El cambio climático y la vulnerabilidad sistémica frente a los bandazos geopolíticos sitúan a las renovables en el camino decisivo para alcanzar una economía descarbonizada capaz de minimizar las consecuencias de la crisis ambiental. La revista Ethic reunió a voces de la industria y la política en una jornada clausurada por la secretaria de Estado de Energía Sara Aagesen.
El Acuerdo de París, ratificado por casi 200 países en 2015, pasó a la historia como el mayor consenso global desde la creación de Naciones Unidas. En pocos años, sin embargo, podría convertirse en el mayor fracaso internacional. Los indicadores no son optimistas en este sentido: para evitar que la temperatura media del planeta aumente más de un grado y medio este siglo, las emisiones globales de gases de efecto invernadero deberían reducirse en un 45% en 2030 respecto a 2010, tal y como señalan desde la propia ONU. En la actualidad, el compromiso adquirido por los 113 países que representan casi la mitad del total de emisiones globales no pasa del 12%.
Redoblar los esfuerzos y la apuesta por las renovables es la respuesta más efectiva para acelerar la transición energética y evitar un calentamiento global de grandes dimensiones. «El 24 de febrero Putin inició la invasión y nos puso ante las contradicciones de nuestro propio modelo», recordaba la politóloga Cristina Monge, especialista en emergencia climática, en el arranque de la jornada Transición Energética: la hoja de ruta de la descarbonización, organizada por la revista Ethic.
«Pagamos la factura por depender de los combustibles fósiles en cambio climático, en la crisis económica, en las pérdidas de la agricultura y en los conflictos sociales aparejados a menos recursos naturales». Los datos del Banco Mundial la avalan: el 85% del consumo energético mundial sigue proviniendo del petróleo, el gas y el carbón. «Europa no puede dejar de depender del gas, pero ¿cuánto tiempo podemos permitirnos esas contradicciones que nos alejan de esa transición ecológica necesaria? Ese es el debate actual, y las respuestas deben venir del ámbito político y económico», reclamaba la experta.
Según el Banco Mundial, el 85% del consumo energético mundial sigue proviniendo del petróleo, el gas y el carbón
Según las últimas conclusiones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), de no tomarse medidas inmediatas podríamos llegar a un aumento de la temperatura de unos 2,7ºC a finales de este siglo, casi el doble de lo pactado en el Acuerdo de París. Sin embargo, España aumentó en 2021 sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 5,1% respecto a 2020.
Es cierto que la drástica bajada en el consumo y en la actividad industrial debido a la pandemia propició que ese año fuera mucho menos contaminante de lo habitual –y, por tanto, la subida era previsible– pero la realidad es que, según ha señalado el Observatorio de Sostenibilidad en su informe Descarbonización en España 2022, nuestro país es el segundo de Europa que menos ha reducido sus emisiones en las últimas tres décadas.
Desde Naciones Unidas, con todo, apuntan que todavía no es tarde para cumplir con el objetivo de amarrar los 1,5ºC acordados. «Tenemos las herramientas para alcanzar este objetivo», declaró su secretario general, António Guterres, tras la publicación el año pasado de las actualizaciones de los planes nacionales de acción climática, para advertir a continuación: «Pero se nos está acabando el tiempo».
Abrir la puerta (aún más) a las renovables
Todas esas conclusiones se tomaron hace un año, y una vez más se puso en primer plano la transición energética hacia las energías verdes como llave ineludible para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París. En ese momento ya repuntaba una inflación preocupante por los efectos contractivos de la pandemia, que generaron un claro desequilibrio en la oferta, y se entraba en un ciclo de encarecimiento de todo tipo de recursos naturales, de suministros y especialmente de la energía, disparada por el aumento del precio del gas.
España es el segundo país de Europa que menos ha reducido sus emisiones en las últimas tres décadas
Cuando apenas se habían puesto en marcha las políticas necesarias para contener esta espiral inflacionista, a inicios de este año, Rusia invadió Ucrania, desestabilizando aún más el mercado energético mundial y revelando la importancia aún mayor de las fuentes renovables: más allá de contener el calentamiento global, garantizan el abastecimientoal posibilitar una mayor autonomía energética a los países y regiones, algo que hoy hubiera evitado las consecuencias del corte de suministro de gas ruso como represalia al apoyo a Ucrania del resto de Europa.
