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Una sociedad en shock

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Conturbada ya por el clima de inseguridad ciudadana prevaleciente, la sociedad ha quedado estremecida por el horripilante asesinato del ministro de Medio Ambiente, Orlando Jorge Mera, en su propio despacho, perpetrado por un hombre reputado como su amigo de infancia.

Las circunstancias en que se produjo este impensable atentado mortal han generado legítimas inquietudes sobre los niveles de seguridad personal que deben rodear a un funcionario de alta categoría y las medidas de protección que deben imperar en las instituciones a las que accede el público.

El que un individuo pudiese entrar armado a las instalaciones de un ministerio y, por demás, al mismo despacho del titular, es de por sí una falla grave de lo que elementalmente debería ser una norma inviolable en todos los departamentos del Estado.

A partir del funesto suceso de ayer, debe imponerse este rigor impidiendo el ingreso de personas armadas a esas instalaciones, lo que se logra con equipos de detección semejantes a los que utiliza el sistema de seguridad en entidades públicas y privadas.

Es muy penoso que un profesional joven y laborioso, dedicado al servicio público, en especial al cuidado de los recursos naturales y el medio ambiente, donde confluyen intereses diversos y a menudo incompatibles, haya sido víctima indefensa de la violencia ciega y brutal de un amigo suyo.

Este asesinato enluta a una familia de destacados servidores públicos, al gobierno mismo, que lo tuvo como uno de sus mejores y más eficientes ministros, al Partido Revolucionario Moderno y a la sociedad en sentido general, que aspira a vivir en paz, sin violencia ni sobresaltos, el ideal de la mejor convivencia social.

Fuente: Listín Diario.

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Conturbada ya por el clima de inseguridad ciudadana prevaleciente, la sociedad ha quedado estremecida por el horripilante asesinato del ministro de Medio Ambiente, Orlando Jorge Mera, en su propio despacho, perpetrado por un hombre reputado como su amigo de infancia.

Las circunstancias en que se produjo este impensable atentado mortal han generado legítimas inquietudes sobre los niveles de seguridad personal que deben rodear a un funcionario de alta categoría y las medidas de protección que deben imperar en las instituciones a las que accede el público.

El que un individuo pudiese entrar armado a las instalaciones de un ministerio y, por demás, al mismo despacho del titular, es de por sí una falla grave de lo que elementalmente debería ser una norma inviolable en todos los departamentos del Estado.

A partir del funesto suceso de ayer, debe imponerse este rigor impidiendo el ingreso de personas armadas a esas instalaciones, lo que se logra con equipos de detección semejantes a los que utiliza el sistema de seguridad en entidades públicas y privadas.

Es muy penoso que un profesional joven y laborioso, dedicado al servicio público, en especial al cuidado de los recursos naturales y el medio ambiente, donde confluyen intereses diversos y a menudo incompatibles, haya sido víctima indefensa de la violencia ciega y brutal de un amigo suyo.

Este asesinato enluta a una familia de destacados servidores públicos, al gobierno mismo, que lo tuvo como uno de sus mejores y más eficientes ministros, al Partido Revolucionario Moderno y a la sociedad en sentido general, que aspira a vivir en paz, sin violencia ni sobresaltos, el ideal de la mejor convivencia social.

Fuente: Listín Diario.

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