos colores, hace mucho tiempo que no había un color como Brendan en la paleta”, aseguró Aronofsky. “Estoy muy orgulloso de que esté recibiendo lo que se merece”.

En persona, Fraser es tan cortés y de voz tan suave que el simple hecho de comer una ensalada frente a él puede hacer que te sientas como si tocaras un instrumento armonioso en conjunto. Cuando nos reunimos en el restaurante de un hotel de West Hollywood a mediados de febrero, me habló con humildad de la temporada de premios que lo ha vuelto a convertir en una estrella de Hollywood. “No voy a dar nada por sentado, sabiendo lo largo que ha sido este viaje”, afirmó.

A continuación, ofrecemos los fragmentos editados de nuestra conversación.

A medida que avanza esta temporada de premios, ¿has llegado a conocer a tus compañeros nominados?

Sí, y a tener un profundo respeto por los demás, también, sabiendo que todos estamos en la misma carrera o campo de entrenamiento: Saltar, gatear, nadar, tiburones, alambre de espino, ¡vamos otra vez!Siento camaradería, y me encantó volver a ver a Ke [Huy Quan] porque la última vez que lo vi fue hace muchos años y trabajamos juntos en El hombre de California. Fui efusivo y le dije: “Seguimos aquí”. Él respondió: “Así es, estamos”. Me alegra mucho ver su resurgimiento.

¿Cómo se siente hacer estos discursos de aceptación y recibir tantos homenajes?

Estoy teniendo una repetición de experiencias extracorpóreas, y me pellizco: ¿de verdad me está pasando? Mi obligación es asumir esta ola de generosidad y apoyo. En realidad me asombra y estoy muy agradecido, pero sería negligente de mi parte no reconocerlo.

¿De qué manera necesitas reconocer como tuyos todos estos sucesos?

Solo necesito ser merecedor de esto porque soy consciente de dónde estuve, adónde fui y dónde estoy ahora. Al mismo tiempo, soy reticente a confiarme demasiado porque he estado en esta montaña rusa muchas veces y sé que, si estás demasiado cómodo, puedes volverte complaciente. Y en ese momento es cuando te metes en problemas y dejas que baje tu nivel de exigencia y dejas que pases cosas que, de otro modo, te preocuparían mucho.

En La ballena tuviste que usar prostéticos de manera exhaustiva. ¿Cómo afecta eso tu interpretación?

Sabía que básicamente era como trabajar con una máscara. Sabía que sería incómodo. ¿Y qué? Sabía que tendría que ser muy paciente para mantenerme enganchado a las escenas que estábamos interpretando mientras hacían ajustes entre tomas. Y a Darren le gusta hacer muchas tomas. Así que tuve que ser como un caballo que tenía que era muy sanguíneo. Podías atarlo, cepillarlo, pegarle las moscas y nunca saltaba. Tienes que quedarte quieto y aguantar, ser paciente y no morder ni patear a nadie porque están ahí para ayudarte. Luego dejas que todo salga y haces lo que tienes que hacer.

¿Cómo te preparaste para la película?

La Coalición de Acción contra la Obesidad (OAC, por su sigla en inglés) me dio acceso a muchas personas, para que pudiera preguntarles su historia en llamadas de Zoom. Hablé con unas ocho o diez personas —algunas postradas en cama, otras perfectamente móviles— y les pregunté: “Explícame tu dieta durante un día”. Y me lo describían de la misma manera que una persona bebe, consume sustancias, sexo o adicción al juego. Automedicarse con la comida está en la misma rueda de ese comportamiento, un ciclo de riesgo, recompensa, riesgo, recompensa, placer para mí, placer para mí. Nosotros, los humanos, simios afeitados, no podemos presionar el botón. Eso ocurre de la misma manera neurológica que a las personas que tienen esos otros vicios como muleta en su vida, así que, si ellos merecen tu simpatía, también la merece una persona que tiene la temeridad de simplemente existir en un cuerpo que es enorme. Lo digo cínicamente.

¿Qué aportaste para interpretar a Charlie?

Sé qué se siente convertirse en el blanco de una broma malintencionada. Estás viendo a un tipo que ha sido comparado con un ejemplo de sí mismo de hace 25 años en taparrabos. Eso es salaz y vende ejemplares del Daily Mail, pero no importan las consecuencias de quién pueda ser el ser humano receptor de ese tipo de desprecio y burla. ¿Saben qué? No es agradable. Tengo sentimientos. Me identifico con la diatriba constante que tienen que soportar en su vida diaria las personas que viven en cuerpos voluminosos. Los médicos los pasan por alto, no reciben la misma atención. Eso afecta la confianza en uno mismo y puede generar comportamientos más nocivos. Es una consecuencia para la salud que se puede erradicar si dejamos de ser malos unos con otros.

