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Hay gente con hambre

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Por Vijay Prashad | 

Fuentes: Instituto Tricontinental de Investigación Social [Imagen: Yolanda Váldes Rementería (México), Diversidad, 2009]

El aumento del hambre está relacionado con la inflación de los precios de los alimentos, que a su vez se ha visto exacerbada por el conflicto en Ucrania.

El Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) informa que cada minuto una niña o niño es empujado al hambre en los quince países más devastados por la crisis alimentaria mundial. Doce de estos quince países están en África (desde Burkina Faso hasta Sudán), uno en el Caribe (Haití) y dos en Asia (Afganistán y Yemen). Las guerras sin fin han degradado la capacidad de las instituciones estatales de estos países para gestionar la seguidilla de crisis de la deuda, desempleo, inflación y pobreza. A los dos países asiáticos se suman los Estados que conforman la región africana del Sahel (especialmente Malí y Níger), donde los niveles de hambre están ya casi fuera de control. Por si la situación no fuera suficientemente grave, la semana pasada un terremoto sacudió Afganistán, causando la muerte de más de un millar de personas, lo que supone otro golpe devastador para una sociedad en la que el 93% de la población está sumida en el hambre.

En estos países azotados por la crisis, la ayuda alimentaria procede de los gobiernos y del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU. Millones de personas refugiadas en estos países dependen casi por completo de las agencias de la ONU. El PMA proporciona alimentos terapéuticos listos para usar, que son una pasta alimenticia hecha de mantequilla, cacahuetes, leche en polvo, azúcar, aceite vegetal y vitaminas. En los próximos seis meses, se prevé que el costo de estos ingredientes aumente hasta un 16%, por lo que el 20 de junio, el PMA anunció que reduciría las raciones en un 50%. Este recorte afectará a tres de cada cuatro refugiados en África Oriental, donde viven unos cinco millones de refugiados. «Ahora estamos viendo cómo el polvorín que ha creado las condiciones para que aumenten los niveles extremos de adelgazamiento pernicioso infantil comienza a incendiarse», dijo la Directora Ejecutiva de UNICEF, Catherine Russell.

Es evidente que el aumento del hambre está relacionado con la inflación de los precios de los alimentos, que a su vez se ha visto exacerbada por el conflicto en Ucrania. Rusia y Ucrania son los principales exportadores mundiales de cebada, maíz, colza, semillas de girasol, aceite de girasol y trigo, así como de fertilizantes. Aunque la guerra ha sido catastrófica para los precios mundiales de los alimentos, es un error considerar que es la causa de la subida. Los precios de los alimentos comenzaron a subir a nivel global hace unos veinte años, y luego se descontrolaron en 2021 por una serie de razones, entre ellas:

  1. Durante la pandemia, los estrictos confinamientos dentro de los países y en sus fronteras provocaron importantes interrupciones en el movimiento de la mano de obra migrante. Ya está comprobado que la mano de obra migrante —incluidas las personas refugiadas y solicitantes de asilo— desempeña un papel fundamental en la producción agrícola. El sentimiento antiinmigrante y las cuarentenas han creado un problema a largo plazo en las grandes explotaciones agrícolas.
  2. Una consecuencia de la pandemia de COVID-19 fue la ruptura de la cadena de suministro. El hecho de que China —el epicentro de un volumen considerable de producción mundial— aplicara una política de cero COVID, puso en marcha una serie de problemas para el transporte marítimo internacional; con los confinamientos, los puertos cerraron y los barcos permanecieron en el mar durante meses. La vuelta a la normalidad del transporte marítimo internacional y el retorno de la producción industrial —incluidos los fertilizantes y los alimentos— han sido lentos. Las cadenas de suministro de alimentos se debilitaron debido a los problemas logísticos, pero también a la escasez de personal en las plantas de procesamiento.
  3. Los fenómenos meteorológicos extremos han desempeñado un papel importante en el caos del sistema alimentario. En la última década, entre el 80 y el 90% de las catástrofes naturales se han debido a sequías, inundaciones o fuertes tormentas. Mientras tanto, en los últimos cuarenta años, el planeta ha perdido 12 millones de hectáreas de tierra cultivable cada año debido a la sequía y la desertificación. Durante este periodo también hemos perdido un tercio de nuestra tierra cultivable a causa de la erosión o la contaminación.
  4. En los últimos cuarenta años, el consumo mundial de carne (sobre todo de aves de corral) ha aumentado de forma drástica, y se prevé que siga aumentando a pesar de algunos indicios de que hemos alcanzado el «máximo consumo de carne». La producción de carne tiene una enorme huella medioambiental: el 57% de las emisiones totales de la agricultura proceden de la carne, mientras que la producción ganadera ocupa el 77% de las tierras agrícolas del planeta (aunque la carne solo aporta el 18% del suministro mundial de calorías).

