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¿El futuro de las citas para encontrar pareja está en el pasado? Quizás

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Uno de los ritos tradicionales de una experiencia de preparatoria estadounidense es tomarse las fotografías para el anuario, y luego criticarlas. Y mi escuela judía ortodoxa para niñas no fue la excepción. Pero mientras intercambiábamos impresiones de las fotos, nuestra conversación parecía más salida de El violinista en el tejado que de Mellizas y rivales: “¿Vas a usar eso para tu proceso de shidduch?”.

Era un chiste. Casi siempre. Aunque muchas de mis compañeras continuarían creando perfiles de citas que los casamenteros ortodoxos preferían, la mayoría no lo haría hasta dentro de algunos años, y para entonces, nuestros panim de 17 años, llenos de acné, serían imitaciones mediocres. Pero el chiste refleja algo que era cierto: incluso cuando éramos estudiantes, muchas de nosotras sabíamos cómo conoceríamos a nuestras parejas, y no iba a ser de la manera relajada en la que lo hacía el mundo laico.

Por lo mismo, ha sido extraño observar en los últimos años las formas en las que la corriente dominante laica se ha aferrado —de manera tentativa, veleidosa— a las prácticas tradicionales de citas. Hay una gran cantidad de empresas de citas que resuelven las vidas amorosas de ricos y famosos; los artículos que dicen que los intermediarios para encontrar pareja vuelven a estar de moda; el catálogo de Netflix se llenó de programas que se remontan a una visión más antigua (aunque en parte imaginada) del romance: Indian MatchmakingMarried at First SightBridgerton.

Un reencuentro con formas más tradicionales de conocer y enamorarse me hace sentir esperanzada. Veo señales de una cultura que se aferra a las cosas que realmente necesita. En el mundo mayormente en línea de la actualidad, el agotamiento laboral, la opacidad y la insensibilidad definen las citas y reflejan los valores de una sociedad que valora el individualismo, la privacidad y la elección en casi todas las cosas, incluyendo los asuntos del corazón. Sin embargo, aunque nuestra manera de tener citas es más conveniente que nunca (las personas encuentran citas mientras están en el baño), queda claro que no está a la altura.

Hay elementos de la cultura tradicional de las citas que podrían darnos soluciones no solo a la forma en que encontramos personas para tener citas, sino también a la forma en que navegamos las relaciones. A través de conversaciones con personas que tienen citas tanto tradicionales como laicas, he llegado a ver tres prácticas que resultan prometedoras para las personas que buscan relaciones comprometidas a largo plazo: conocer parejas a través de amigos, familiares o casamenteros en lugar de en línea; comunicación temprana y directa sobre objetivos y valores a largo plazo, y retrasar la intimidad sexual.

Vale la pena preguntarse: ¿es hora de volver al cortejo?

En octubre de 2019, Pew realizó una encuesta para comprender las actitudes de los estadounidenses en cuanto a las relaciones románticas. La mayoría de las personas que se citan le dijeron a Pew que su vida romántica no iba bien, y tres cuartas partes de los encuestados señalaron que era difícil encontrar gente con quién salir.

Cuando les preguntaron por qué era tan difícil encontrar una cita, las razones variaron según el género. Las mujeres tendían a decir que es difícil encontrar a alguien que cumpla con sus expectativas o que esté buscando el mismo tipo de relación. Los hombres en su mayoría dijeron que tienen problemas para acercarse a las personas.

Esas quejas parecen contraintuitivas. Las citas por internet prometen una gran cantidad de opciones (para cumplir con cualquier estándar), una abundancia de filtros (para adaptarse a cualquier relación) y pocas barreras para comunicarse (para aliviar cualquier ansiedad). Pero, como descubrí cuando hablé con la gente sobre cómo son las citas ahora, la abundancia teórica de opciones, filtros y barreras bajas para el compromiso a menudo no se traducen en interacciones de alta calidad. En cambio, las personas que se citan se encuentran atrapadas en un ciclo de mensajes sin respuesta e interacciones sin salida, lo que contribuye a una sensación omnipresente de “agotamiento de la aplicación de citas”.

