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Funcionarios a la calle

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Por Christian Jiménez

El que quiere pe­ces que se moje el trasero, reza el refranero es­pañol.

El presidente Abinader decidió el miércoles, en un urgente Consejo de Gobier­no, que los funcionarios ba­jen de sus poltronas y den la cara a los ciudadanos que reclaman obras de infraes­tructura y mejores servicios.

“Gobierno en provincias”, es la denominación que se eligió e inició ayer domin­go, mientras el mandatario cumple tareas oficiales en Europa.

Con el plan, además de que Abinader no se le vería solo en el accionar guberna­mental, los ministros y direc­tores generales constatarían necesidades en barrios de la capital y provincias y las fa­lencias oficiales.

La integración del funcio­nariado al contacto personal debería generar mayor con­ciencia y sensibilidad sobre el compromiso ante los go­bernados.

Claro, en esto hay un te­ma de vocación y de com­promiso, y no todos los funcionarios acuden a la po­lítica y buscan afanosamen­te el poder para el simple y honroso servicio a los de­más.

Y no hablo, necesaria­mente, de quienes provie­nen del sector privado nor­mados por la divisa del costo-beneficio. Hay sensi­bilidades que vienen con el sujeto.

La misión integradora, que en un buen ejercicio gubernamental debería ser lo lógico y cotidiano podría encontrarse con la dificul­tad de generar muy altas ex­pectativas en comunidades con grandes carencias que han visto pasar a otros políti­cos en levantamientos simi­lares, sin que se concretasen las promesas. La frustración pudiera asomar.

La decisión del presidente Abinader no queda fuera de las suspicacias de políticos opositores que sospechan el inicio formal, masivo de la campaña electoral del parti­do oficial con el uso de todos los resortes del poder.

La mayoría de los que sal­drían a las calles, pertenece a la dirección del Partido Re­volucionario Moderno y ha proclamado su interés de que Abinader opte por la re­elección y permanezca otros cuatro años a la cabeza del país.

De estos, preciso resaltar, hay dirigentes que se han quemado en las funciones públicas y quizás no sean bien recibidos por los ciuda­danos, al margen de los mi­litantes políticos que tienen “cuentas que saldar” con los “compañeros que no reciben a nadie, ni contestan el telé­fono”.

Este esfuerzo ameritaría cierta vigilancia superior pa­ra evitar las excesivas pro­mociones personales y el despilfarro de fondos públi­cos.

La evidente premura, an­te la inminencia de un viaje presidencial pudiera haber dejado muchos cabos suel­tos y eso no es saludable.

Dos días después del anuncio del “Gobierno en las provincias” se asignaron las ciudades y barrios y era evidente que muchos desa­finarían. Sin la debida plani­ficación, con todos los gastos incluidos y la armonización con las agendas de los fun­cionarios, sería un programa de corta duración. Antes del mes estaría disminuido, con subalterno supliendo a las fi­guras de más alto nivel.

(Ayer domingo, la vice­presidenta Raquel Peña en­cabezaría una rueda de prensa, acompañado de fun­cionarios palaciegos y de la confianza del presidente Abinader para detalles del inicio del plan oficial).

Abinader se ha interesado en que el gobierno esté cer­cano al ciudadano y recibe en el Palacio Nacional comi­siones ampliadas de diferen­tes zonas del país y ha reali­zado sesiones del Consejo de Gobierno en provincias, ade­más de una intensa agenda, que en ocasiones ha llegado a 24 actividades en un fin de semana.

Algunos comentan que Abinader está solo en la ges­tión de gobierno y él, aun­que no sea asumiendo el ar­gumento, ha decidido que todos se mojen la “sentade­ra”, para llegar al 2024 con resultados que los votantes puedan considerar auspicio­sos para darle una segunda oportunidad.

Mientras, el mandatario debe continuar el combate a la inflación, a los altos pre­cios de los alimentos y alzas del petróleo.