El mercado mundial de alimentos ya estaba estresado antes del conflicto en Ucrania, y los precios subieron durante la pandemia a niveles nunca vistos en muchos países. Sin embargo, la guerra prácticamente ha roto este debilitado sistema alimentario. El problema más importante está en el mercado mundial de fertilizantes, que resistió durante la pandemia pero que ahora está en crisis: Rusia y Ucrania exportan el 28% de los fertilizantes nitrogenados y fosforados, así como el 40% de las exportaciones mundiales de potasa, mientras que Rusia exporta por sí sola el 48% del nitrato de amonio y el 11% de la urea del mundo. Los recortes en el uso de fertilizantes por parte de los agricultores provocarán un menor rendimiento de las cosechas en el futuro, a menos que agricultores y empresas agrícolas estén dispuestos a cambiar a biofertilizantes. Debido a la incertidumbre del mercado alimentario, muchos países han establecido restricciones a la exportación, lo que agrava aún más la crisis del hambre en los países que no son autosuficientes en la producción de alimentos.

A pesar de todas las conversaciones sobre la autosuficiencia en la producción de alimentos, los estudios muestran que no se está tomando acción. Para finales del siglo XXI, nos dicen, 141 países del mundo no serán autosuficientes y la producción de alimentos no cubrirá las demandas nutricionales de 9.800 de los 15.600 millones de personas que se prevé que haya en el planeta. Solo el 14% de los Estados del mundo serán autosuficientes, con Rusia, Tailandia y Europa del Este como principales productores de grano para el mundo. Un pronóstico tan sombrío exige que transformemos radicalmente el sistema alimentario mundial. Un conjunto provisional de exigencias se recoge en Un plan para salvar el planeta, elaborado por el Instituto Tricontinental de Investigación Social y una Red de Institutos de Investigación.

A corto plazo, el Secretario General de la ONU, António Guterres, ha dejado claro que hay que poner fin al conflicto en Ucrania y a las sanciones contra Rusia para que estos productores clave de alimentos y fertilizantes puedan reanudar su producción para el mercado mundial.

Un reciente estudio realizado por la Red Brasileña de Investigación sobre Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional (Rede Penssan) señala que casi el 60% de las familias brasileñas no tienen acceso a una alimentación adecuada. De los 212 millones de habitantes del país, el número de los que no tienen nada que comer ha saltado de 19 millones a 33,1 millones desde 2020. “Las políticas económicas elegidas por el gobierno y la gestión imprudente de la pandemia condujeron al aumento aún más escandaloso de la desigualdad social y el hambre en nuestro país», afirmó Ana Maria Segall, médica epidemióloga de la Red Penssan. Sin embargo, hace solo unos años, la ONU defendió los programas brasileños Fome Zero [Hambre Cero] y Bolsa Família, que redujeron drásticamente los índices de hambre y pobreza. Bajo el liderazgo de los ex presidentes Lula da Silva (2003-2010) y Dilma Rousseff (2011-2016), Brasil cumplió con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Los gobiernos que siguieron de Michel Temer (2016-2018) y Jair Bolsonaro (2019-actualidad) han revertido estos logros y han devuelto a Brasil a los peores días de hambre, cuando el poeta y cantante Solano Trindade cantaba «tem gente com fome»:

hay gente con hambre
hay gente con hambre
hay gente con hambre

(…)

si hay gente con hambre
dales de comer
si hay gente con hambre
dales de comer
si hay gente con hambre
dales de comer.

Fuente: Rebelión.