Las cosas eran diferentes antes del auge de las citas en línea. Desde mediados de la década de 1940 hasta 2013, era más probable que los estadounidenses heterosexuales conocieran a sus parejas románticas a través de amigos. Las familias también eran importantes en el negocio de los casamenteros: en 1980, casi el 20 por ciento de las parejas heterosexuales se juntaba gracias a su ayuda. Los casamenteros, tanto formales como informales, continúan desempeñando un papel importante para conectar a solteros en muchas comunidades más tradicionales.

Pensemos en lo que resuelve este modelo más tradicional. Un emparejamiento mediado tiende a conectar a personas que buscan el mismo tipo de relación y que tienen la educación, los antecedentes religiosos o los valores que busca el otro. A veces se alivian las dificultades de acercarse a un socio potencial si un tercero organice la reunión. Además, como puede atestiguar cualquiera que haya sido engañado o acosado por un amante, hay un beneficio en la responsabilidad del comportamiento que ofrece un contacto mediado. Una mujer soltera me dijo que no puedes tratar a una persona a la que te presentaron como “completamente desechable” porque tienes un conocido mutuo que podría enterarse.

Para Tonia Chazanow, de 24 años, quien conoció a su esposo a través del sistema formalizado de citas shidduch, que su familia esté involucrada en las etapas iniciales del emparejamiento fue un beneficio incorporado , del tipo por el que alguien más pagaría. “Es como contratar a alguien que te ama y te comprende para examinar a los chicos antes de salir con ellos”, aseguró. Después de las etapas iniciales del escrutinio, sus padres dieron un paso atrás y Chazanow decidió por su cuenta si continuaría viendo a los hombres con los que la habían contactado.

El papel de tercero no siempre tiene que estar tan formalizado. Mi esposo y yo nos conocimos cuando yo estaba en la universidad y él, recién graduado, se había mudado al área por trabajo. Nos presentaron en una sinagoga de la comunidad local, un punto de encuentro que ayudó a garantizar que compartiéramos valores comunes y cuyos miembros nos apoyaron a cada uno de nosotros cuando comenzamos a salir (y a veces respondieron por nosotros).

Es razonable preguntar cuál podría ser la desventaja. Las citas en línea prometen conectar a personas cuyas vidas y antecedentes son tan diferentes que solo podrían haberse conocido en la era del internet. ¿Un regreso a formas de reunión más mediatizadas también significaría una reversión a las sociedades homogéneas de décadas pasadas?

Ese temor resulta ser infundado. Es más probable que las parejas que se conocen en línea sean de diferentes razas o etnias y partidos políticos que las que se conocen fuera de línea, pero eso también es cierto para las personas más jóvenes en general. Cuando los investigadores compararon la probabilidad de que las parejas menores de 40 años formaran parejas racial o étnicamente diversas, no hubo diferencia significativa para las parejas que se conocieron en línea y en la vida real. Lo mismo ocurre con los niveles de ingresos y la afiliación política.

La introducción por terceros es solo una pieza del rompecabezas. Para encontrar la pareja adecuada, la intermediación se combina mejor con otro sello distintivo del cortejo tradicional: una comunicación temprana y transparente sobre valores y objetivos a largo plazo.

Ali Jackson, asesora de citas, me dijo que las personas solteras (en su mayoría mujeres) le preguntan con frecuencia: “¿Está bien decirle a alguien que estoy buscando una relación?”.

“La mitad de lo que hago como asesora quizá sea dar permiso a las personas para que quieran lo que quieran y digan lo que quieran”, agregó.

Ese permiso para pedir lo que quieres y necesitas es una característica incorporada de algunas culturas de citas más tradicionales, en las que la alineación de los valores fundamentales y los objetivos de la vida pueden ocurrir incluso antes de la primera cita.

Es cierto que a menudo es posible, al menos en teoría, determinar alguna alineación al usar filtros en una aplicación o sitio de citas para personas que quieren tener hijos o que comparten su religión. Pero en la práctica, la relativa amplitud de estos filtros y la cultura de la optimización de la opcionalidad en las citas en línea significa que esas funciones a menudo no se usan o no se usan bien.

Zara Raheem, autora de The Marriage Clock, una novela sobre las pruebas y tribulaciones de una mujer estadounidense musulmana con raíces del sur de Asia, conoció a su esposo a través de un proceso de matrimonio arreglado en el que sus padres evaluaron posibles emparejamientos. Me dijo que incluso en las primeras interacciones, ningún tema estaba fuera de la mesa: “¿Quieren tener hijos? ¿Cuántos hijos? ¿Qué esperan de una esposa?”.

