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Gustavo Petro, electo presidente: ante la amenaza de involución, Colombia prefirió la revolución

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Esta no es nada menos que una revolución democrática. Una revolución en las urnas. Una victoria de las ideas de Gustavo Petro por otra Colombia; la de los jóvenes, mujeres y minorías, opina José Ospina-Valencia.

«Es un propósito nacional unir a los colombianos», dijo el electo presidente Gustavo Petro (2022-2026). La tarea es titánica: las heridas se cuentan en 200 años de discriminación de la Colombia negra, la indígena y la de los más pobres; 70 años de conflicto armado y 20 años de uribismo han dejado a 50 millones de colombianos llenos de miedos, odios, lutos e incertidumbres. Y la pandemia elevó a 20 millones la cifra de colombianos con hambre.

No en vano, el electo presidente propuso un «gran acuerdo nacional» para no profundizar las divisiones.

Pero Gustavo Petro, el primer presidente de izquierda en la historia de Colombia, tendrá aún que convencer a los millones presa de las campañas de odio y estigmatización. La repulsión hacia su persona y su proyecto de cambio social y económico ha sido tal, que les ha impedido comprender que Colombia no puede convertirse ni se convertirá en una segunda Venezuela, porque no es la idea de Petro y porque ni el Congreso, ni la Corte Constitucional, ni las Fuerzas Armadas lo permitirían.

Un voto por la Constitución de 1991

Quienes votaron por Petro, votaron porque la Constitución de 1991 se cumpla a cabalidad. Eso es lo mismo que esperan quienes votaron por su contendor, Rodolfo Hernández, a quien ahora le corresponde un escaño en el Congreso.

Hernández, que hacía reir en TikTok, en la vida real hacía atragantar a muchos ante la probabilidad real de su victoria. No pocos temían una verdadera involución. Su desprecio por las vías democráticas hizo ver a Gustavo Petro como el garante de la institucionalidad.

Loable fue su reconocimiento de la derrota y su oferta de «apoyo para cumplir con las promesas de cambio por las que Colombia votó».

En tiempos en los que algunos políticos delinquen en el Congreso, en los ministerios y alcaldías, y luego enredan y atacan a los entes que los investigan, nunca estuvieron las instituciones democráticas tan firmes como ahora. Es increíble; pero, en Colombia, una realidad. Tranquilizante, por demás.

Una afrocolombiana y líderesa social al poder

Todo esto ha permitido una elección civilizada, aunque la campaña electoral haya sido la más sucia de todas. También el Pacto Histórico de Petro usó el descrédito y la estigmatización contra sus contendores. Hay mucho tejido social por resarcir.

Esta es una revolución democrática, una como aquella en la que el mismo Gustavo Petro creyó hace 30 años, cuando se desmovilizó del M-19. Era ahora o nunca, decían algunos. La promesa de rescatar a millones de jóvenes sin educación ni perspectivas es la gran apuesta. El hecho de que tras las protestas de 2021 por una beca de estudio y trabajo quedaran personas violadas, sin ojos, o que nunca regresaran a casa, es una de las cosas inadmisibles de la Colombia violenta que hay que extirpar.

Esta es nada menos que una revolución democrática porque llega además a la vicepresidencia la ambientalista Francia Márquez, lideresa de las luchas de los afrocolombianos y los líderes comunitarios, los asesinados y los que han sobrevivido a la matanza sin fin en Colombia.

Fuente: DW

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Esta no es nada menos que una revolución democrática. Una revolución en las urnas. Una victoria de las ideas de Gustavo Petro por otra Colombia; la de los jóvenes, mujeres y minorías, opina José Ospina-Valencia.

«Es un propósito nacional unir a los colombianos», dijo el electo presidente Gustavo Petro (2022-2026). La tarea es titánica: las heridas se cuentan en 200 años de discriminación de la Colombia negra, la indígena y la de los más pobres; 70 años de conflicto armado y 20 años de uribismo han dejado a 50 millones de colombianos llenos de miedos, odios, lutos e incertidumbres. Y la pandemia elevó a 20 millones la cifra de colombianos con hambre.

No en vano, el electo presidente propuso un «gran acuerdo nacional» para no profundizar las divisiones.

Pero Gustavo Petro, el primer presidente de izquierda en la historia de Colombia, tendrá aún que convencer a los millones presa de las campañas de odio y estigmatización. La repulsión hacia su persona y su proyecto de cambio social y económico ha sido tal, que les ha impedido comprender que Colombia no puede convertirse ni se convertirá en una segunda Venezuela, porque no es la idea de Petro y porque ni el Congreso, ni la Corte Constitucional, ni las Fuerzas Armadas lo permitirían.

Un voto por la Constitución de 1991

Quienes votaron por Petro, votaron porque la Constitución de 1991 se cumpla a cabalidad. Eso es lo mismo que esperan quienes votaron por su contendor, Rodolfo Hernández, a quien ahora le corresponde un escaño en el Congreso.

Hernández, que hacía reir en TikTok, en la vida real hacía atragantar a muchos ante la probabilidad real de su victoria. No pocos temían una verdadera involución. Su desprecio por las vías democráticas hizo ver a Gustavo Petro como el garante de la institucionalidad.

Loable fue su reconocimiento de la derrota y su oferta de «apoyo para cumplir con las promesas de cambio por las que Colombia votó».

En tiempos en los que algunos políticos delinquen en el Congreso, en los ministerios y alcaldías, y luego enredan y atacan a los entes que los investigan, nunca estuvieron las instituciones democráticas tan firmes como ahora. Es increíble; pero, en Colombia, una realidad. Tranquilizante, por demás.

Una afrocolombiana y líderesa social al poder

Todo esto ha permitido una elección civilizada, aunque la campaña electoral haya sido la más sucia de todas. También el Pacto Histórico de Petro usó el descrédito y la estigmatización contra sus contendores. Hay mucho tejido social por resarcir.

Esta es una revolución democrática, una como aquella en la que el mismo Gustavo Petro creyó hace 30 años, cuando se desmovilizó del M-19. Era ahora o nunca, decían algunos. La promesa de rescatar a millones de jóvenes sin educación ni perspectivas es la gran apuesta. El hecho de que tras las protestas de 2021 por una beca de estudio y trabajo quedaran personas violadas, sin ojos, o que nunca regresaran a casa, es una de las cosas inadmisibles de la Colombia violenta que hay que extirpar.

Esta es nada menos que una revolución democrática porque llega además a la vicepresidencia la ambientalista Francia Márquez, lideresa de las luchas de los afrocolombianos y los líderes comunitarios, los asesinados y los que han sobrevivido a la matanza sin fin en Colombia.

Fuente: DW

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