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Por Christian Jiménez

El que quiere pe­ces que se moje el trasero, reza el refranero es­pañol.

El presidente Abinader decidió el miércoles, en un urgente Consejo de Gobier­no, que los funcionarios ba­jen de sus poltronas y den la cara a los ciudadanos que reclaman obras de infraes­tructura y mejores servicios.

“Gobierno en provincias”, es la denominación que se eligió e inició ayer domin­go, mientras el mandatario cumple tareas oficiales en Europa.

Con el plan, además de que Abinader no se le vería solo en el accionar guberna­mental, los ministros y direc­tores generales constatarían necesidades en barrios de la capital y provincias y las fa­lencias oficiales.

La integración del funcio­nariado al contacto personal debería generar mayor con­ciencia y sensibilidad sobre el compromiso ante los go­bernados.

Claro, en esto hay un te­ma de vocación y de com­promiso, y no todos los funcionarios acuden a la po­lítica y buscan afanosamen­te el poder para el simple y honroso servicio a los de­más.

Y no hablo, necesaria­mente, de quienes provie­nen del sector privado nor­mados por la divisa del costo-beneficio. Hay sensi­bilidades que vienen con el sujeto.

La misión integradora, que en un buen ejercicio gubernamental debería ser lo lógico y cotidiano podría encontrarse con la dificul­tad de generar muy altas ex­pectativas en comunidades con grandes carencias que han visto pasar a otros políti­cos en levantamientos simi­lares, sin que se concretasen las promesas. La frustración pudiera asomar.

La decisión del presidente Abinader no queda fuera de las suspicacias de políticos opositores que sospechan el inicio formal, masivo de la campaña electoral del parti­do oficial con el uso de todos los resortes del poder.

La mayoría de los que sal­drían a las calles, pertenece a la dirección del Partido Re­volucionario Moderno y ha proclamado su interés de que Abinader opte por la re­elección y permanezca otros cuatro años a la cabeza del país.

De estos, preciso resaltar, hay dirigentes que se han quemado en las funciones públicas y quizás no sean bien recibidos por los ciuda­danos, al margen de los mi­litantes políticos que tienen “cuentas que saldar” con los “compañeros que no reciben a nadie, ni contestan el telé­fono”.

Este esfuerzo ameritaría cierta vigilancia superior pa­ra evitar las excesivas pro­mociones personales y el despilfarro de fondos públi­cos.

La evidente premura, an­te la inminencia de un viaje presidencial pudiera haber dejado muchos cabos suel­tos y eso no es saludable.

Dos días después del anuncio del “Gobierno en las provincias” se asignaron las ciudades y barrios y era evidente que muchos desa­finarían. Sin la debida plani­ficación, con todos los gastos incluidos y la armonización con las agendas de los fun­cionarios, sería un programa de corta duración. Antes del mes estaría disminuido, con subalterno supliendo a las fi­guras de más alto nivel.

(Ayer domingo, la vice­presidenta Raquel Peña en­cabezaría una rueda de prensa, acompañado de fun­cionarios palaciegos y de la confianza del presidente Abinader para detalles del inicio del plan oficial).

Abinader se ha interesado en que el gobierno esté cer­cano al ciudadano y recibe en el Palacio Nacional comi­siones ampliadas de diferen­tes zonas del país y ha reali­zado sesiones del Consejo de Gobierno en provincias, ade­más de una intensa agenda, que en ocasiones ha llegado a 24 actividades en un fin de semana.

Algunos comentan que Abinader está solo en la ges­tión de gobierno y él, aun­que no sea asumiendo el ar­gumento, ha decidido que todos se mojen la “sentade­ra”, para llegar al 2024 con resultados que los votantes puedan considerar auspicio­sos para darle una segunda oportunidad.

Mientras, el mandatario debe continuar el combate a la inflación, a los altos pre­cios de los alimentos y alzas del petróleo.

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