Conversaciones como estas ahorran tiempo a largo plazo: nadie espera seis meses (o 67 episodios) para descubrir que su pareja no cree en el matrimonio. Pero sí requieren una buena cantidad de introspección: ¿qué quieres, qué es lo que no te gusta? Además, bueno, es intenso.

Quizá la intensidad no sea tan mala cuando tienes un objetivo en mente. Es fácil enviar un me gusta en Hinge o ir a un bar después del trabajo con la esperanza de tropezar con alguien con quien sea fácil hablar. Requiere menos introspección, menos ansiedad, menos inversión, al menos a corto plazo. ¿Pero es realmente más fácil?

Una de las ironías de las citas modernas es que, si bien no es raro salir con alguien durante meses o incluso años sin abordar las grandes preguntas sobre el matrimonio y los hijos, otras formas de intimidad tienden a aceptarse más rápidamente.

Casi todos los estadounidenses tienen relaciones sexuales antes de casarse, y eso ha sido cierto durante décadas. Pero la normalización del sexo casual es más reciente. Y no está claro si las normas más nuevas sobre tener relaciones sexuales de manera casual o poco después de conocerse realmente están ayudando a quienes a la larga quieren relaciones duraderas y comprometidas.

Un estudio de 2010 publicado en el Journal of Family Psychology de la Asociación Estadounidense de Psicología examinó la relación entre la cantidad de tiempo que una pareja espera para tener relaciones sexuales y la calidad de su matrimonio. Los investigadores descubrieron que las parejas que esperaron hasta el matrimonio reportaron no solo tener una menor consideración hacia el divorcio, sino también una mayor satisfacción en la relación, una mejor comunicación y sexo superior en comparación con las parejas que comenzaron a tener relaciones sexuales dentro de un mes de su primera cita (o antes de comenzar a salir). Las parejas que durmieron entre un mes y dos años después de su primera cita —pero que no esperaron hasta el matrimonio— vieron alrededor de la mitad de los beneficios.

Jason Carroll, profesor de la Escuela de Vida Familiar de la Universidad Brigham Young y uno de los autores del estudio, especula que una de las razones por las que las parejas se benefician de esperar antes de involucrarse sexualmente es que las personas tienden a tomar mejores decisiones sobre las citas antes de relacionarse físicamente. “En pocas palabras, estamos programados para conectarnos”, escribe. “La iniciación sexual rápida a menudo crea una mala selección de pareja porque los sentimientos intensos de placer y apego pueden confundirse con la verdadera intimidad y el amor duradero”.

Tal vez esto suene como un fragmento de The Magic Touch. O cualquier libro o metáfora de la pureza (como los ejemplos que se usan en las charlas proabstinencia sobre la cinta adhesiva que se desgasta o el chicle masticado que pierde sabor) que dominaba el temario de las materias de Educación Sexual enfocadas en no tener relaciones.

Aunque a menudo se vinculan en la práctica, las metáforas estigmatizantes y la idea de que el sexo puede no ser realmente casual no tienen por qué ir juntas.

Una gran cantidad de pensadoras importantes, muchas de ellas feministas, han estado respladando la idea de que tratar el sexo como algo que no es casual podría ser una idea que valga la pena tomarse en serio. Christine Emba, autora de Rethinking Sex: A Provocationargumenta que el clima contemporáneo de sexo positivo en el que existe un amplio acuerdo de que “el sexo es bueno y cuanto más tenemos, mejor” ha contribuido a que los jóvenes, sobre todo las mujeres, participen en encuentros sexuales que en realidad no quieren.

Cuando revisé las transcripciones de la decena de conversaciones formales que tuve para este artículo, me di cuenta de un tema común. Ya fueran judíos, evangélicos, mormones o musulmanes, casi todas las personas con las que hablé hicieron hincapié en que su enfoque de las citas ofrecía algún tipo de protección para la persona soltera, una forma de hacer que el proceso de encontrar pareja fuera menos doloroso.

