Las redes sociales han potencializado el poder de dañar y destruir que posee el homo sapiens. Lo que antes se quedaba en un banco del parque hoy ha llegado a las plataformas digitales y es “erdemonio, hermanos, es erdemonio”.
Cristhian Salmon, el autor del superventas Storytelling, publicó en 2018 La era del enfrentamiento, que vino a confirmar todas nuestras sospechas y temores.
De la era del relato (storytelling) hemos pasado a una etapa de creciente descreimiento ciudadano hacia todo, incluido hacia él mismo, lo que nos ha conducido hacia la era de la confrontación, del insulto, a la negación más absoluta a enfrentar con argumentos las opiniones del otro.
De la era del razonamiento hemos pasado a la era del enfrentamiento.
Del poder del relato hemos pasado al poder del “carajo”, a eso que en un bulevar de 2002 uno bautizara como “comunicación coprológica”.
¡A quién le importa hoy la validez de una idea, la pertinencia de un argumento!
Es ante el innegable éxito de esa “comunicación coprológica” que uno se encuentra con la triste experiencia de seres ¿humanos? que van por la vía (las redes) destruyendo gente, vidas, familias, sin una sola evidencia, un solo argumento, salvo los del arte de la maledicencia barriobajera.
Debe ser triste enfrentarse cada noche a la impiedad de una almohada que te pregunta por qué tu necesidad de celebrar como un pingüino en enero los fracasos de los demás, como si todos no fuéramos uno, ¡ay!, como si lo mejor de nosotros no fueran los otros, que siempre digo y que dicen que decía Buda.
Debe ser triste ser incapaz de perdonarse sus derrotas, como si no fuera la vida una ruleta de fracasos y victorias.
Descalificar a los demás no nos califica para nada,salva para el rencor.
Si gente hay tan pobre, que solo tiene dinero; también las hay que de tan tristes solo saben acumular resentimientos.
Queda aquí la reflexión ante lo que a nuestra sociedad, y a nuestro sistema político imperfecto por perfectible se le ha echado encima, pues gracias a la reciente GALLUP-RCC Media sabemos que 54% de los consultados se siente insatisfecho con la democracia y el 65% está poco o nada interesado en ella, y al 48% no le importa el tipo de gobierno que dirija el país. ¡Zafa!
Por: Pablo McKinney