¿Cómo te sentiste el último día de filmación?

La última vez que me quité ese maquillaje, me emocioné mucho. Sé que es algo típico de los actores, pero no se me pasó por alto que yo podía quitarme el disfraz y las personas que viven en ese cuerpo no. Me sentí esperanzado de no haberlos engañado fingiendo ser quienes eran de un modo que no era útil, pero realmente sentí que me estaba despidiendo de un tipo al que conocía de una manera muy personal.

Además, después de haber interpretado este papel, sentí que me daba una salvación. Me permitió presentarme de nuevo en una industria que, si te pierde de vista, te pierde de vista. Todos envejecemos, todos cambiamos: menos pelo, un cuerpo diferente. Quería interpretar a Charlie para poder apoyarme en todo eso y abrazarlo, para acallar las voces acosadoras que tal vez imaginaba que lo desaprobarían. Para ser sincero, sí tengo la sensación de que me estoy redimiendo por poder ofrecer una interpretación que reinventa quién soy y rinde homenaje a todo lo que se pasó por alto sobre cómo era profesionalmente.

Dijiste que no quieres dar por sentado este momento. ¿Lo hacías antes?

Estoy seguro de que me volví complaciente. A eso me refiero cuando digo que no quiero sentirme demasiado cómodo con esto.

Conseguiste papeles principales casi que apenas llegaste a Hollywood. Entiendo que te sintieras cómodo.

Lo sé, y fui un ignorante. Me sentía como Chauncey Gardiner: no sabía que no podía caminar sobre el agua, ¿por qué no me lo dijo alguien? Es curioso, porque ese es el tipo de papeles que yo también interpretaba: eran peces fuera del agua, eran bebés en el bosque, y ese era yo.

¿Qué significaba actuar cuando tenías 20 años? ¿Ahora significa algo diferente?

En ese momento era cuestión de vida o muerte. Eso es lo que está en juego en la ambición de un joven. Pero, en este momento, siento que no tengo nada que demostrar. Por todo lo que hice para crear este personaje, me he quedado sin estrategias. Si no lo logré, entonces en serio no sé lo que estoy haciendo. Así es como me sentí al final.

¿Qué se siente saber que lo lograste?

Es gratificante, y da la sensación de que estás haciendo algún bien. Después de Toronto [el festival de cine de septiembre], uno de los chicos del OAC me escribió y me dijo que la película lo había conmovido y que cree firmemente que ese personaje salvará la vida de alguien, o de muchas personas. Sé que la respuesta ha sido variada —a favor, en contra, todo eso, y acepto la polémica—, pero en la prensa, un hombre que ni siquiera había visto la película dijo: “Esa es mi historia”. [Como Charlie], se esconde de sus compañeros y alumnos con la computadora. Tiene una relación tensa con su hijo. No puede salir de casa por miedo al ridículo y no puede respirar bien por el peso que soporta su cuerpo.

Tener ese reconocimiento y que alguien te diga: “Ahora estoy inspirado para cambiar mi manera de ser”. Es decir, ¿qué se puede decir aparte de misión cumplida? Hacemos películas para entretener e ilustrar, pero de vez en cuando es posible que una de ellas consiga cambiar la cultura o el modo de pensar, aunque solo sea por un tiempo. Y tengo suerte de estar en una película así.

Fuente: The New York Times

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“Soy consciente de dónde estuve, adónde fui y dónde estoy ahora”, dice el actor, nominado al Oscar por su notable regreso en ‘La ballena’.

Brendan Fraser fue elegido para el papel de La ballena después de que el director Darren Aronofsky se encontrara con un viejo tráiler de una película en la que aparecía el actorCredit…Chantal Anderson para The New York Times

Érase una vez, cuando un gigantesco hombre Marlboro se encaramaba frente al Chateau Marmont y una comida de tres platos para dos personas aún costaba menos de 100 dólares en Spago, Brendan Fraser llegó a Hollywood dispuesto a conquistarlo y descubrió, con cierta sorpresa, que el lugar no oponía resistencia. El estrellato cinematográfico le llegó con demasiada facilidad al joven y fornido canadiense, y ahora lo sabe, porque desde entonces ha pasado por momentos de la vida que le resultaron mucho más duros.

“He estado conduciendo por esta ciudad en la que solía vivir, y la he observado”, me dijo Fraser, que ahora tiene 54 años, hace poco en Los Ángeles, “y es como ver fantasmas de mí mismo, los recuerdos que vuelven”.