A veces esas protecciones ofrecen ventajas evidentes: conocer a alguien a través de un tercero, como un amigo, un padre o un casamentero, crea una responsabilidad que desalienta el mal comportamiento. Abstenerse de mantener relaciones sexuales rápidas y casuales reduce los riesgos físicos, como las enfermedades de transmisión sexual, y el riesgo emocional de caer en una relación incompatible.

Pero a veces esas protecciones también ofrecen seguridad a través de una especie de control del juicio propio. Chanie Lebovics, una casamentera de Florida que trabaja sobre todo con judíos de la comunidad jabad, me dijo que tener un mentor que pueda ver el proceso de emparejamiento “desde una perspectiva objetiva” es común en su comunidad.

Es fácil considerar esas protecciones como algo exagerado. Pero cuando vemos de cerca el modo en el que las normas actuales han quitado el manubrio a la bicicleta del romance, hay que preguntarse si quienes tienen citas en la actualidad son en realidad los que se han ido al extremo. Muchos de nosotros acudimos a las citas buscando la chispa de la química y nos lanzamos a la cama, o a las relaciones, a menudo sin saber si nuestras posibles parejas pasan la más básica de las pruebas de compatibilidad. Es casi como si quisiéramos salir heridos.

Y quizá así es. Tal vez hemos llegado a creer el mito de Hollywood de que el desamor es un rito de paso necesario y un camino hacia el autoconocimiento, una especie de calvario que nos prepara para el amor verdadero.

Tal vez nunca volvamos a las prácticas de cortejo del siglo XIX y principios del XX, cuando las citas —al menos entre la clase media estadounidense— estaban muy reglamentadas y analizadas, y tampoco propongo intentarlo. Pero tal vez valga la pena aceptar un cierto nivel de restricción y dependencia para obtener lo que al final queremos, y así evitar dolores innecesarios. A lo mejor convenga eludir la relativa privacidad y autonomía de una apppara mejor pedirles ayuda a nuestros amigos, contenernos un poco de actuar de inmediato sobre nuestras libertades sexuales para dar tiempo al desarrollo de las relaciones o limitar una gran cantidad de posibles opciones y así reducir el grupo de alternativas a solo quienes realmente podrían querer compartir un futuro con nosotros.

Fuente: NYT

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Uno de los ritos tradicionales de una experiencia de preparatoria estadounidense es tomarse las fotografías para el anuario, y luego criticarlas. Y mi escuela judía ortodoxa para niñas no fue la excepción. Pero mientras intercambiábamos impresiones de las fotos, nuestra conversación parecía más salida de El violinista en el tejado que de Mellizas y rivales: “¿Vas a usar eso para tu proceso de shidduch?”.

Era un chiste. Casi siempre. Aunque muchas de mis compañeras continuarían creando perfiles de citas que los casamenteros ortodoxos preferían, la mayoría no lo haría hasta dentro de algunos años, y para entonces, nuestros panim de 17 años, llenos de acné, serían imitaciones mediocres. Pero el chiste refleja algo que era cierto: incluso cuando éramos estudiantes, muchas de nosotras sabíamos cómo conoceríamos a nuestras parejas, y no iba a ser de la manera relajada en la que lo hacía el mundo laico.

Por lo mismo, ha sido extraño observar en los últimos años las formas en las que la corriente dominante laica se ha aferrado —de manera tentativa, veleidosa— a las prácticas tradicionales de citas. Hay una gran cantidad de empresas de citas que resuelven las vidas amorosas de ricos y famosos; los artículos que dicen que los intermediarios para encontrar pareja vuelven a estar de moda; el catálogo de Netflix se llenó de programas que se remontan a una visión más antigua (aunque en parte imaginada) del romance: Indian MatchmakingMarried at First SightBridgerton.

Un reencuentro con formas más tradicionales de conocer y enamorarse me hace sentir esperanzada. Veo señales de una cultura que se aferra a las cosas que realmente necesita. En el mundo mayormente en línea de la actualidad, el agotamiento laboral, la opacidad y la insensibilidad definen las citas y reflejan los valores de una sociedad que valora el individualismo, la privacidad y la elección en casi todas las cosas, incluyendo los asuntos del corazón. Sin embargo, aunque nuestra manera de tener citas es más conveniente que nunca (las personas encuentran citas mientras están en el baño), queda claro que no está a la altura.