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Por Vijay Prashad | 

Fuentes: Instituto Tricontinental de Investigación Social [Imagen: Yolanda Váldes Rementería (México), Diversidad, 2009]

El aumento del hambre está relacionado con la inflación de los precios de los alimentos, que a su vez se ha visto exacerbada por el conflicto en Ucrania.

El Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) informa que cada minuto una niña o niño es empujado al hambre en los quince países más devastados por la crisis alimentaria mundial. Doce de estos quince países están en África (desde Burkina Faso hasta Sudán), uno en el Caribe (Haití) y dos en Asia (Afganistán y Yemen). Las guerras sin fin han degradado la capacidad de las instituciones estatales de estos países para gestionar la seguidilla de crisis de la deuda, desempleo, inflación y pobreza. A los dos países asiáticos se suman los Estados que conforman la región africana del Sahel (especialmente Malí y Níger), donde los niveles de hambre están ya casi fuera de control. Por si la situación no fuera suficientemente grave, la semana pasada un terremoto sacudió Afganistán, causando la muerte de más de un millar de personas, lo que supone otro golpe devastador para una sociedad en la que el 93% de la población está sumida en el hambre.

En estos países azotados por la crisis, la ayuda alimentaria procede de los gobiernos y del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU. Millones de personas refugiadas en estos países dependen casi por completo de las agencias de la ONU. El PMA proporciona alimentos terapéuticos listos para usar, que son una pasta alimenticia hecha de mantequilla, cacahuetes, leche en polvo, azúcar, aceite vegetal y vitaminas. En los próximos seis meses, se prevé que el costo de estos ingredientes aumente hasta un 16%, por lo que el 20 de junio, el PMA anunció que reduciría las raciones en un 50%. Este recorte afectará a tres de cada cuatro refugiados en África Oriental, donde viven unos cinco millones de refugiados. «Ahora estamos viendo cómo el polvorín que ha creado las condiciones para que aumenten los niveles extremos de adelgazamiento pernicioso infantil comienza a incendiarse», dijo la Directora Ejecutiva de UNICEF, Catherine Russell.

Es evidente que el aumento del hambre está relacionado con la inflación de los precios de los alimentos, que a su vez se ha visto exacerbada por el conflicto en Ucrania. Rusia y Ucrania son los principales exportadores mundiales de cebada, maíz, colza, semillas de girasol, aceite de girasol y trigo, así como de fertilizantes. Aunque la guerra ha sido catastrófica para los precios mundiales de los alimentos, es un error considerar que es la causa de la subida. Los precios de los alimentos comenzaron a subir a nivel global hace unos veinte años, y luego se descontrolaron en 2021 por una serie de razones, entre ellas:

  1. Durante la pandemia, los estrictos confinamientos dentro de los países y en sus fronteras provocaron importantes interrupciones en el movimiento de la mano de obra migrante. Ya está comprobado que la mano de obra migrante —incluidas las personas refugiadas y solicitantes de asilo— desempeña un papel fundamental en la producción agrícola. El sentimiento antiinmigrante y las cuarentenas han creado un problema a largo plazo en las grandes explotaciones agrícolas.
  2. Una consecuencia de la pandemia de COVID-19 fue la ruptura de la cadena de suministro. El hecho de que China —el epicentro de un volumen considerable de producción mundial— aplicara una política de cero COVID, puso en marcha una serie de problemas para el transporte marítimo internacional; con los confinamientos, los puertos cerraron y los barcos permanecieron en el mar durante meses. La vuelta a la normalidad del transporte marítimo internacional y el retorno de la producción industrial —incluidos los fertilizantes y los alimentos— han sido lentos. Las cadenas de suministro de alimentos se debilitaron debido a los problemas logísticos, pero también a la escasez de personal en las plantas de procesamiento.
  3. Los fenómenos meteorológicos extremos han desempeñado un papel importante en el caos del sistema alimentario. En la última década, entre el 80 y el 90% de las catástrofes naturales se han debido a sequías, inundaciones o fuertes tormentas. Mientras tanto, en los últimos cuarenta años, el planeta ha perdido 12 millones de hectáreas de tierra cultivable cada año debido a la sequía y la desertificación. Durante este periodo también hemos perdido un tercio de nuestra tierra cultivable a causa de la erosión o la contaminación.
  4. En los últimos cuarenta años, el consumo mundial de carne (sobre todo de aves de corral) ha aumentado de forma drástica, y se prevé que siga aumentando a pesar de algunos indicios de que hemos alcanzado el «máximo consumo de carne». La producción de carne tiene una enorme huella medioambiental: el 57% de las emisiones totales de la agricultura proceden de la carne, mientras que la producción ganadera ocupa el 77% de las tierras agrícolas del planeta (aunque la carne solo aporta el 18% del suministro mundial de calorías).

