Ante el lamentable comportamiento de miembros de la Policía Nacional, existe la tentación de que uno haga suya la frase de Indro Montanelli sobre su país. Decía el gran escritor y periodista: “En Italia no hay que reformar los sistemas electorales, ni las leyes, ni las reglas. Hay que reformar a los italianos”.
El drama que nos abate no solo es cosa de la Policía, no. La sociedad dominicana necesita un cambio cultural, de visión y de actitud frente a las leyes y la propia vida, pero eso no es asunto de un gobierno ni de un poemario, aun sea de Borges.
Buen tema para la reflexión, ahora que, ante la crisis de la democracia liberal, anda el populismo irresponsable -sin más instrumentos que la demagogia y el odio al otro- alcanzando el poder en todo el mundo y comprobando -feliz- que el resentimiento mueve más que el amor.
Ante lo que estamos viviendo, si alguien me preguntara por qué en asuntos de inseguridad ciudadana, de corrupción pública y privada la sociedad dominicana ha tocado el fondo, con paciencia y gadejo yo le respondería: “pues porque contra Trujillo o Balaguer vivíamos mejor”. Pero no prejuzguen y permítanme explicarles: En aquellos días terribles, todo era mucho más peligroso, sí, pero a la vez, más sencillo: por un lado estaban los malos, -la dictadura que luego fue dictablanda-, y del otro lado estaban los supuestamente abnegados salvadores de la patria. Era fácil. Solo que, “cuando nos sabíamos todas las respuestas, nos cambiaron las preguntas”.
Hoy, todo es diferente, pues todas aquellas utopías se han quemado en el infierno de la realidad y sus hechos. Y aquí estamos, indignados y vencidos, ausente la esperanza, huérfanos de fe, porque no era cierto que las brujas volaban en febrero. Y el problema ya no es del imperialismo ni de Balaguer, sino de un electorado que ha perdido la fe y, perdida, vota sin más aspiraciones que su bienestar inmediato el de ahora mismo, como si viviera en Numancia.
El gran problema nacional no es ya el dictador ni la Embajada, ni el recién llegado PRM ni los morados ahora también verdes, –que enterraban a Bosch entre elecciones–, sino Ud. y yo, nosotros, que hemos sido incapaces de entender que cuando unos son el infierno, los demás nunca son el paraíso.