Hay elementos de la cultura tradicional de las citas que podrían darnos soluciones no solo a la forma en que encontramos personas para tener citas, sino también a la forma en que navegamos las relaciones. A través de conversaciones con personas que tienen citas tanto tradicionales como laicas, he llegado a ver tres prácticas que resultan prometedoras para las personas que buscan relaciones comprometidas a largo plazo: conocer parejas a través de amigos, familiares o casamenteros en lugar de en línea; comunicación temprana y directa sobre objetivos y valores a largo plazo, y retrasar la intimidad sexual.

Vale la pena preguntarse: ¿es hora de volver al cortejo?

En octubre de 2019, Pew realizó una encuesta para comprender las actitudes de los estadounidenses en cuanto a las relaciones románticas. La mayoría de las personas que se citan le dijeron a Pew que su vida romántica no iba bien, y tres cuartas partes de los encuestados señalaron que era difícil encontrar gente con quién salir.

Cuando les preguntaron por qué era tan difícil encontrar una cita, las razones variaron según el género. Las mujeres tendían a decir que es difícil encontrar a alguien que cumpla con sus expectativas o que esté buscando el mismo tipo de relación. Los hombres en su mayoría dijeron que tienen problemas para acercarse a las personas.

Esas quejas parecen contraintuitivas. Las citas por internet prometen una gran cantidad de opciones (para cumplir con cualquier estándar), una abundancia de filtros (para adaptarse a cualquier relación) y pocas barreras para comunicarse (para aliviar cualquier ansiedad). Pero, como descubrí cuando hablé con la gente sobre cómo son las citas ahora, la abundancia teórica de opciones, filtros y barreras bajas para el compromiso a menudo no se traducen en interacciones de alta calidad. En cambio, las personas que se citan se encuentran atrapadas en un ciclo de mensajes sin respuesta e interacciones sin salida, lo que contribuye a una sensación omnipresente de “agotamiento de la aplicación de citas”.

Las cosas eran diferentes antes del auge de las citas en línea. Desde mediados de la década de 1940 hasta 2013, era más probable que los estadounidenses heterosexuales conocieran a sus parejas románticas a través de amigos. Las familias también eran importantes en el negocio de los casamenteros: en 1980, casi el 20 por ciento de las parejas heterosexuales se juntaba gracias a su ayuda. Los casamenteros, tanto formales como informales, continúan desempeñando un papel importante para conectar a solteros en muchas comunidades más tradicionales.

Pensemos en lo que resuelve este modelo más tradicional. Un emparejamiento mediado tiende a conectar a personas que buscan el mismo tipo de relación y que tienen la educación, los antecedentes religiosos o los valores que busca el otro. A veces se alivian las dificultades de acercarse a un socio potencial si un tercero organice la reunión. Además, como puede atestiguar cualquiera que haya sido engañado o acosado por un amante, hay un beneficio en la responsabilidad del comportamiento que ofrece un contacto mediado. Una mujer soltera me dijo que no puedes tratar a una persona a la que te presentaron como “completamente desechable” porque tienes un conocido mutuo que podría enterarse.

Para Tonia Chazanow, de 24 años, quien conoció a su esposo a través del sistema formalizado de citas shidduch, que su familia esté involucrada en las etapas iniciales del emparejamiento fue un beneficio incorporado , del tipo por el que alguien más pagaría. “Es como contratar a alguien que te ama y te comprende para examinar a los chicos antes de salir con ellos”, aseguró. Después de las etapas iniciales del escrutinio, sus padres dieron un paso atrás y Chazanow decidió por su cuenta si continuaría viendo a los hombres con los que la habían contactado.

El papel de tercero no siempre tiene que estar tan formalizado. Mi esposo y yo nos conocimos cuando yo estaba en la universidad y él, recién graduado, se había mudado al área por trabajo. Nos presentaron en una sinagoga de la comunidad local, un punto de encuentro que ayudó a garantizar que compartiéramos valores comunes y cuyos miembros nos apoyaron a cada uno de nosotros cuando comenzamos a salir (y a veces respondieron por nosotros).

Es razonable preguntar cuál podría ser la desventaja. Las citas en línea prometen conectar a personas cuyas vidas y antecedentes son tan diferentes que solo podrían haberse conocido en la era del internet. ¿Un regreso a formas de reunión más mediatizadas también significaría una reversión a las sociedades homogéneas de décadas pasadas?