El mercado mundial de alimentos ya estaba estresado antes del conflicto en Ucrania, y los precios subieron durante la pandemia a niveles nunca vistos en muchos países. Sin embargo, la guerra prácticamente ha roto este debilitado sistema alimentario. El problema más importante está en el mercado mundial de fertilizantes, que resistió durante la pandemia pero que ahora está en crisis: Rusia y Ucrania exportan el 28% de los fertilizantes nitrogenados y fosforados, así como el 40% de las exportaciones mundiales de potasa, mientras que Rusia exporta por sí sola el 48% del nitrato de amonio y el 11% de la urea del mundo. Los recortes en el uso de fertilizantes por parte de los agricultores provocarán un menor rendimiento de las cosechas en el futuro, a menos que agricultores y empresas agrícolas estén dispuestos a cambiar a biofertilizantes. Debido a la incertidumbre del mercado alimentario, muchos países han establecido restricciones a la exportación, lo que agrava aún más la crisis del hambre en los países que no son autosuficientes en la producción de alimentos.

A pesar de todas las conversaciones sobre la autosuficiencia en la producción de alimentos, los estudios muestran que no se está tomando acción. Para finales del siglo XXI, nos dicen, 141 países del mundo no serán autosuficientes y la producción de alimentos no cubrirá las demandas nutricionales de 9.800 de los 15.600 millones de personas que se prevé que haya en el planeta. Solo el 14% de los Estados del mundo serán autosuficientes, con Rusia, Tailandia y Europa del Este como principales productores de grano para el mundo. Un pronóstico tan sombrío exige que transformemos radicalmente el sistema alimentario mundial. Un conjunto provisional de exigencias se recoge en Un plan para salvar el planeta, elaborado por el Instituto Tricontinental de Investigación Social y una Red de Institutos de Investigación.

A corto plazo, el Secretario General de la ONU, António Guterres, ha dejado claro que hay que poner fin al conflicto en Ucrania y a las sanciones contra Rusia para que estos productores clave de alimentos y fertilizantes puedan reanudar su producción para el mercado mundial.

Un reciente estudio realizado por la Red Brasileña de Investigación sobre Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional (Rede Penssan) señala que casi el 60% de las familias brasileñas no tienen acceso a una alimentación adecuada. De los 212 millones de habitantes del país, el número de los que no tienen nada que comer ha saltado de 19 millones a 33,1 millones desde 2020. “Las políticas económicas elegidas por el gobierno y la gestión imprudente de la pandemia condujeron al aumento aún más escandaloso de la desigualdad social y el hambre en nuestro país», afirmó Ana Maria Segall, médica epidemióloga de la Red Penssan. Sin embargo, hace solo unos años, la ONU defendió los programas brasileños Fome Zero [Hambre Cero] y Bolsa Família, que redujeron drásticamente los índices de hambre y pobreza. Bajo el liderazgo de los ex presidentes Lula da Silva (2003-2010) y Dilma Rousseff (2011-2016), Brasil cumplió con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Los gobiernos que siguieron de Michel Temer (2016-2018) y Jair Bolsonaro (2019-actualidad) han revertido estos logros y han devuelto a Brasil a los peores días de hambre, cuando el poeta y cantante Solano Trindade cantaba «tem gente com fome»:

hay gente con hambre
hay gente con hambre
hay gente con hambre

(…)

si hay gente con hambre
dales de comer
si hay gente con hambre
dales de comer
si hay gente con hambre
dales de comer.

Fuente: Rebelión.

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