La artista arrasó en su segunda cita del Motomami World Tour en el WiZink Center ante un público extasiado.
“No sé cuándo volveré a cantar en un sitio como este, canciones como estas”. Son palabras de Rosalía en diciembre de 2019 en el fin de gira de El Mal Querer en Madrid. Entonces, con la catalana ya imparable y sin saber lo que pasaría después, la frase parecía absurda. Dos años y medio después Rosalía ha vuelto esta semana al mismo escenario, abarrotando el WiZink Center durante dos noches seguidas con el Motomami World Tour.
Como bien canta en G3 N15, “esto no es El Mal Querer”, pero si algo no ha cambiado desde entonces es que los fans siguen completamente entregados al espectáculo de la catalana. Ataviados con trenzas, moños y abanicos para paliar el calor, a las puertas del auditorio madrileño un par de amigos hablaban de “venir siempre a los acontecimientos históricos”.
Había ganas, y el WiZink Center comenzó a chillar mucho antes de que la artista pisara el escenario. El humo, las luces y el rugido de las motos anunciaba la llegada de Rosalía, acompañada de ocho bailarines y de los gritos de las 15.000 personas que llenaban el recinto. Bastó un ”¿Chica, qué dices?” para que el público entrara en un estado de éxtasis que duraría hasta el final de la hora y media que ha durado el concierto.
La noche empieza fuerte y, sin apenas tregua, un ejército de motomamis jalea a la cantante cuando suenan los primeros segundos de Bizcochito. Sí, Rosalía ha vuelto a hacerlo: ha mascado el chicle y ha regalado en directo el meme más compartido de la última semana. No ha quedado un móvil en el bolsillo, todos querían inmortalizar el momento.
El show de la gira Motomami está medido al milímetro y apenas queda espacio para la improvisación, aunque Rosalía no ha perdido la oportunidad de dirigirse a su público, primero para agradecerles el apoyo y cariño que le brindan y después para bromear con algunos de los mensajes de las pancartas. “Rosi, ¿puedo ser tu hija?”, decía una de ellas. “Tengo mucha faena. Venga, yo te adopto”, respondía La Rosalía. La artista también ha pedido a sus fans que vayan “a chequear” la versión de Hentai de un motopapi que estaba dándolo todo en primera fila.
La cantante ha interactuado con el público pero no siempre ha mirado directamente hacia él. La puesta en escena del Motomami World Tour es minimalista, con una larga pasarela, y un cámara persigue a la cantante por todo el escenario. Es a él a quien mira durante la mayor parte del tiempo. Rosalía no canta solo para los que están en el WiZink, las pantallas son una extensión más del espectáculo y no un recurso para que los que estén al fondo no pierdan detalle. Está producido como si fuera un evento retransmitido en directo por TikTok o storiesa través de los móviles de un público que no dejó de grabar, bailar y corear el nombre de la artista. Una motomami tiene carisma.
Rosalía demostró este miércoles que está igual de cómoda cantando Candy, el flamenco de Bulerías o el medley de reggaeton en el que encadenó TKN, Yo X Ti, Tú X Mi y el Papi Chulo de Lorna mezclado con un sample de The Prodigy. La estrella terminó el tramo más fiestero del concierto con la que es ya la canción del verano, Despechá. El WiZink se vino abajo y el público cantó el tema de principio a fin, haciendo un reclamo a gritos a su ídola: “Lánzala”.
El nuevo hit de Rosalía se llevó una sonora ovación, pero no se quedan atrás singles como La combi Versace o el ya clásico Malamente. El tema que catapultó a la fama a la catalana no se ha hecho viejo, todo lo contrario, y la fuerza con la que las 15.000 gargantas coreaban tra, tra lo demuestra.
Ni la cantante ni sus bailarines dieron un momento de tregua al público. “Estoy bien constipada, así que con vuestro permiso”, y la artista procedió a sonarse con una naturalidad propia de su fan suprema, Belén Esteban, en uno de los pocos instantes en los que cogió aliento en todo el concierto.
Pero no solo de épica y baile vive Rosalía, que demostró dulzura al piano con Hentai en el que fue el momento más íntimo de la noche, con el público arropándola con su voz. Las lágrimas llegaron después de De plata, cuando los fans regalaron a la cantante el mayor aplauso de la noche después de demostrar toda la potencia de su voz. También lo hizo en temas como G3 N15, Como un G o Sakura, hacia el final del concierto.
El último tramo de la noche fue apoteósico, con el público subiendo los decibelios en Con Altura y Chicken Teriyaki y viviendo una especie de catarsis de grupo con la energía del broche final: CUUUUuuuuuute.
Los espasmos de los focos del escenario dejaron paso a las luces del WiZink, que se encendieron para confirmar que el espectáculo había terminado. Después de noventa minutos de música, baile, poderío y emoción, los fans dejaban el estadio entre lágrimas, sonrisas, abrazos y una melodía que se repetía durante todo el peregrinaje hasta la larga cola de taxis: “Keep it cuuuuuute”.
Fuente: Huffingtonpost