Ese temor resulta ser infundado. Es más probable que las parejas que se conocen en línea sean de diferentes razas o etnias y partidos políticos que las que se conocen fuera de línea, pero eso también es cierto para las personas más jóvenes en general. Cuando los investigadores compararon la probabilidad de que las parejas menores de 40 años formaran parejas racial o étnicamente diversas, no hubo diferencia significativa para las parejas que se conocieron en línea y en la vida real. Lo mismo ocurre con los niveles de ingresos y la afiliación política.

La introducción por terceros es solo una pieza del rompecabezas. Para encontrar la pareja adecuada, la intermediación se combina mejor con otro sello distintivo del cortejo tradicional: una comunicación temprana y transparente sobre valores y objetivos a largo plazo.

Ali Jackson, asesora de citas, me dijo que las personas solteras (en su mayoría mujeres) le preguntan con frecuencia: “¿Está bien decirle a alguien que estoy buscando una relación?”.

“La mitad de lo que hago como asesora quizá sea dar permiso a las personas para que quieran lo que quieran y digan lo que quieran”, agregó.

Ese permiso para pedir lo que quieres y necesitas es una característica incorporada de algunas culturas de citas más tradicionales, en las que la alineación de los valores fundamentales y los objetivos de la vida pueden ocurrir incluso antes de la primera cita.

Es cierto que a menudo es posible, al menos en teoría, determinar alguna alineación al usar filtros en una aplicación o sitio de citas para personas que quieren tener hijos o que comparten su religión. Pero en la práctica, la relativa amplitud de estos filtros y la cultura de la optimización de la opcionalidad en las citas en línea significa que esas funciones a menudo no se usan o no se usan bien.

Zara Raheem, autora de The Marriage Clock, una novela sobre las pruebas y tribulaciones de una mujer estadounidense musulmana con raíces del sur de Asia, conoció a su esposo a través de un proceso de matrimonio arreglado en el que sus padres evaluaron posibles emparejamientos. Me dijo que incluso en las primeras interacciones, ningún tema estaba fuera de la mesa: “¿Quieren tener hijos? ¿Cuántos hijos? ¿Qué esperan de una esposa?”.

Conversaciones como estas ahorran tiempo a largo plazo: nadie espera seis meses (o 67 episodios) para descubrir que su pareja no cree en el matrimonio. Pero sí requieren una buena cantidad de introspección: ¿qué quieres, qué es lo que no te gusta? Además, bueno, es intenso.

Quizá la intensidad no sea tan mala cuando tienes un objetivo en mente. Es fácil enviar un me gusta en Hinge o ir a un bar después del trabajo con la esperanza de tropezar con alguien con quien sea fácil hablar. Requiere menos introspección, menos ansiedad, menos inversión, al menos a corto plazo. ¿Pero es realmente más fácil?

Una de las ironías de las citas modernas es que, si bien no es raro salir con alguien durante meses o incluso años sin abordar las grandes preguntas sobre el matrimonio y los hijos, otras formas de intimidad tienden a aceptarse más rápidamente.

Casi todos los estadounidenses tienen relaciones sexuales antes de casarse, y eso ha sido cierto durante décadas. Pero la normalización del sexo casual es más reciente. Y no está claro si las normas más nuevas sobre tener relaciones sexuales de manera casual o poco después de conocerse realmente están ayudando a quienes a la larga quieren relaciones duraderas y comprometidas.

Un estudio de 2010 publicado en el Journal of Family Psychology de la Asociación Estadounidense de Psicología examinó la relación entre la cantidad de tiempo que una pareja espera para tener relaciones sexuales y la calidad de su matrimonio. Los investigadores descubrieron que las parejas que esperaron hasta el matrimonio reportaron no solo tener una menor consideración hacia el divorcio, sino también una mayor satisfacción en la relación, una mejor comunicación y sexo superior en comparación con las parejas que comenzaron a tener relaciones sexuales dentro de un mes de su primera cita (o antes de comenzar a salir). Las parejas que durmieron entre un mes y dos años después de su primera cita —pero que no esperaron hasta el matrimonio— vieron alrededor de la mitad de los beneficios.