Recuerda la emoción de la década de 1990, cuando triunfó con papeles protagonistas en películas como El hombre de California y School Ties, se columpiaba entre los árboles como el simpático George de la selva y protagonizaba audaces hazañas en La momia. Pero se le percibía menos como un actor serio y más como un guapo bobalicón. Y mientras las comedias de Fraser en la gran pantalla empezaban a dar menos dividendos en la década de 2000, el actor tuvo que enfrentar a una serie de dificultades fuera de la pantalla, como un costoso divorcio, lesiones provocadas por años de agotador trabajo como doble de acción y una agresión sexual que, según él, fue cometida por el antiguo jefe de los Globos de Oro, Philip Berk, y que lo hizo retirarse de la vida pública. (Berk ha negado la acusación).

En 2020, el director Darren Aronofsky se topó con el tráiler de una vieja película en la que aparecía Fraser y pensó que el actor estaba listo para ser reivindicado: le ofreció el papel de Charlie, el protagonista de La ballena —basada en la obra de Samuel D. Hunter— un profesor obeso que se ha retirado del mundo, pero intenta arreglar las cosas con su hija distanciada (Sadie Sink). Para interpretar ese rol, Fraser consultó a la Coalición de Acción contra la Obesidad y se puso un traje protésico tan pesado que había que llenarlo de tubos de agua fría para regular su temperatura corporal.“En cierto modo, fue una fusión de hombre y máquina”, afirmó.

La interpretación de Fraser en La ballena le ha valido una nominación a los premios Oscar y un premio del Sindicato de Actores como mejor actor, y a finales de este año se le podrá ver en Killers of the Flower Moon, de Martin Scorsese, demostrando que su regreso al prestigio no es algo aislado. “Si los directores son pintores y los actores son los distintos colores, hace mucho tiempo que no había un color como Brendan en la paleta”, aseguró Aronofsky. “Estoy muy orgulloso de que esté recibiendo lo que se merece”.

En persona, Fraser es tan cortés y de voz tan suave que el simple hecho de comer una ensalada frente a él puede hacer que te sientas como si tocaras un instrumento armonioso en conjunto. Cuando nos reunimos en el restaurante de un hotel de West Hollywood a mediados de febrero, me habló con humildad de la temporada de premios que lo ha vuelto a convertir en una estrella de Hollywood. “No voy a dar nada por sentado, sabiendo lo largo que ha sido este viaje”, afirmó.

A continuación, ofrecemos los fragmentos editados de nuestra conversación.

A medida que avanza esta temporada de premios, ¿has llegado a conocer a tus compañeros nominados?

Sí, y a tener un profundo respeto por los demás, también, sabiendo que todos estamos en la misma carrera o campo de entrenamiento: Saltar, gatear, nadar, tiburones, alambre de espino, ¡vamos otra vez!Siento camaradería, y me encantó volver a ver a Ke [Huy Quan] porque la última vez que lo vi fue hace muchos años y trabajamos juntos en El hombre de California. Fui efusivo y le dije: “Seguimos aquí”. Él respondió: “Así es, estamos”. Me alegra mucho ver su resurgimiento.

¿Cómo se siente hacer estos discursos de aceptación y recibir tantos homenajes?

Estoy teniendo una repetición de experiencias extracorpóreas, y me pellizco: ¿de verdad me está pasando? Mi obligación es asumir esta ola de generosidad y apoyo. En realidad me asombra y estoy muy agradecido, pero sería negligente de mi parte no reconocerlo.

¿De qué manera necesitas reconocer como tuyos todos estos sucesos?

Solo necesito ser merecedor de esto porque soy consciente de dónde estuve, adónde fui y dónde estoy ahora. Al mismo tiempo, soy reticente a confiarme demasiado porque he estado en esta montaña rusa muchas veces y sé que, si estás demasiado cómodo, puedes volverte complaciente. Y en ese momento es cuando te metes en problemas y dejas que baje tu nivel de exigencia y dejas que pases cosas que, de otro modo, te preocuparían mucho.

En La ballena tuviste que usar prostéticos de manera exhaustiva. ¿Cómo afecta eso tu interpretación?

Sabía que básicamente era como trabajar con una máscara. Sabía que sería incómodo. ¿Y qué? Sabía que tendría que ser muy paciente para mantenerme enganchado a las escenas que estábamos interpretando mientras hacían ajustes entre tomas. Y a Darren le gusta hacer muchas tomas. Así que tuve que ser como un caballo que tenía que era muy sanguíneo. Podías atarlo, cepillarlo, pegarle las moscas y nunca saltaba. Tienes que quedarte quieto y aguantar, ser paciente y no morder ni patear a nadie porque están ahí para ayudarte. Luego dejas que todo salga y haces lo que tienes que hacer.

¿Cómo te preparaste para la película?