En este sentido, el director de Regulación de Iberdrola España, Patxi Calleja, recordó en el evento que el gas ha subido diez veces su precio histórico en el último año: «Se han tomado pocas medidas. Por ejemplo, Noruega nos vende el 25% del gas a precio de guerra». Y reclamó una reducción de la dependencia de los combustibles fósiles y una expansión decidida de las renovables: «Es crucial no solo desde un punto de vista ambiental; también económico». Si bien esa expansión está en el discurso de Europa, «no se está actuando de manera coherente sobre la inversión, y eso puede generar miedo y, una vez más, retrasar esa transición», subraya el experto.
De hecho, según la última encuesta de BNP Paribas Exane, correspondiente al segundo trimestre de 2022, España es «el país europeo con mayor riesgo regulatorio para los inversores en energía verde». Un dato que contrasta con la conclusión del último informe Renewable Energy Country Attractiveness Index (RECAI),elaborado por la consultora EY, según el cual España consolida su posición entre los 10 países con mayor atractivo inversor en energías renovables y escala un puesto respecto a la edición anterior.
Esta disparidad de percepciones refleja el escenario convulso en el que nos encontramos, sobre el que Calleja señaló que la contribución solidaria por medio de un impuesto al gas, al petróleo y al carbón, si bien es acertada, también la sobrevuela una percepción social preocupante: «Se mantiene el mensaje confuso de que la subida de precios, que viene fundamentalmente por la crisis del gas, tiene mucho que ver con las renovables, y eso desacelera la transición. Debemos actuar rápido en la dirección contraria; acelerarla, porque si otros países llegan antes, pasaremos de importar combustibles fósiles a elementos de descarbonización, y seguiremos siendo importadores». Y concluyó: «Las eléctricas bajan de precio las renovables, pero aún no hay para todos. Si hubiésemos avanzado más en la transición, estaríamos más cerca de tener una economía independiente del gas».
España está entre los diez países con mayor atractivo inversor en energías renovables
La directora de energía termoeléctrica de APPA Renovables, Margarita de Gregorio, resumió la tormenta perfecta a la que nos aproximamos: «Salimos de una pandemia que ha desajustado las demandas energéticas, entramos en una pospandemia que originó cuellos de botella en los precios del transporte y de los combustibles, luego vino la guerra… Y, de telón de fondo, la subida de emisiones de CO2; esa es justo la confluencia de factores en la que nos encontramos».
De Gregorio recordó que el eje del problema, ahora mismo, es el gas y la alta dependencia de Europa, sumado a las olas de calor y las fuertes subidas de demanda, especialmente en China. «Esto supone enfrentarnos a un invierno muy duro para las familias y para la industria», explicó. Y añadió: «Hace falta un plan de contingencia energético por parte del Gobierno para alinear las medidas y que resulten eficaces, así como una actualización de la orden de los parámetros retributivos a la inversión y operación de las renovables».
Hacia un nuevo mercado
No hay que olvidar que el clamor por una autonomía energética viene de mucho antes: la Estrategia de Seguridad Nacional de 2015 ya resaltaba la necesidad de potenciar las fuentes autóctonas, como recordó en las jornadas organizadas por Ethic el director general de AEE, Juan Virgilio Márquez: «El clima, la energía y la seguridad es el triángulo de efectos cruzados sobre el que deben tomarse decisiones políticas». Para ello, «la nueva regulación europea no debe penalizar la inversión en renovables, ni ocasionar que unos mercados sean más atractivos que otros por el CAP [tope máximo de emisiones para varios años], sino favorecer la aceleración de la transición energética». En otras palabras: «Más cohesión, más Europa».
Sara Aagesen: «Necesitamos trabajar de la mano de todos los agentes, políticos, empresariales y sociales, para mejorar las propuestas»
En este sentido, el director de Relaciones Institucionales y Regulación de Endesa, José Casas, propuso algunas medidas efectivas como «reducir la demanda, poner un tope a los beneficios de las tecnologías inframarginales para eliminar la influencia del precio del gas, determinar una contribución solidaria de aquellos sectores que se están beneficiando de la coyuntura, como refinerías, carbón… Y establecer tarifas subvencionadas fijas en España, como en los países de nuestro entorno». No sin terminar con una advertencia: «La tarifa de España es la única que recoge todos los costes de gestión. Antes, dos tercios eran precios fijos, ahora todos los precios fluctúan con el mercado, y eso es un desastre. Hay que buscar fórmulas para que la crisis energética actual no la financie el cliente».
La directora de regulación para de EDPR, Silvia Encinas, lo puso negro sobre blanco: «Hace tiempo era impensable que la Comisión Europea se plantease que un mercado marginalista no funciona, y ahora abre la puerta a cambiar los cimientos del mercado». Y volvió a incidir en las renovables como «solución a medio y largo plazo para un sistema energético sostenible económica y ambientalmente que refuerce esa seguridad de suministro y alivie las tensiones geopolíticas; y para eso es fundamental alcanzar una previsibilidad en los precios».
