Escrito Por: Federico A. Jovine Rijo
¿Dónde se perdió la decencia? ¿En qué lugar del camino la humanidad cedió a la vileza?, ¿la empatía a la insensibilidad?, ¿la conmiseración a la indolencia?
En esta tragedia se superponen varias realidades. Algunas institucionales, organizativas y presupuestarias; otras, cuestiones de simple protocolo. Unas conducen a debilidades del Estado; y otras, a lo abrumador que significa gestionar tantas desgracias al mismo tiempo, lo cual ha desbordado la capacidad de respuesta institucional en tiempo real, acorde a las necesidades de las personas afectadas.
La radicalización política de las sociedades a través de las redes sociales, no sólo es parte de una estrategia efectiva para lograr votos por parte de los extremos que se encuentran a ambos lados del espectro político; también es un efecto programado que procura el algoritmo de base, que privilegia el debate y el conflicto como medio para lograr “views”, “likes” y “retweets”.
Las redes promueven y privilegian el conflicto, y, sobre todo, el debate irracional que se sostiene en lo emocional; en los sentimientos más primarios que han condicionado a los seres humanos desde siempre: el odio y el miedo. Y también a sus tres inseparables compañeros: resentimiento, envidia y mezquindad.
Que ocurra en redes y que en ello incurran personas no profesionales de la comunicación no es sorprendente. Lo que espanta es que al carnaval de comentarios desafortunados, extemporáneos, perversos y alejados del rigor y la verdad, se sumen personalidades reconocidas y medios tradicionales.
Al final, si algo debería quedar claro con esto, es que, como en la vida, interactuar o “informar” correctamente no es cuestión de formación, académica, experiencia o títulos. No. Es una cuestión de educación doméstica, valores y educación familiar. Es una cuestión de sensatez, humanidad y decencia… aunque, al parecer, a algunos les falte.
Hay gente que ante el trabajo de cientos de rescatistas que no han dormido ni descansado, prefiere insultarlos porque van muy lento; o cuestionar por qué el INACIF no trabaja 24 horas, como si no fueran seres humanos abriendo con un bisturí los cuerpos destrozados de otros seres humanos quienes trabajan ahí; o que el COE hizo esto mal y aquello peor…
¿Es tan difícil ponerse en el lugar del otro? ¿Es tan difícil entender en toda su dimensión el significado de la palabra “emergencia”? ¿Qué se gana en medio del dolor con empezar a juzgar sin peritajes y a condenar sin juicios?
La sociedad dominicana real –la que fue a donar sangre, la que está en oración o colaboración– muestra nuestra mejor cara, aunque haya otra que en redes aprovecha para insultar, descalificar y calumniar… a cambio de nada. Por el simple hecho de hacerlo.
Estamos mal. Las redes sociales están sacando lo peor de nosotros, y, mientras rescatistas, médicos o enfermeras hacen el más hermoso de todos los trabajos, canallas y cobardes –desde sus celulares– cuestionan todo y a todos.
Y no, no hay nada que se pueda hacer que no sea señalarlos.
Fuente: Listin Diario