La Coalición de Acción contra la Obesidad (OAC, por su sigla en inglés) me dio acceso a muchas personas, para que pudiera preguntarles su historia en llamadas de Zoom. Hablé con unas ocho o diez personas —algunas postradas en cama, otras perfectamente móviles— y les pregunté: “Explícame tu dieta durante un día”. Y me lo describían de la misma manera que una persona bebe, consume sustancias, sexo o adicción al juego. Automedicarse con la comida está en la misma rueda de ese comportamiento, un ciclo de riesgo, recompensa, riesgo, recompensa, placer para mí, placer para mí. Nosotros, los humanos, simios afeitados, no podemos presionar el botón. Eso ocurre de la misma manera neurológica que a las personas que tienen esos otros vicios como muleta en su vida, así que, si ellos merecen tu simpatía, también la merece una persona que tiene la temeridad de simplemente existir en un cuerpo que es enorme. Lo digo cínicamente.

¿Qué aportaste para interpretar a Charlie?

Sé qué se siente convertirse en el blanco de una broma malintencionada. Estás viendo a un tipo que ha sido comparado con un ejemplo de sí mismo de hace 25 años en taparrabos. Eso es salaz y vende ejemplares del Daily Mail, pero no importan las consecuencias de quién pueda ser el ser humano receptor de ese tipo de desprecio y burla. ¿Saben qué? No es agradable. Tengo sentimientos. Me identifico con la diatriba constante que tienen que soportar en su vida diaria las personas que viven en cuerpos voluminosos. Los médicos los pasan por alto, no reciben la misma atención. Eso afecta la confianza en uno mismo y puede generar comportamientos más nocivos. Es una consecuencia para la salud que se puede erradicar si dejamos de ser malos unos con otros.

¿Cómo te sentiste el último día de filmación?

La última vez que me quité ese maquillaje, me emocioné mucho. Sé que es algo típico de los actores, pero no se me pasó por alto que yo podía quitarme el disfraz y las personas que viven en ese cuerpo no. Me sentí esperanzado de no haberlos engañado fingiendo ser quienes eran de un modo que no era útil, pero realmente sentí que me estaba despidiendo de un tipo al que conocía de una manera muy personal.

Además, después de haber interpretado este papel, sentí que me daba una salvación. Me permitió presentarme de nuevo en una industria que, si te pierde de vista, te pierde de vista. Todos envejecemos, todos cambiamos: menos pelo, un cuerpo diferente. Quería interpretar a Charlie para poder apoyarme en todo eso y abrazarlo, para acallar las voces acosadoras que tal vez imaginaba que lo desaprobarían. Para ser sincero, sí tengo la sensación de que me estoy redimiendo por poder ofrecer una interpretación que reinventa quién soy y rinde homenaje a todo lo que se pasó por alto sobre cómo era profesionalmente.

Dijiste que no quieres dar por sentado este momento. ¿Lo hacías antes?

Estoy seguro de que me volví complaciente. A eso me refiero cuando digo que no quiero sentirme demasiado cómodo con esto.

Conseguiste papeles principales casi que apenas llegaste a Hollywood. Entiendo que te sintieras cómodo.

Lo sé, y fui un ignorante. Me sentía como Chauncey Gardiner: no sabía que no podía caminar sobre el agua, ¿por qué no me lo dijo alguien? Es curioso, porque ese es el tipo de papeles que yo también interpretaba: eran peces fuera del agua, eran bebés en el bosque, y ese era yo.

¿Qué significaba actuar cuando tenías 20 años? ¿Ahora significa algo diferente?

En ese momento era cuestión de vida o muerte. Eso es lo que está en juego en la ambición de un joven. Pero, en este momento, siento que no tengo nada que demostrar. Por todo lo que hice para crear este personaje, me he quedado sin estrategias. Si no lo logré, entonces en serio no sé lo que estoy haciendo. Así es como me sentí al final.

¿Qué se siente saber que lo lograste?

Es gratificante, y da la sensación de que estás haciendo algún bien. Después de Toronto [el festival de cine de septiembre], uno de los chicos del OAC me escribió y me dijo que la película lo había conmovido y que cree firmemente que ese personaje salvará la vida de alguien, o de muchas personas. Sé que la respuesta ha sido variada —a favor, en contra, todo eso, y acepto la polémica—, pero en la prensa, un hombre que ni siquiera había visto la película dijo: “Esa es mi historia”. [Como Charlie], se esconde de sus compañeros y alumnos con la computadora. Tiene una relación tensa con su hijo. No puede salir de casa por miedo al ridículo y no puede respirar bien por el peso que soporta su cuerpo.

Tener ese reconocimiento y que alguien te diga: “Ahora estoy inspirado para cambiar mi manera de ser”. Es decir, ¿qué se puede decir aparte de misión cumplida? Hacemos películas para entretener e ilustrar, pero de vez en cuando es posible que una de ellas consiga cambiar la cultura o el modo de pensar, aunque solo sea por un tiempo. Y tengo suerte de estar en una película así.

Fuente: The New York Times

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