La experta aludía al freno que supone normalmente la fangosa burocracia, que solo hace que afectar a la instalación y puesta en marcha de infraestructuras renovables. «La tramitación y los plazos en nuestro país son muy extensos: no podemos permitirnos perder el tiempo en esto, porque son esas infraestructuras en las redes las que permitirán asumir toda esta capacidad renovable de la que disponemos», puntualizó.
Pero todos estos desafíos no pueden acabar situando a la transición energética como la culpable de la situación en la que estamos inmersos ya que eso supondría uno de los mayores peligros para su culminación. : «No hay que confundir la desaparición gradual de los combustibles fósiles con la existencia de un grado de resiliencia de estos combustibles que nos proteja de situaciones como estas», advirtió el director de Asuntos Públicos y Regulación de Acciona, Luis Martí contra este discurso que, como insistió, es falso.
La política, más necesaria que nunca
La ideologización de los asuntos climáticos, más presente en la clase política que en la sociedad, es precisamente otro de los palos en las ruedas a una transición energética que no avanza a la velocidad exigida. «El futuro de este país se configura por una gran conversación entre los sectores privados y públicos, entre los regulados y los reguladores, porque cuando eso fluye, España fluye», opinaba Eduardo Madina, socio de Estrategia de Harmon y consejero editorial de Ethic, para posteriormente apuntar a una realidad que aportará mucho en este sentido: «En estos momentos , en el Consejo de Europa se están discutiendo los contenidos de ese convenio vinculante que va a ser fundamental para nuestro futuro energético».
Juan Virgilio Márquez (AEE): «El clima, la energía y la seguridad es el triángulo de efectos cruzados sobre el que deben tomarse decisiones políticas»
Un futuro que aún está por definir. «Tenemos un modelo productivo injusto que no nos permite seguir avanzando en desarrollo sostenible. ¿Cómo lo modificamos? Para que el cambio se haga de una manera justa es muy importante el enfoque político», aseguró en el debate Eva Patricia Bueno, diputada del Grupo Socialista. El factor decisivo: la educación. «El modelo educativo, la divulgación y la información son más importantes que nunca en esta transición; por eso los profesores y los medios de comunicación juegan un papel fundamental: porque para poner soluciones debe intervenir la ciudadanía, y lo primero es que entienda lo que está pasando», defiende.
Diego Gago, diputado del Grupo Popular, lamentó que las circunstancias internacionales –no solo por la guerra, también las tensiones en materia energética– estuvieran «generando un retroceso que puede afectar al Acuerdo de París, uno de los grandes logros de este siglo». También abogó por acelerar la transición: «Hemos reducido solo un 0,5% las emisiones, cuando el plan contempla un 40% en los ocho años que quedan. Hay que adoptar medidas que pivoten sobre tres vectores en los que España tiene muchos recursos: sol, viento y mar».
En esta línea, el diputado de Unidas Podemos, Juantxo López de Uralde, añadió que, «aun teniendo un new deal concentrado en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima y en una Ley de Cambio Climático, hace falta más ambición». De una forma muy concreta: «En nuestro país falta una empresa pública de energía».
Joan Capdevila, diputado del Grupo Republicano, lamentó además que en España las directivas europeas se traspongan «a un ritmo demasiado lento, porque se produce un atasco legislativo que ralentiza la transición». Con todo, reconoció su dificultad: «La transición es un encaje de bolillos en el que hay que conjugar que la gente llegue a fin de mes con no descuidar los compromisos de 2030».
Es imprescindible, por tanto, una hoja de ruta bien demarcada, como reclamó Mertxe Garmendia, senadora de EAJ/PNV, que incluya «estrategias claras para el autoconsumo y para combatir la pobreza energética, planes para el hidrógeno, el biogás… No queda mucho para 2030, y por eso hay que hacer leyes de forma estructural y no por reales decretos, con los que se legisla solo para unos cuantos meses».
Para terminar, Sara Aagesen, secretaria de Estado de Energía, subrayó en este debate la necesidad de «trabajar de la mano de todos los agentes, políticos, empresariales y sociales, para mejorar las propuestas». Y añadió que «la energía renovable tiene ADN español; podemos fabricar el 90% o más para la eólica y el 60% para la solar, y somos pioneros mundiales en electrónica de potencia». En conclusión, según Aagesen: «Es un momento crítico, pero también una oportunidad para ser los líderes de esta transición».
Fuente: Ethic