Jason Carroll, profesor de la Escuela de Vida Familiar de la Universidad Brigham Young y uno de los autores del estudio, especula que una de las razones por las que las parejas se benefician de esperar antes de involucrarse sexualmente es que las personas tienden a tomar mejores decisiones sobre las citas antes de relacionarse físicamente. “En pocas palabras, estamos programados para conectarnos”, escribe. “La iniciación sexual rápida a menudo crea una mala selección de pareja porque los sentimientos intensos de placer y apego pueden confundirse con la verdadera intimidad y el amor duradero”.

Tal vez esto suene como un fragmento de The Magic Touch. O cualquier libro o metáfora de la pureza (como los ejemplos que se usan en las charlas proabstinencia sobre la cinta adhesiva que se desgasta o el chicle masticado que pierde sabor) que dominaba el temario de las materias de Educación Sexual enfocadas en no tener relaciones.

Aunque a menudo se vinculan en la práctica, las metáforas estigmatizantes y la idea de que el sexo puede no ser realmente casual no tienen por qué ir juntas.

Una gran cantidad de pensadoras importantes, muchas de ellas feministas, han estado respladando la idea de que tratar el sexo como algo que no es casual podría ser una idea que valga la pena tomarse en serio. Christine Emba, autora de Rethinking Sex: A Provocationargumenta que el clima contemporáneo de sexo positivo en el que existe un amplio acuerdo de que “el sexo es bueno y cuanto más tenemos, mejor” ha contribuido a que los jóvenes, sobre todo las mujeres, participen en encuentros sexuales que en realidad no quieren.

Cuando revisé las transcripciones de la decena de conversaciones formales que tuve para este artículo, me di cuenta de un tema común. Ya fueran judíos, evangélicos, mormones o musulmanes, casi todas las personas con las que hablé hicieron hincapié en que su enfoque de las citas ofrecía algún tipo de protección para la persona soltera, una forma de hacer que el proceso de encontrar pareja fuera menos doloroso.

A veces esas protecciones ofrecen ventajas evidentes: conocer a alguien a través de un tercero, como un amigo, un padre o un casamentero, crea una responsabilidad que desalienta el mal comportamiento. Abstenerse de mantener relaciones sexuales rápidas y casuales reduce los riesgos físicos, como las enfermedades de transmisión sexual, y el riesgo emocional de caer en una relación incompatible.

Pero a veces esas protecciones también ofrecen seguridad a través de una especie de control del juicio propio. Chanie Lebovics, una casamentera de Florida que trabaja sobre todo con judíos de la comunidad jabad, me dijo que tener un mentor que pueda ver el proceso de emparejamiento “desde una perspectiva objetiva” es común en su comunidad.

Es fácil considerar esas protecciones como algo exagerado. Pero cuando vemos de cerca el modo en el que las normas actuales han quitado el manubrio a la bicicleta del romance, hay que preguntarse si quienes tienen citas en la actualidad son en realidad los que se han ido al extremo. Muchos de nosotros acudimos a las citas buscando la chispa de la química y nos lanzamos a la cama, o a las relaciones, a menudo sin saber si nuestras posibles parejas pasan la más básica de las pruebas de compatibilidad. Es casi como si quisiéramos salir heridos.

Y quizá así es. Tal vez hemos llegado a creer el mito de Hollywood de que el desamor es un rito de paso necesario y un camino hacia el autoconocimiento, una especie de calvario que nos prepara para el amor verdadero.

Tal vez nunca volvamos a las prácticas de cortejo del siglo XIX y principios del XX, cuando las citas —al menos entre la clase media estadounidense— estaban muy reglamentadas y analizadas, y tampoco propongo intentarlo. Pero tal vez valga la pena aceptar un cierto nivel de restricción y dependencia para obtener lo que al final queremos, y así evitar dolores innecesarios. A lo mejor convenga eludir la relativa privacidad y autonomía de una apppara mejor pedirles ayuda a nuestros amigos, contenernos un poco de actuar de inmediato sobre nuestras libertades sexuales para dar tiempo al desarrollo de las relaciones o limitar una gran cantidad de posibles opciones y así reducir el grupo de alternativas a solo quienes realmente podrían querer compartir un futuro con nosotros.

Fuente: NYT

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