Escrito Por: Guido Gómez Mazara
La política, desde una perspectiva equivocada, entendió que la fuerza de la manipulación representa una pieza indispensable para construir un sentido de verdad acomodada. El mundo de la posverdad enseñó al relato o narrativa formas de promover un ambiente informativo sin priorizar el hecho cierto sino anclado en la conveniencia circunstancial.
El 56% de la población no sabe distinguir entre una noticia falsa o verdadera. Además, 70% de los ciudadanos tomaron decisiones amparados en una información incorrecta, con la gravedad de que la mentira corre en las avenidas de la comunicación seis veces más que la noticia verdadera.
Por infortunio, y de elemento adicional, las redes representan el corazón de los valores y/o material de consumo informativo, pero en un 57% representa la fuente por excelencia de falsedades.
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Más allá de los componentes estadísticos que explican el fenómeno de la Infodemia, la materia básica capaz de dañar el mensaje cierto tiene en la arena pública los elementos constitutivos del mar mentiroso donde interactuamos. Este fenómeno se agrava por el convencimiento de franjas múltiples que, en lo empresarial, político y social, saben perfectamente lo de conseguir sus metas sin detenerse en los componentes de decencia elemental. Y al importar sólo los resultados, establecen toda clase de argucias como método exitoso.
Cada día la lógica de la mentira se constituye en el recurso por excelencia, dejándole a la manipulación las bases para establecer una falsedad, oficializada por casi todos. Lamentablemente, la fauna política posee una carga de responsabilidad al sustituir ideas y programas, alentada por el escaso contenido de segmentos llamados a representar referentes decorosos, pero afectados por reglas que se han ido imponiendo de manera espantosa.
Utilizar los fenómenos climatológicos en interés de generar imágenes de otros países, claramente orientados a deslucir la gestión pública, falsificar cálculos estadísticos por ventajas coyunturales, incurrir en el asalto y tergiversación de los actos íntimos, dinamitar la moral del servidor público esperando sustituirle e inventar ascensos financieros repentinos, hacen de la mentira y la capacidad de daño, regla de los tiempos actuales.
Allanar los caminos de la toma de conciencia, educar y adiestrar a toda la sociedad alrededor de cruzadas cercanas a la verdad, podrían ser el mejor antídoto frente a la esquizofrénica vocación por mentir. Aunque el recurso de la penalización obedece a opciones jurídicas de ciudadanos que se sienten lastimados, una dosis de persecución consignada en el ordenamiento legal no elimina las raíces del daño ocasionado. Además, una franja de la clase política anda fascinada por los efectos de las falsedades, siempre agradable cuando no le tocan, pero instrumento que utilizan con encuestas engañosas, posicionamientos adulterados en capacidad de potenciar a perfectos idiotas, sedientos de poder.
La batalla será larga e intensa. Ahora bien, al final, hay una certeza: una población educada es el único muro de contención en capacidad de limitar tantas mentiras con categoría de información noticiosa.
Fuente: Hoy